CARLITOS DE HABSBURGO: PRÍNCIPE AZUL QUE DEJABA A LAS CHICAS AZULES
Cecilia Ruiz de Ríos
Muchas mujeres sueñan con la supuesta "ganga" de pescar a un príncipe azul aún a sabiendas que acabarán despertando con un asqueroso sapo tras la noche de bodas. Sin embargo, casarse con un príncipe cuyo mayor placer es sopapear a sus chicas hasta dejarlas azules no es lotería alguna.
A los 16 años de edad y con cara de chocoyo empachado, Felipe II fue obligado a casarse con su prima María Manuela de Portugal tras una madre zarandeada que le pegó su papi (el formidable Carlos I de España y V de Alemania) al afirmarle que se casaba para producir herederos y no para refocilarse en la cama con su consorte.
Carlos, quien no era quien para dar tamaño consejo pues sus zanganadas produjeron varios espurios, posteriormente habría de recriminarle a Felipe II el haber sido tan grosero con Ma. Manuela. 2 años después de haberse casado Ma. Manuela parió entre grandes dificultades a Carlos, pero al no haber buena partera a mano la pobre mujer se murió 4 días después de haber sacado al mundo a este monstrito. Carlos nació deforme, con pecho de paloma, joroba como Quasimodo y hombros desnivelados.
Su piernita derecha era varias pulgadas más corta que la izquierda, y tenía serias taras mentales y orgánicas que no le permitían desarrollar a paso normal. Enfermizo y frágil siempre caía con fiebres y temblores. Carlos pudo haber acabado con tantas taras como resultado de la endogamia, y se cree que su cerebro se vio demasiado apretujado durante el parto. Carlos tenía solamente 4 bisabuelos en lugar de los usuales 8, y dos de sus ancestras eran hermanas entre sí: Juana la Loca y María de Castilla (hijas de Isabel la Católica). Con la madre muerta y el padre casi siempre de viaje en sus rebatiñas e intrigas, Carlitos se hizo solitario y tímido, prefiriendo estar a solas.
Su nanny era Leonor de Mascareñas, quien antes fue aya de Felipe II. Carlitos solía morderles los senos a sus nodrizas, y tres de ellas murieron a causa de infecciones en dichos mordiscos, en tiempos en que ni se soñaba con tener antibióticos. A los 7 años, lo retiraron de cualquier influencia femenina, y a los 9 años, ya le encantaba a este piadosito cristiano torturar niñas, sirvientas, animales y hasta había castrado aparatosamente a un perro a vista y paciencia de todos.
En otra ocasión malmató a unos corceles, ocasionando la muerte de 20 de ellos. Los nobles le hacían gracia a sus despliegues de maldad para evitar que Felipe II les tomara ojeriza. Felipe II había estado demasiado ocupado para prestarle atención a su "freak on a leash" ( tarado con lazarillo) pues se había matrimoniado con la igualmente odiosa, fea y fanática reina inglesa María "La Sangrienta" Tudor, con quien compartía el odio por los protestantes pero raras veces el tálamo nupcial pues María le daba asco a su esposo.
Tras la muerte de la machorra María, Felipe II descartó una posible boda de la francesa Elisabeth de Valois como consorte para Carlitos para quedarse él con el mandado de la princesita, dado que la Valois se convirtió en la tercera esposa del agrio Felipe II en 1560. La nueva cónyuge de Felipe II era de la misma edad que Carlitos, y fue lástima a primera vista la que sintió la linda francesa hacia su hijastro. Las malas lenguas atribuyeron los mimos de Elisabeth hacia su entenado a una pasión retorcida entre madrastra y muchacho, pero nunca se ha podido confirmar si efectivamente se fueron al lecho o no.
Se duda si el chico fue capaz alguna vez de tener una cópula normal, ya fuera con su adorada madrastra o con cualquiera de sus chicas de placer. Lo cierto es que perseguía en una ocasión a una criada, estando en 1562 en Alcalá de Henares, cuando tuvo un horrible percance. Tras haber regresado de la universidad donde se suponía que los maestros le daban excelentes notas solo por ser el príncipe de Asturias (ay, desde entonces se cocían esas habas!), se abalanzó encima de la bella criada con tan mala suerte que rodó escaleras abajo abriéndose un hoyo en la cabeza.
Lo llevaron inconsciente a la cama, y el médico de cabecera le hizo trepanaciones que no sirvieron de mucho. La cabeza se hinchó y perdió la vista por días. Felipe II se retorcía las manos, y pidió como buen fanático religioso que los monjes franciscanos trajeran como reliquia milagrosa el cacaste de un tal Fray Diego muerto 100 años antes. La momia del fraile fue acostada al lado de Carlitos, quien sin duda debió haber preferido que le acostaran a la criada de sus anhelos. Quizás por el susto de haber compartido cama con una momia, Carlitos se mejoró poco a poco. Recuperó sus inclinaciones sádicas, y cada chica que buscaba salía sopapeada.
En la primavera de 1564 llegaron unos primos austríacos para buscar cómo casarlo con Ana, Archiduquesa de Austria. Ya había serias sospechas que Carlitos era impotente y aunque Felipe II hizo traer los mejores charlatanes para garantizar que su hijo funcionara (tomando en cuenta que no había Viagra), nunca se supo si el pobre tarado alguna vez lograra funcionar como macho. Los primos austríacos se fueron espeluznados.Las atrocidades de Carlitos se hicieron cada vez más insoportables. Zurró a un cardenal, escupía en la cara de nobles y plebeyos, rostizaba desde ratones hasta perros finos, y soltaba los peores improperios. Felipe II no sabía qué hacer con su hijo. Carlitos trató de involucrar en un complot contra su papá a su tío Don Juan de Austria (el héroe de Lepanto y hermano bastardo de Felipe II), pero el real espurio le fue con el cuecho a Felipe II.
Carlitos hablaba de "matar a un hombre", supuestamente su propio padre. Felipe II, desoyendo las súplicas de su mujer Elisabeth, hizo confinar a Carlitos a la torre del Castillo Arévalo, donde había languidecido su tatarabuela loca Isabel de Portugal (madre de Isabel la Católica). Prohibió que mencionaran a Carlitos en las oraciones, y le escribió al papa excusándose porque Carlitos era "altamente defectuoso."Carlitos aislado trató de hacer huelgas de hambre pero le obligaban a tomar sopa. Trató de envenenarse tragándose un anillo de brillantes, ya que él afirmaba que los diamantes eran venenosos.
El 9 de julio de 1568 los nobles del reino, tras no permitirle defensa alguna, lo sentenciaron a muerte bajo acusaciones de traición, complot para hacerse rey de los Países Bajos y planes de asesinato contra su padre Felipe II. Carlitos hervía de fiebre y vomitaba como geyser viviente. Se desnudó para echarse en un charco de agua en su celda. Pidió repostería y se la llevaron: un enorme pastel que al parecer fue rociado con veneno por órdenes de Felipe II. El 24 de julio Carlitos apareció muerto. Hay conjeturas que indican que las sopas que consumía Carlitos también llevaban veneno. Se anunció que Carlitos moría por culpa de sus propios excesos.
Elisabeth, la esposa de Felipe II, lloró tan amargamente que Felipe II le prohibió llevar luto. Estando embarazada Elisabeth, su salud se resintió y en octubre dio a luz prematuramente a un varoncito, muriendo ambos como un pavoroso castigo divino para Felipe II, quien no lloró mucho a Elisabeth y en 1570 habría de casarse con la archiduquesa Ana de Austria, su sobrina y por cierto la mujer que originalmente estaba destinada para el finado Carlitos. Felipe II de esta forma pasó a ser juzgado por la historia en mala compañía como la de Iván El Terrible y Pedro El Grande de Rusia por la culpa de la muerte de su heredero.
Cecilia Ruiz de Ríos
Muchas mujeres sueñan con la supuesta "ganga" de pescar a un príncipe azul aún a sabiendas que acabarán despertando con un asqueroso sapo tras la noche de bodas. Sin embargo, casarse con un príncipe cuyo mayor placer es sopapear a sus chicas hasta dejarlas azules no es lotería alguna.
A los 16 años de edad y con cara de chocoyo empachado, Felipe II fue obligado a casarse con su prima María Manuela de Portugal tras una madre zarandeada que le pegó su papi (el formidable Carlos I de España y V de Alemania) al afirmarle que se casaba para producir herederos y no para refocilarse en la cama con su consorte.
Carlos, quien no era quien para dar tamaño consejo pues sus zanganadas produjeron varios espurios, posteriormente habría de recriminarle a Felipe II el haber sido tan grosero con Ma. Manuela. 2 años después de haberse casado Ma. Manuela parió entre grandes dificultades a Carlos, pero al no haber buena partera a mano la pobre mujer se murió 4 días después de haber sacado al mundo a este monstrito. Carlos nació deforme, con pecho de paloma, joroba como Quasimodo y hombros desnivelados.
Su piernita derecha era varias pulgadas más corta que la izquierda, y tenía serias taras mentales y orgánicas que no le permitían desarrollar a paso normal. Enfermizo y frágil siempre caía con fiebres y temblores. Carlos pudo haber acabado con tantas taras como resultado de la endogamia, y se cree que su cerebro se vio demasiado apretujado durante el parto. Carlos tenía solamente 4 bisabuelos en lugar de los usuales 8, y dos de sus ancestras eran hermanas entre sí: Juana la Loca y María de Castilla (hijas de Isabel la Católica). Con la madre muerta y el padre casi siempre de viaje en sus rebatiñas e intrigas, Carlitos se hizo solitario y tímido, prefiriendo estar a solas.
Su nanny era Leonor de Mascareñas, quien antes fue aya de Felipe II. Carlitos solía morderles los senos a sus nodrizas, y tres de ellas murieron a causa de infecciones en dichos mordiscos, en tiempos en que ni se soñaba con tener antibióticos. A los 7 años, lo retiraron de cualquier influencia femenina, y a los 9 años, ya le encantaba a este piadosito cristiano torturar niñas, sirvientas, animales y hasta había castrado aparatosamente a un perro a vista y paciencia de todos.
En otra ocasión malmató a unos corceles, ocasionando la muerte de 20 de ellos. Los nobles le hacían gracia a sus despliegues de maldad para evitar que Felipe II les tomara ojeriza. Felipe II había estado demasiado ocupado para prestarle atención a su "freak on a leash" ( tarado con lazarillo) pues se había matrimoniado con la igualmente odiosa, fea y fanática reina inglesa María "La Sangrienta" Tudor, con quien compartía el odio por los protestantes pero raras veces el tálamo nupcial pues María le daba asco a su esposo.
Tras la muerte de la machorra María, Felipe II descartó una posible boda de la francesa Elisabeth de Valois como consorte para Carlitos para quedarse él con el mandado de la princesita, dado que la Valois se convirtió en la tercera esposa del agrio Felipe II en 1560. La nueva cónyuge de Felipe II era de la misma edad que Carlitos, y fue lástima a primera vista la que sintió la linda francesa hacia su hijastro. Las malas lenguas atribuyeron los mimos de Elisabeth hacia su entenado a una pasión retorcida entre madrastra y muchacho, pero nunca se ha podido confirmar si efectivamente se fueron al lecho o no.
Se duda si el chico fue capaz alguna vez de tener una cópula normal, ya fuera con su adorada madrastra o con cualquiera de sus chicas de placer. Lo cierto es que perseguía en una ocasión a una criada, estando en 1562 en Alcalá de Henares, cuando tuvo un horrible percance. Tras haber regresado de la universidad donde se suponía que los maestros le daban excelentes notas solo por ser el príncipe de Asturias (ay, desde entonces se cocían esas habas!), se abalanzó encima de la bella criada con tan mala suerte que rodó escaleras abajo abriéndose un hoyo en la cabeza.
Lo llevaron inconsciente a la cama, y el médico de cabecera le hizo trepanaciones que no sirvieron de mucho. La cabeza se hinchó y perdió la vista por días. Felipe II se retorcía las manos, y pidió como buen fanático religioso que los monjes franciscanos trajeran como reliquia milagrosa el cacaste de un tal Fray Diego muerto 100 años antes. La momia del fraile fue acostada al lado de Carlitos, quien sin duda debió haber preferido que le acostaran a la criada de sus anhelos. Quizás por el susto de haber compartido cama con una momia, Carlitos se mejoró poco a poco. Recuperó sus inclinaciones sádicas, y cada chica que buscaba salía sopapeada.
En la primavera de 1564 llegaron unos primos austríacos para buscar cómo casarlo con Ana, Archiduquesa de Austria. Ya había serias sospechas que Carlitos era impotente y aunque Felipe II hizo traer los mejores charlatanes para garantizar que su hijo funcionara (tomando en cuenta que no había Viagra), nunca se supo si el pobre tarado alguna vez lograra funcionar como macho. Los primos austríacos se fueron espeluznados.Las atrocidades de Carlitos se hicieron cada vez más insoportables. Zurró a un cardenal, escupía en la cara de nobles y plebeyos, rostizaba desde ratones hasta perros finos, y soltaba los peores improperios. Felipe II no sabía qué hacer con su hijo. Carlitos trató de involucrar en un complot contra su papá a su tío Don Juan de Austria (el héroe de Lepanto y hermano bastardo de Felipe II), pero el real espurio le fue con el cuecho a Felipe II.
Carlitos hablaba de "matar a un hombre", supuestamente su propio padre. Felipe II, desoyendo las súplicas de su mujer Elisabeth, hizo confinar a Carlitos a la torre del Castillo Arévalo, donde había languidecido su tatarabuela loca Isabel de Portugal (madre de Isabel la Católica). Prohibió que mencionaran a Carlitos en las oraciones, y le escribió al papa excusándose porque Carlitos era "altamente defectuoso."Carlitos aislado trató de hacer huelgas de hambre pero le obligaban a tomar sopa. Trató de envenenarse tragándose un anillo de brillantes, ya que él afirmaba que los diamantes eran venenosos.
El 9 de julio de 1568 los nobles del reino, tras no permitirle defensa alguna, lo sentenciaron a muerte bajo acusaciones de traición, complot para hacerse rey de los Países Bajos y planes de asesinato contra su padre Felipe II. Carlitos hervía de fiebre y vomitaba como geyser viviente. Se desnudó para echarse en un charco de agua en su celda. Pidió repostería y se la llevaron: un enorme pastel que al parecer fue rociado con veneno por órdenes de Felipe II. El 24 de julio Carlitos apareció muerto. Hay conjeturas que indican que las sopas que consumía Carlitos también llevaban veneno. Se anunció que Carlitos moría por culpa de sus propios excesos.
Elisabeth, la esposa de Felipe II, lloró tan amargamente que Felipe II le prohibió llevar luto. Estando embarazada Elisabeth, su salud se resintió y en octubre dio a luz prematuramente a un varoncito, muriendo ambos como un pavoroso castigo divino para Felipe II, quien no lloró mucho a Elisabeth y en 1570 habría de casarse con la archiduquesa Ana de Austria, su sobrina y por cierto la mujer que originalmente estaba destinada para el finado Carlitos. Felipe II de esta forma pasó a ser juzgado por la historia en mala compañía como la de Iván El Terrible y Pedro El Grande de Rusia por la culpa de la muerte de su heredero.
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