ELIZABETH TUDOR, LA REINA VIRGEN DE INGLATERRA
Cecilia Ruiz de Ríos
Elizabeth Tudor de Inglaterra ha sido una de las figuras mas controversiales de la historia. Un 24 de marzo de 1603 moría a la 1 y treinta de la madrugada sin haber parido un hijo que le sucediera en el trono. Winston Churchill le llama la Buena Reina Chabela (“Good queen Bess”). Elizabeth I Tudor había entrado a este valle de lágrimas u 7 de septiembre de 1533, fruto del desventurado segundo matrimonio del rey glotón Enrique VIII de Inglaterra y su segunda esposa Ana Bolena, la mujer por la cual el soberano había roto sus lazos con la Santa Sede en Roma.
Cuando Elizabeth nació, ya Enrique se estaba aburriendo de su segunda mujer, quien era temperamental y caprichosa. Enrique trató de disimular su decepción por el hecho que este bebé pelirrojo era nomás que una “vil hembra” y no el ansiado heredero macho. Al morir Enrique-tras haber gastado 6 esposas y quine sabe cuantas amantes-el tuberculoso hijo que tuvo con su tercera esposa Juana Seymour, el malcriado Eduardo VI, heredaría el trono. Cuando Eduardo murió muy joven echando los pulmones violentamente, el trono pasó a la hermana mayor de Elizabeth, la enfermiza y amargada María Tudor que era habida por el rey con su primera esposa Catalina de Aragón.
María trataba de disimular el odio que sintió por Elizabeth desde que ésta fue concebida, y ya siendo reina María optó por mantenerla sometida y amenazada. Elizabeth buscaba como capear a su hermana, y al casarse María con Felipe Ii de España, quien para colmo era su propio sobrino, Elizabeth pudo respirar un poco menos presionada ya que su español cuñado le sugería a la adusta María que no fuera tan drástica. Cuando en 1555 María echó a correr el rumor de que por fin estaba embarazada, Elizabeth dio muestra de su buen corazón cosiendo una bellísima ropita para el bebé que nunca terminó de llegar, ya que lo que albergaba en su vientre María no era un niño sino un pavoroso tumor canceroso en un ovario. Elizabeth, quien desde chica fue buena costurera, bordadora y tejedora además de buena cocinera, con toda ternura preparó ropita para el principito que hubiera sido su sobrino. Al morir María el 17 de noviembre de 1558, Elizabeth pasó a ocupar el trono.Una vez coronada, Elizabeth decidió que nunca iba a casarse a pesar de que se esperaba que lo hiciera para garantizar la continuidad de la línea Tudor. Elizabeth para justificar el quedarse cotorra afirma que tiene el más exigente y celoso de los maridos: el pueblo de Inglaterra. Pero la realidad es que ya está curada de espanto en cuanto al matrimonio y las lides del amor. Le basta recordar que no conoció a su mamá debido a que su papá escogió decapitarla bajo falsas acusaciones de incesto y adulterio para quitársela de encima. Cuando Enrique VIII murió, Elizabeth había pasado a vivir con su última madrastra, la dulce y erudita Cataina Parr.
Poco después de la muerte de Enrique, Catalina Parr por fin se había casado con el gran amor de su vida, Tomás Seymour (quien por cierto era hermano menor de la tercera esposa de Enrique, Juana).Al llegar a la adolescencia, Elizabeth se convirtió en una joven espigada, con bella cabellera roja, cutis de porcelana, silueta de amazona y con unas manos preciosas que gozaba ostentar. Tomás Seymour comenzó a acosar a Elizabeth. Al inicio Catalina se tomaba en broma los avances de su pizpireto marido, sumándose a menudo a los juegos...Pero después que los encontró a solas besándose apasionadamente en un rincón, Catalina quiso poner coto al asunto mandando a Elizabeth a vivir a otro lado. Catalina Parr murió de parto poco después y el alegre viudo Tomás tuvo serias intenciones de desposar a Elizabeth, quien a pesar de estar encandilada con él, le sonó un rotundo no. Poco después de la muerte de María Tudor, Elizabeth también rechazó la propuesta de boda del viudo Felipe II.
Si bien el matrimonio le daba asco a Elizabeth, no estaba a salvo del amor. En su agitada vida, Elizabeth se enamoraría de dos Robertos, primer Dudley y luego Devereux (Lord Essex).Roberto Dudley, Earl de Leicester, mereció de ella el apodo de Dulce Robin. Era un cortesano alto, noble, bello y galante quien a pesar de estar casado con Amy Rosbart, perseguía y adulaba en público a Elizabeth. Cuando se habló de una boda entre Elizabeth y el duque de Anjou (hijo del rey Enrique II de Francia), Dudley le armó tremendo bochinche prohibiéndole que desgraciara su vida casándose con “ese apestoso maricón francés”.Los chismosos afirmaron que Dudley solo podría gritarle así a la reina si ésta le hubiera permitido favores más secretos, y las lenguas se desataron sobre la reputación de la regia pelirroja. Las cosas empeoraron cuando Amy, la esposa de Dudley, apareció muerta, desnucada, al pie de las escalinatas en la casa de ambos. No faltaron quienes dijeran que Dudley la había mandado a asesinar para poderse casar con la reina. Después de tan olímpico escándalo, Elizabeth se vio forzada a enfriarse y tomar la decisión de jamás casarse con Dudley para evitar una deshonra al trono. Dudley luego se casaría en segundas nupcias con una beldad llamada Lettice Knollys. Elizabeth en realidad nunca olvidó a Dudley, pues conservaba sus cartas en su mesita de noche.
Ya siendo una cincuentona, y tras descartar hasta las más remotas posibilidades de una boda, Elizabeth conoció al segundo Roberto de su vida, Robert Devereux, Lord Essex. Era descendiente de una linajuda familia, y cuando se enamoró de él Robert apenas tenía 20 años. El abismo de 33 años no sirvió para enfriar la pasión que Elizabeth, ahora en plena menopausia, sintiera por este hermosísimo barbudo. Lo sobreprotegía tanto que Robert tuvo que irse a ganar prestigio en la guerra contra España a escondidas de ella, y cuando la reina se dio cuenta que el chico andaba jugando a los soldaditos de verdad, lo hizo traer casi maniatado a casa para que no corriera peligro. Para colmo, Robert con el correr del tiempo se le puso insolente y malcriado, tratando de sublevar a unos pocos en contra de Elizabeth. Esto fue la gota que derramó el vaso, y la reina acabó por firmar la orden para que decapitaran a Robert.
Elizabeth como estadista figura entre las más sagaces de la historia. La derrota de la española Armada Invencible fue un factor decisivo en el declive del imperio español, y el odio que Felipe II y Elizabeth se llegaron a profesar solo puede catalogarse de regio. Pío Quinto fue el papa que la excomulgó, y Felipe Ii y este pontífice cruzaron cartas afirmando que lo más sensato sería hacerla asesinar dado que era un peligro para la cristiandad. Como patrona de las artes, fue sin rival, y ella misma fue una gran virginalista, llegando a componer música y a escribir poesía.
El asunto de la virginidad de Elizabeth ha sido objeto de las mayores especulaciones. Aunque el estado de Virginia en Estados Unidos fue llamado así en honor a su virginidad por su admirador Sir Walter Raleigh, no faltan quienes afirman que de doncella solo conservó la fama. No faltan dizque expertos quienes digan que Elizabeth padecía de hermafroditismo que le iimpedía ser madre, pero que no le estorbaba a la hora de gozar del deporte sexual. Elizabeth misma dijo en una ocasión que aborrecía el matrimonio por razones que no confesaría ni a un alma gemela. El médico de cabecera de la soberana le recomendó jamás casarse debida a “dolencias femeninas”. El galeno Sir James Melville afirmaba que la monarca tenía escasas menstruaciones. Por otro lado su salud era buena y su inteligencia era de un genio. Hablaba 7 idiomas, jugaba ajedrez como un Boris Karpov y era bien dotada para las artes. Retozona y alegre, gustaba dar bromas pesadas a sus cortesanos y hasta los palmeaba en las nalgas o les pellizcaba la cara.
Tras haber sido excomulgada por Pío V un 25 de febrero de 1570, Elizabeth se profundizó en su doctrina protestante. Nunca olvidó que este papa la llamó “sirvienta de la iniquidad, supuesta reina de un sitio donde los peores hombres encuentran refugio. Ëlizabeth parece haber sentido una pizca de remordimiento luego que ordenó ejecutar a su prima María Estuardo, reina de Escocia. La Estuardo fue acusada, además del asesinato de su segundo marido Henry Darnley en confabulación con Lord Bothwell, de conspiración contra Elizabeth. El fantasma de su prima la atormentará hasta su muerte. Elizabeth al morir era una de las coronas más respetadas del mundo. El hijo de su odiada prima María-Jacobo I-heredará su trono. Pero el recuerdo de la Reina Virgen será eterno en la historia y en los corazones de quienes la admiramos, y hoy en día, muchas niñas-incluyendo la mía-portan el nombre Elizabeth en tributo a esta extraordinaria mujer.
Cecilia Ruiz de Ríos
Elizabeth Tudor de Inglaterra ha sido una de las figuras mas controversiales de la historia. Un 24 de marzo de 1603 moría a la 1 y treinta de la madrugada sin haber parido un hijo que le sucediera en el trono. Winston Churchill le llama la Buena Reina Chabela (“Good queen Bess”). Elizabeth I Tudor había entrado a este valle de lágrimas u 7 de septiembre de 1533, fruto del desventurado segundo matrimonio del rey glotón Enrique VIII de Inglaterra y su segunda esposa Ana Bolena, la mujer por la cual el soberano había roto sus lazos con la Santa Sede en Roma.
Cuando Elizabeth nació, ya Enrique se estaba aburriendo de su segunda mujer, quien era temperamental y caprichosa. Enrique trató de disimular su decepción por el hecho que este bebé pelirrojo era nomás que una “vil hembra” y no el ansiado heredero macho. Al morir Enrique-tras haber gastado 6 esposas y quine sabe cuantas amantes-el tuberculoso hijo que tuvo con su tercera esposa Juana Seymour, el malcriado Eduardo VI, heredaría el trono. Cuando Eduardo murió muy joven echando los pulmones violentamente, el trono pasó a la hermana mayor de Elizabeth, la enfermiza y amargada María Tudor que era habida por el rey con su primera esposa Catalina de Aragón.
María trataba de disimular el odio que sintió por Elizabeth desde que ésta fue concebida, y ya siendo reina María optó por mantenerla sometida y amenazada. Elizabeth buscaba como capear a su hermana, y al casarse María con Felipe Ii de España, quien para colmo era su propio sobrino, Elizabeth pudo respirar un poco menos presionada ya que su español cuñado le sugería a la adusta María que no fuera tan drástica. Cuando en 1555 María echó a correr el rumor de que por fin estaba embarazada, Elizabeth dio muestra de su buen corazón cosiendo una bellísima ropita para el bebé que nunca terminó de llegar, ya que lo que albergaba en su vientre María no era un niño sino un pavoroso tumor canceroso en un ovario. Elizabeth, quien desde chica fue buena costurera, bordadora y tejedora además de buena cocinera, con toda ternura preparó ropita para el principito que hubiera sido su sobrino. Al morir María el 17 de noviembre de 1558, Elizabeth pasó a ocupar el trono.Una vez coronada, Elizabeth decidió que nunca iba a casarse a pesar de que se esperaba que lo hiciera para garantizar la continuidad de la línea Tudor. Elizabeth para justificar el quedarse cotorra afirma que tiene el más exigente y celoso de los maridos: el pueblo de Inglaterra. Pero la realidad es que ya está curada de espanto en cuanto al matrimonio y las lides del amor. Le basta recordar que no conoció a su mamá debido a que su papá escogió decapitarla bajo falsas acusaciones de incesto y adulterio para quitársela de encima. Cuando Enrique VIII murió, Elizabeth había pasado a vivir con su última madrastra, la dulce y erudita Cataina Parr.
Poco después de la muerte de Enrique, Catalina Parr por fin se había casado con el gran amor de su vida, Tomás Seymour (quien por cierto era hermano menor de la tercera esposa de Enrique, Juana).Al llegar a la adolescencia, Elizabeth se convirtió en una joven espigada, con bella cabellera roja, cutis de porcelana, silueta de amazona y con unas manos preciosas que gozaba ostentar. Tomás Seymour comenzó a acosar a Elizabeth. Al inicio Catalina se tomaba en broma los avances de su pizpireto marido, sumándose a menudo a los juegos...Pero después que los encontró a solas besándose apasionadamente en un rincón, Catalina quiso poner coto al asunto mandando a Elizabeth a vivir a otro lado. Catalina Parr murió de parto poco después y el alegre viudo Tomás tuvo serias intenciones de desposar a Elizabeth, quien a pesar de estar encandilada con él, le sonó un rotundo no. Poco después de la muerte de María Tudor, Elizabeth también rechazó la propuesta de boda del viudo Felipe II.
Si bien el matrimonio le daba asco a Elizabeth, no estaba a salvo del amor. En su agitada vida, Elizabeth se enamoraría de dos Robertos, primer Dudley y luego Devereux (Lord Essex).Roberto Dudley, Earl de Leicester, mereció de ella el apodo de Dulce Robin. Era un cortesano alto, noble, bello y galante quien a pesar de estar casado con Amy Rosbart, perseguía y adulaba en público a Elizabeth. Cuando se habló de una boda entre Elizabeth y el duque de Anjou (hijo del rey Enrique II de Francia), Dudley le armó tremendo bochinche prohibiéndole que desgraciara su vida casándose con “ese apestoso maricón francés”.Los chismosos afirmaron que Dudley solo podría gritarle así a la reina si ésta le hubiera permitido favores más secretos, y las lenguas se desataron sobre la reputación de la regia pelirroja. Las cosas empeoraron cuando Amy, la esposa de Dudley, apareció muerta, desnucada, al pie de las escalinatas en la casa de ambos. No faltaron quienes dijeran que Dudley la había mandado a asesinar para poderse casar con la reina. Después de tan olímpico escándalo, Elizabeth se vio forzada a enfriarse y tomar la decisión de jamás casarse con Dudley para evitar una deshonra al trono. Dudley luego se casaría en segundas nupcias con una beldad llamada Lettice Knollys. Elizabeth en realidad nunca olvidó a Dudley, pues conservaba sus cartas en su mesita de noche.
Ya siendo una cincuentona, y tras descartar hasta las más remotas posibilidades de una boda, Elizabeth conoció al segundo Roberto de su vida, Robert Devereux, Lord Essex. Era descendiente de una linajuda familia, y cuando se enamoró de él Robert apenas tenía 20 años. El abismo de 33 años no sirvió para enfriar la pasión que Elizabeth, ahora en plena menopausia, sintiera por este hermosísimo barbudo. Lo sobreprotegía tanto que Robert tuvo que irse a ganar prestigio en la guerra contra España a escondidas de ella, y cuando la reina se dio cuenta que el chico andaba jugando a los soldaditos de verdad, lo hizo traer casi maniatado a casa para que no corriera peligro. Para colmo, Robert con el correr del tiempo se le puso insolente y malcriado, tratando de sublevar a unos pocos en contra de Elizabeth. Esto fue la gota que derramó el vaso, y la reina acabó por firmar la orden para que decapitaran a Robert.
Elizabeth como estadista figura entre las más sagaces de la historia. La derrota de la española Armada Invencible fue un factor decisivo en el declive del imperio español, y el odio que Felipe II y Elizabeth se llegaron a profesar solo puede catalogarse de regio. Pío Quinto fue el papa que la excomulgó, y Felipe Ii y este pontífice cruzaron cartas afirmando que lo más sensato sería hacerla asesinar dado que era un peligro para la cristiandad. Como patrona de las artes, fue sin rival, y ella misma fue una gran virginalista, llegando a componer música y a escribir poesía.
El asunto de la virginidad de Elizabeth ha sido objeto de las mayores especulaciones. Aunque el estado de Virginia en Estados Unidos fue llamado así en honor a su virginidad por su admirador Sir Walter Raleigh, no faltan quienes afirman que de doncella solo conservó la fama. No faltan dizque expertos quienes digan que Elizabeth padecía de hermafroditismo que le iimpedía ser madre, pero que no le estorbaba a la hora de gozar del deporte sexual. Elizabeth misma dijo en una ocasión que aborrecía el matrimonio por razones que no confesaría ni a un alma gemela. El médico de cabecera de la soberana le recomendó jamás casarse debida a “dolencias femeninas”. El galeno Sir James Melville afirmaba que la monarca tenía escasas menstruaciones. Por otro lado su salud era buena y su inteligencia era de un genio. Hablaba 7 idiomas, jugaba ajedrez como un Boris Karpov y era bien dotada para las artes. Retozona y alegre, gustaba dar bromas pesadas a sus cortesanos y hasta los palmeaba en las nalgas o les pellizcaba la cara.
Tras haber sido excomulgada por Pío V un 25 de febrero de 1570, Elizabeth se profundizó en su doctrina protestante. Nunca olvidó que este papa la llamó “sirvienta de la iniquidad, supuesta reina de un sitio donde los peores hombres encuentran refugio. Ëlizabeth parece haber sentido una pizca de remordimiento luego que ordenó ejecutar a su prima María Estuardo, reina de Escocia. La Estuardo fue acusada, además del asesinato de su segundo marido Henry Darnley en confabulación con Lord Bothwell, de conspiración contra Elizabeth. El fantasma de su prima la atormentará hasta su muerte. Elizabeth al morir era una de las coronas más respetadas del mundo. El hijo de su odiada prima María-Jacobo I-heredará su trono. Pero el recuerdo de la Reina Virgen será eterno en la historia y en los corazones de quienes la admiramos, y hoy en día, muchas niñas-incluyendo la mía-portan el nombre Elizabeth en tributo a esta extraordinaria mujer.
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