Emperador José II de Habsburgo

Emperador José II de Habsburgo
Al volante de la Máquina del Tiempo

Adelante internautas

Yo soy el Emperador José II de Habsburgo, gato quien gobierna desde el éter a su madre humana, la historiadora nicaragüense Cecilia.Hoy que se cumplen 6 años de mi ingreso triunfal al paraìso gatuno,donde fui coronado como emperador, mi madre hizo este blog en honor a mi memoria. Aquí voy recopilando el trabajo de mi madre en tres categorías: temas de la historia, personajes célebres y su obra cuentística y filosófica. Cualquier pregunta que deseen aclarar, tenéis el email cecilmundo@gmail.com para hacerlo. Ahora, a servirse la mesa.Bon appetit! Emperador José II de Habsburgo

Emperador navegando en su máquina del tiempo

Emperador navegando en su máquina del tiempo
en brazos de mi partera

domingo, 20 de abril de 2008

Levantarse temprano no mata,Nicaragua!

DETESTABLES PERO NECESARIOS MADRUGADORES DE LA HISTORIA
Cecilia Ruiz de Ríos
¿Será que esa vieja no tiene ni juco que hacer en su casa que viene a las 7 de la mañana a dar guerra? aulló iracunda una recep­cionista refiriéndose a mi “malísima costum­bre” de estar en pie desde las 4 de la maña­na y presentarme temprano a laborar. En lu­gar de ofenderme por ser detestada, me en­cantó recordar que estoy en la buena compa­ñía de algunos de los personajes más madru­gadores de la historia.

La costumbre de estar en pie al rayar el alba ha estado en la rutina de emperadores, gue­rreros y genios. El filósofo y emperador roma­no Marco Aurelio se levantaba antes que el gallo, y opinaba que la cama era solo para en­fermos terminales. Si no estaba trabajando en asuntos de estado, solía aprovechar las primeras­ horas de la mañana para ejercitar su fabulosa sesera en lo que llegó a ser su libro de Meditaciones. No se le habría de quedar atrás el modesto y justo Vespasiano, un em­perador que llegó a ser un probo gobernante y uno de los hombres más sensatos de la his­toria. El lujo y las comodidades que rodearon a la emperatriz bizantina Teodora no le crea­ron malas costumbres, y la ex prostituta con­vertida en monarca por virtud de su matrimo­nio con Justiniano no permitía que le dieran las cinco de la mañana en el lecho. Teodora influyó decisivamente en la legislación que fa­vorecía a las mujeres bizantinas, y muchas veces, ella personalmente iba con sus criadas a hacer el mercado para los antojos particulares del esposo.

Tamara Bagratiani, monarca de Georgia, tam­bién solía desayunar con yogurt a las 5 de la mañana antes de revisar todos los asuntos pendientes del reino. Muchas veces, llegaba a las 10 de la noche trabajando, sin que eso significara que al día siguiente no estuviera dispuesta a tempranear nuevamente. Tamara entonces pasa a la historia como una de las mujeres que menos durmió a lo largo de su vida.
La fabulosa Leonor de Aquitania fue otra soberana madrugadora. Casada con el muy trabajador rey francés Luis VII en primeras nupcias, Leonor estaba ataviada y bien peinada a as 5 a.m. para estar a tono con su reglo consorte. Afortunadamente, este hábito habría de acompañarla a lo largo de su larga vida tras cambiar de esposo y le traería muchísimo provecho.



Felipe IV de Francia fue otro monarca para quien nada resultaba mejor que comenzar el día a las 5 de la mañana, sin embargo las malas lenguas con la mía a la cabeza ahora afir­man que fue precisamente en esas madruga­das productivas cuando el soberano galo optó por deschincacar a los Templarios, planificar la sopapeada que le mandó al Papa Bonifacio a manos de Guillermo Nogaret y la remisión de Jacques de Molay (gran maestre de los Templarios) a la estaca para ser asado. Brian Boru, gran rey irlandés, se caracterizó por ser un hombre muy madrugador, y mu­chas de sus batallas contra los invasores nórdicos fueron ganadas por el factor sorpresa, ya que el aguerrido Brian los pescaba cuando aún estaban durmiendo.

Leonardo Da Vinci no solo estaba de pie al ra­yar el alba, sino que era tan hiperkinético que odiaba dormir la noche entera. Este hombre ­orquesta de múltiples talentos dormía siestecitas de 1 a media hora, y muchas veces su inmensa re­serva de energía y creatividad no le permitían pegar el ojo en toda la noche. Su alergia a la molicie sería repetida en los siglos siguientes por genios como Thomas Alva Edison-a quien se le prendió el bombillo de crear el fonógrafo en una madrugada de invierno-y el barbu­do ruso Dmitri Mendeleiev, el papá de la tabla periódica de los elementos químicos. El papa Julio II se levantaba a las cuatro de la maña­na en muchas ocasiones, aunque fuera solo para irle a agriar la vida a su protegido Miguel Angel, quien no era muy tempranero y a ve­ces comenzaba a trabajar en los frescos de la capilla Sixtina hasta las diez de la mañana.

Bayaceto II del Imperio Otomano madrugaba para realizar injertos en las rosas de su jardín, ya que el gran sultán era experto jardinero. Su hijo Selim El Adusto odiaba estar en el lecho después de las 5 de la mañana, y su adicción por levantarse temprano le fue inculcada des­de bebé a su hijo Solimán el Magnífico. Soli­mán afirmaba que escribía sus mejores poe­sías antes de las 7 de la mañana.
Felipe II de España ha sido tildado de aberra­do y asesino, pero hay que rendirle el charro de que era muy trabajador, aunque fuera para desgracia de todos. Felipe heredó lo madru­gador de su bisabuela Isabel la Católica, quien se levantaba tempranísimo para ir a pe­lear con los moros y judíos a los cuales Es­paña debía su grandeza. Felipe II en una oca­sión firmó una sentencia de muerte en contra de todos los protestantes de los Países Bajos a las 5:30 de La mañana, tras haber desayu­nado magramente. Afortunadamente, esa sentencia no se cumplió en su totalidad aun­que el desgraciado del Duque de Alba, perro faldero del terrible Felipe II, hizo todo lo posi­ble por derramar sangre holandesa. Pero no todos los reyes madrugadores tempraneaban para ir a masacrar al prójimo. Jadwiga de Po­lonia madrugaba para poder recibir a todos los sabios que deseaban gozar de su patro­nato, Pedro I el Grande de Rusia para cortar barbas, sacar muelas y construir barcos, su hija la emperatriz Elizabeth para firmar decre­tos, y el rey polaco Jan Sobieski para poner­se al día de los problemas de su patria.

El hábito de madrugar de la erudita reina Cris­tina de Suecia le costó carísimo a Renato Descartes, el genio francés quien vivía en la fría Estocolmo como protegido de la sabia monarca. Descartes se levantó a las 4 de la madrugada en medio de una gélida tormenta de nieve para ir a sostener urgentes conver­saciones filosóficas con su mecenas, pero pescó un enfriamiento tan violento que poco después murió de pulmonía.

El gran bardo francés Juan Alejandro de Nor­mandía (por cierto amante del rey Enrique III de Valois) se levantaba a las 4 de la mañana para hacer gimnasia en un tiempo en que pocos eran amantes de la calistenia. Esta costumbre le conservó una silueta y salud in­creíbles al noble normando, quien aún entra­do en años era tan bello que hasta sus caba­llos se volteaban para verlo pasar. Catalina II de Rusia fue una zarina que nunca le huyó al trabajo honesto, y ya estaba bañada, arregla­da y peinada a las 5:30 de la mañana. Similar disposición al trabajo exhibió uno de los almi­rantes más famosos de su flota, el escocés naturalizado gringo John Paul Jones, quien estuvo al servicio de la fabulosa zarina duran­te un período de tiempo. Federico II de Prusia adquirió el hábito de madrugar de su adusto y sopapeador padre Federico Guillermo, mientras que Benjamín Franklin, Teodoro Rooseveltt Otto von Bismarck, Mustafá Kemal Ata­turk(el padre de la Turquía moderna), Jawa­harlal Nehru, el unificador yugoslavo Josip Broz Tito y Ho Chi Mihn todos fueron madru­gadores de cuidado.



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