Irene Joliot-Curie, la genio Perfecta
Cecilia Ruiz de Rìos
Una de las mujeres más extraordinarias de la historia de la ciencia fue indudablemente Irene Joliot-Curie, quien como hija del matrimonio formado por los brillantes pedro Curie y María Sklodowska, tenía a quien salir erudita. Lo increíble es que por el machismo asqueroso esta increíble hembra de la especie vio denegada la entrada suya y anteriormente de su mamá a la Academia de Ciencias de Francia.
Irene nació en París un 12 de septiembre de 1897, fruto del matrimonio de Pedro y María Curie, quienes ganaron un Premio Nóbel juntos. Inquieta y con una inteligencia superior, la chelita fue educada en casa por sus padres ya que los esposos Curie consideraban que así podían progresar más en los estudios sus dos hijas, Eva e Irene. Desde niña, su don de mando (era la mayor de las dos chiquitas que procrearon Pedro y María), era seria, estudiosa y no le gustaba jugar porque consideraba que era una lamentable pérdida de tiempo. Una vez adolescente, Irene fue a estudiar a la facultad de ciencia de la prestigiosa Universidad de la Sorbona, donde su mamá había establecido récords tanto como estudiante brillante y luego como la primera mujer catedrática de dicho centro. Habiendo perdido a su papá siendo muy niña(a Pedro lo atropellaron por cruzarse descuidadamente un calle parisina), Irene se hizo aún más hermética en su personalidad, quizás para disimular la falta que su adorado progenitor le hacía. Después de 1918 Irene comenzó a laborar con su madre en la Escuela de Radio de la Universidad de París, y durante la Primera Guerra Mundial ella sirvió como enfermera radióloga.
Sería precisamente en el laboratorio de su madre donde Irene encontraría el amor hecho a la medida para ella. Federico Joliot, una estudioso francesito de ideas muy izquierdistas, era el asistente de la insigne María en el Instituto del Radio. El flechazo para Federico fue definitivo y fulminante cuando le aterrizó una bandeja de implementos a los pies de la hermosa y sencilla joven que era Irene. La joven estaba a cargo de enseñarle a Federico varias técnicas de como trabajar con radioactividad. Alérgica a los cupidos y al romanticismo barato, Irene se dejó conquistar por Federico con razones sensatas y buenos motivos para llegar a casarse el 29 de octubre de 1926 en una boda civil, ya que la atea Irene no quiso boda religiosa. Como buen hombre evolucionado, propuso a su mujer que ambos se apellidaran Joliot-Curie para mostrar la igualdad que sería modélica en todo aspecto. El amor a la medida floreció para que se consolidaran no solo como pareja y familia, sino como uno de los equipos científicos más grandes de toda la historia. Ambos progresaron en su especialidad de física nuclear, lo cual les permitió que descubrieran que elementos radioactivos pueden ser artificialmente formados tomando elementos estables como base.
Tanto trabajo en conjunto tuvo su recompensa en 1935 cuando los esposos fueron otorgados el Premio Nóbel de Química por sus contribuciones en el campo de investigación de la investigación nuclear. Para Irene, sería apenas uno más de los honores y reconocimientos que aceptaba con humildad y modestia. Siendo hija de una ganadora de Nóbel por doble partida, y ganadora de tal presea por su propio trabajo, Irene sería una de las mujeres más accesibles del mundo, ya que nunca permitió que la lluvia de premios que caería sobre ella a lo largo de su vida le hiciera perder la perspectiva.
En 1936 ella pasó a formar parte del gabinete francés como subsecretaria de estado para la Investigación Científica, y un año más tarde fue contratada como profesora de la facultad de ciencias de la Universidad de París. Su trabajo sobre elementos pesados fue crucial para el descubrimiento de la fisión del uranio. En 1939 Irene fue nombrada oficial de la Legión de Honor de Francia y luego miembro de la Comisión Francesa para la Energía Atómica entre 1946 y 1951. Ya en 1947 era la directora del Instituto de Radio, y en 1948 ella contribuiría para la creación de la primera pila atómica francesa. Como feminista y socialista que era, se interesaba mucho en el avance académico de las mujeres, y por eso estuvo integrada como miembro del Comité Nacional de la Unión de Mujeres Francesas. También perteneció al Consejo Mundial por la Paz. Uno de los últimos proyectos que le entusiasmaron fue la inauguración de un gran centro de física nuclear en Orsay, y ella personalmente trabajó planes para su construcción. Al igual que su madre, Irene estaba destinada a morir de leucemia el 17 de marzo de 1956, y su último proyecto fue concluido por su afligido viudo.
Como persona, Irene fue una extraña combinación de voluntad férrea y ternura inusitada. Tuvo dos hijos, Helena (el 17 de septiembre de 1927) y Pedro (el 12 de marzo de 1932), a quienes adoraba pero a quienes sometía a la más rigurosa disciplina. El gato de amor de la casa era Federico, quien era muy cariñoso con ella aunque Irene siempre fue aversa a hacer demostraciones físicas de afecto. Sentía gran atracción por los animales, particularmente por aves exóticas y los gatos. Extremadamente sencilla en su vestir, jamás usó joyas o maquillaje-al contrario de su glamorosa hermana menor Eva, quien siempre parecía como que iba para una fiesta. Irene aborrecía la frivolidad, y para relajarse, esta workahólica le gustaba hacer caminatas a campo traviesa en las montañas, esquiar o jugar al tenis. Ahorrativa e ingeniosa, la creativa Irene sabía capitalizar los fondos con que trabajaba.
Sin embargo, descuidaba su salud lamentablemente. Durante la II Guerra Mundial, se vio obligada a estar en un sanatorio suizo por una incipiente tuberculosis. En una ocasión en que regresaba a Francia, Irene fue detenida por los nazis junto a centenares de otros refugiados en la frontera. La pusieron a dormir en un petate. Cuando el prefecto del distrito supo que la gran genio estaba durmiendo en el piso, el sentido de igualdad social de Irene se rebeló y no quiso aceptar tratamiento privilegiado.
Socialista hasta los huesos, Irene nunca creyó en distinciones sociales y cuando el asqueroso senador gringo Joe McCarthy estuvo haciendo diablos de zacate acusando a todos de comunistas, Irene se vio en la bochornosa situación de ver su entrada a estados Unidos negada. La tuvieron en un centro de detención en la Isla Ellis de Nueva York (a donde humillaron a tantos inmigrantes a inicios del siglo XX).La embajada francesa tuvo que intervenir para que las autoridades de la "nación más libre y democrática del mundo" no la trataran como delincuente.
Cecilia Ruiz de Rìos
Una de las mujeres más extraordinarias de la historia de la ciencia fue indudablemente Irene Joliot-Curie, quien como hija del matrimonio formado por los brillantes pedro Curie y María Sklodowska, tenía a quien salir erudita. Lo increíble es que por el machismo asqueroso esta increíble hembra de la especie vio denegada la entrada suya y anteriormente de su mamá a la Academia de Ciencias de Francia.
Irene nació en París un 12 de septiembre de 1897, fruto del matrimonio de Pedro y María Curie, quienes ganaron un Premio Nóbel juntos. Inquieta y con una inteligencia superior, la chelita fue educada en casa por sus padres ya que los esposos Curie consideraban que así podían progresar más en los estudios sus dos hijas, Eva e Irene. Desde niña, su don de mando (era la mayor de las dos chiquitas que procrearon Pedro y María), era seria, estudiosa y no le gustaba jugar porque consideraba que era una lamentable pérdida de tiempo. Una vez adolescente, Irene fue a estudiar a la facultad de ciencia de la prestigiosa Universidad de la Sorbona, donde su mamá había establecido récords tanto como estudiante brillante y luego como la primera mujer catedrática de dicho centro. Habiendo perdido a su papá siendo muy niña(a Pedro lo atropellaron por cruzarse descuidadamente un calle parisina), Irene se hizo aún más hermética en su personalidad, quizás para disimular la falta que su adorado progenitor le hacía. Después de 1918 Irene comenzó a laborar con su madre en la Escuela de Radio de la Universidad de París, y durante la Primera Guerra Mundial ella sirvió como enfermera radióloga.
Sería precisamente en el laboratorio de su madre donde Irene encontraría el amor hecho a la medida para ella. Federico Joliot, una estudioso francesito de ideas muy izquierdistas, era el asistente de la insigne María en el Instituto del Radio. El flechazo para Federico fue definitivo y fulminante cuando le aterrizó una bandeja de implementos a los pies de la hermosa y sencilla joven que era Irene. La joven estaba a cargo de enseñarle a Federico varias técnicas de como trabajar con radioactividad. Alérgica a los cupidos y al romanticismo barato, Irene se dejó conquistar por Federico con razones sensatas y buenos motivos para llegar a casarse el 29 de octubre de 1926 en una boda civil, ya que la atea Irene no quiso boda religiosa. Como buen hombre evolucionado, propuso a su mujer que ambos se apellidaran Joliot-Curie para mostrar la igualdad que sería modélica en todo aspecto. El amor a la medida floreció para que se consolidaran no solo como pareja y familia, sino como uno de los equipos científicos más grandes de toda la historia. Ambos progresaron en su especialidad de física nuclear, lo cual les permitió que descubrieran que elementos radioactivos pueden ser artificialmente formados tomando elementos estables como base.
Tanto trabajo en conjunto tuvo su recompensa en 1935 cuando los esposos fueron otorgados el Premio Nóbel de Química por sus contribuciones en el campo de investigación de la investigación nuclear. Para Irene, sería apenas uno más de los honores y reconocimientos que aceptaba con humildad y modestia. Siendo hija de una ganadora de Nóbel por doble partida, y ganadora de tal presea por su propio trabajo, Irene sería una de las mujeres más accesibles del mundo, ya que nunca permitió que la lluvia de premios que caería sobre ella a lo largo de su vida le hiciera perder la perspectiva.
En 1936 ella pasó a formar parte del gabinete francés como subsecretaria de estado para la Investigación Científica, y un año más tarde fue contratada como profesora de la facultad de ciencias de la Universidad de París. Su trabajo sobre elementos pesados fue crucial para el descubrimiento de la fisión del uranio. En 1939 Irene fue nombrada oficial de la Legión de Honor de Francia y luego miembro de la Comisión Francesa para la Energía Atómica entre 1946 y 1951. Ya en 1947 era la directora del Instituto de Radio, y en 1948 ella contribuiría para la creación de la primera pila atómica francesa. Como feminista y socialista que era, se interesaba mucho en el avance académico de las mujeres, y por eso estuvo integrada como miembro del Comité Nacional de la Unión de Mujeres Francesas. También perteneció al Consejo Mundial por la Paz. Uno de los últimos proyectos que le entusiasmaron fue la inauguración de un gran centro de física nuclear en Orsay, y ella personalmente trabajó planes para su construcción. Al igual que su madre, Irene estaba destinada a morir de leucemia el 17 de marzo de 1956, y su último proyecto fue concluido por su afligido viudo.
Como persona, Irene fue una extraña combinación de voluntad férrea y ternura inusitada. Tuvo dos hijos, Helena (el 17 de septiembre de 1927) y Pedro (el 12 de marzo de 1932), a quienes adoraba pero a quienes sometía a la más rigurosa disciplina. El gato de amor de la casa era Federico, quien era muy cariñoso con ella aunque Irene siempre fue aversa a hacer demostraciones físicas de afecto. Sentía gran atracción por los animales, particularmente por aves exóticas y los gatos. Extremadamente sencilla en su vestir, jamás usó joyas o maquillaje-al contrario de su glamorosa hermana menor Eva, quien siempre parecía como que iba para una fiesta. Irene aborrecía la frivolidad, y para relajarse, esta workahólica le gustaba hacer caminatas a campo traviesa en las montañas, esquiar o jugar al tenis. Ahorrativa e ingeniosa, la creativa Irene sabía capitalizar los fondos con que trabajaba.
Sin embargo, descuidaba su salud lamentablemente. Durante la II Guerra Mundial, se vio obligada a estar en un sanatorio suizo por una incipiente tuberculosis. En una ocasión en que regresaba a Francia, Irene fue detenida por los nazis junto a centenares de otros refugiados en la frontera. La pusieron a dormir en un petate. Cuando el prefecto del distrito supo que la gran genio estaba durmiendo en el piso, el sentido de igualdad social de Irene se rebeló y no quiso aceptar tratamiento privilegiado.
Socialista hasta los huesos, Irene nunca creyó en distinciones sociales y cuando el asqueroso senador gringo Joe McCarthy estuvo haciendo diablos de zacate acusando a todos de comunistas, Irene se vio en la bochornosa situación de ver su entrada a estados Unidos negada. La tuvieron en un centro de detención en la Isla Ellis de Nueva York (a donde humillaron a tantos inmigrantes a inicios del siglo XX).La embajada francesa tuvo que intervenir para que las autoridades de la "nación más libre y democrática del mundo" no la trataran como delincuente.
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