Emperador José II de Habsburgo

Emperador José II de Habsburgo
Al volante de la Máquina del Tiempo

Adelante internautas

Yo soy el Emperador José II de Habsburgo, gato quien gobierna desde el éter a su madre humana, la historiadora nicaragüense Cecilia.Hoy que se cumplen 6 años de mi ingreso triunfal al paraìso gatuno,donde fui coronado como emperador, mi madre hizo este blog en honor a mi memoria. Aquí voy recopilando el trabajo de mi madre en tres categorías: temas de la historia, personajes célebres y su obra cuentística y filosófica. Cualquier pregunta que deseen aclarar, tenéis el email cecilmundo@gmail.com para hacerlo. Ahora, a servirse la mesa.Bon appetit! Emperador José II de Habsburgo

Emperador navegando en su máquina del tiempo

Emperador navegando en su máquina del tiempo
en brazos de mi partera

domingo, 29 de noviembre de 2009

Vol de Jour






MUNDO DE CANICA(VOL DE JOUR)
MERCI Antoine de Saint Exupéry, je vous remercie Silvio
EL ARTE ES UN ARMA CARGADA DE FUTURO. William Shakespeare.
“Vuelo hacia vos, y no sé si el vuelo y la anticipación de verte es por fin más que el arribo.”Antoine de Saint Exupéry, aviador y escritor francés
“No fue hasta que vi la mirada transparente, fija, tan inmensamente azul que me di cuenta que estaba predispuesta desde la cuna para pasar por este experiencia tan extraordinaria. Yo había sabido desde chavala, desde aquel incidente con las canicas multicolores de mi papá supersticioso, que iba a vivir en un mundo de canicas. Chibolas, les llamamos en Nicaragua, trocitos de mundo le llamaba un entrenador vietnamita que tuve y al cual aprendi a adorar sin que ninguno de los dos nos enterásemos, sino hasta el momento que se fue para Vietnam de nuevo. Pero antes del vietnamita, antes de este vuelo de día que ha sido como una pequeña serenata diurna y que me perdone Mozart por usurparle el título, las canicas de mi padre me habían marcado el destino. Siendo hija de un judío irlandés que estuvo en el Desembarco de Normandía, tuve que acostumbrarme a su sentido del fatalismo que caracteriza a judíos y árabes por igual, y saber que tenían ritos supersticiosos para todo. Es curioso que alguien quien creció con rugby en su país de origen se hubiera hecho tan fanático del beisbol y en particular de los Indios del Boer. Amaba con una pasión leonina a dicho equipo, y lloraba en público si perdían…ese era mi señor padre.
“ Antes de cada juego de su equipo, enterraba dos canicas.-de colores distintos a los que había enterrado la ver anterior, pero siempre de las más caras que el dinero pudiese comprar en los mercados- y con eso garantizaba la victoria del amado equipo. En la temporada beisbolera de aquel entonces que yo tenía trece años, mi padre ya había enterrado alrededor de unas 50 canicas o más en el jardín donde mi madre sembraba sus Príncipe Negros, Philadelphias, Oro de Ophir, Triunfos del color pálido rosa del interior de una concha marina, Rosa de Paz y aparte de las rosas de distintas razas, las vistosas gerberas. Ese año mi madre cometió el disparate de creer que los tulipanes podrían florecer en el trópico, compró a precio de oro varios bulbos de dichas flores turcas y le dio la orden a don Pedro, nuestro gentil jardinero valetudinario, que le preparase un trecho de tierra por debajo del porche de la casa, pues ella personalmente plantaría los bulbos de tulipanes ahí. Al preparar la tierra con fertilizantes, don Pedro se halló con la sorpresa que habían casi sesenta canicas plantadas ahí y se asustó.
“el jardinero le dijo a mi madre que sepa judas qué brujería estaba practicando mi padre, tomó las canicas, las metió en una bolsa y se las dio a mi mamá, quien las guardó por someter a su esposo a una interrogación peor que los autos de fe de la Inquisición española. Da la mala casualidad que esa tarde jugaban los Indios del Boer en la noche y mi padre se había ido al estadio conmigo pues yo era quien lo atendía desde una enorme hielera en forma de iglú donde mi madre le empacaba toda suerte de bocadillos y golosinas. Esa noche el equipo predilecto de mi padre perdió 6 a 2 y el autor de mis días lloró como plañidera en público mientras yo me moría de la vergüenza y trataba de esconderme detrás de la enorme hielera. De regreso a casa, faltaba lo peor. Mi madre lo abordó iracunda con la enorme bolsa de canicas exigiendo la verdad y solo la verdad poniéndole la mano sobre el libro de El Capital de Marx(mi padre era ateo y marxista y por ende no se le podía pedir la verdad jurando sobre la Biblia, el Torah o nada parecido). No recuerdo haber visto a mi papá tan pálido como cuando mi madre le presentó la bolsa de las canicas. Comenzó a gruñir que por culpa de mi mamá habían perdido los Indios del Boer, por desenterrarle las canicas, que no era culpa de don Pedrito, y que se habían cagado en él como fanático. Explicó con asomo de sonrojo su creencia que las canicas traían buena suerte al equipo favorito, que no había realidad científica pero en algo había que creer aunque no en dios, agarró la bolsa de canicas y maldijo a los tulipanes. En efecto, los pobres bulbos nunca llegaron a florecer y mi madre casi llora al ver a los zompopos salir encebollados cargando los embriones de tulipanes que nunca llegaron a nacer, siendo ésta una locura que a mi madre le costó más que un collar de malaquita. Mi padre esta vez re-enterró las canicas, más otras 4 más de desagravio, en otro lado del vasto jardín- sospecho que bajo el árbol más grande de icacos, pues mi madre se burlaba diciendo que nos iban a salir en el postre de icaco en miel que ella hacía. Las canicas…vaya pues. La lección estaba aprendida, pero jamás me hubiera imaginado qué tipo de dividendos yo iba a ganar en el futuro. Si hubiera sabido, hubiera tratado de luchar contra el kismet, el sino, el destino?
“Mi padre estuvo en la Royal Air Force (RAF)como piloto de combate y participó en la Segunda Guerra Mundial. No era tanto que él quisiera que yo fuese una réplica femenina de él, sino que seguir sus pasos era lo más normal y se sentía tan cómodo, tan genuinamente yo. Fue un placer ser ganadora de medallas en pesas, kendo y lanzamiento de la bala como él, pero la decisión de ser piloto de combate resultó uno de los pasos más difíciles de mi vida, no porque yo no quisiera serlo, sino por el país donde vivíamos. La única piloto femenina, una hermosa militar morena llamada Zayda González, había perecido en un accidente aéreo a inicio de los 80 y desde entonces no habia existido otra. Entre las clases extras que mis padres me pagaron estaban unas de vuelo con un piloto de una aerolínea comercial, y así aprendí el manejo de avionetas fumigadoras cuando era apenas una adolescente. Me bachilleré a los 15 años y ya podía hablar varios idiomas y pilotear avionetas. Tras haber sido enviada a Inglaterra me di cuenta que estaba destinada para la aeronáutica y dejé la carrera de filosofía. Me entrené en el manejo de aeronaves Cuando retorné a mi país años después me di cuenta que las cosas eran muy distintas para los que deseaban ser pilotos militares. La mayor parte de ellos habían recibido la debida preparación teórica, sabiendo de motores, aerodinámicas, fuselaje y tras haber sido la carrera de solo un año con el requisito preliminar de ser bachiller y estar en óptima salud, ahora eran tres años de carrera y para los pilotos militares comenzaban ya para entonces desde finales de los años 90 por ser cadetes en la academia militar del ejército. Aunque no había requisito de estatura mínima sí pedían que no hubiera anteojos de por medio. El inglés era un requisito que se pedía pero que pocas veces se tomaba en cuenta a como debía de ser. Yo con mis casi seis pies de estatura y la coloración oscura de irlandés negro de mi padre me sentí como Blanca Nieves rodeada de sus adoradores enanos cuando fui a parar a la Fuerza Aérea, y en realidad para ser sincera no estaba tomando las cosas con la debida seriedad. Había heredado una granja repleta de cítricos al lado de Niquinohomo, un legado de mi tío Juan quien murió solterón y tenía la idea de experimentar genéticamente con algunos árboles fruteros me llamaba la atención. Si alguna vez alguien se hubiera atrevido a insinuar que mi propia genética iba a ser alterada le hubiera dado muerte con una hulera.
“Mis viejos como que olían que iban a morir pronto que les dio prisa por “dejarme colocada”, a como ellos llamaban al matrimonio arreglado a como se acostumbraba para los judíos de antaño. Dado que desde niña me habían acostumbrado a la idea de que no iba a casarme por amor, el concepto del matrimonio para mí fue como el gusto adquirido por las aceitunas, que la primera vez saben a una montaña de sal y luego una hasta las echa al nacatamal aunque no venga en su receta original. Todo era relativo, y lo dijo Einstein, quien era tan judío como yo. Por eso la gente dice que los judíos venimos solo a joder al mundo. No había terminado de acostumbrarme a mi overol de piloto militar cuando mis padres me zamparon en un traje de novia que les costó un ojo de la cara, con bordados Richelieu y todo cuento, me consiguieron una chutzpah que parecía toldo de carretón de diligencia y me maniataron a Elser Kellerman, gordo, judío, de cuentas cómodas y cara de querube enojado. Así pasé a ser Madame Esther O´Malley -Kellerman, aunque nunca me firmé con el apellido que le costó a mi padre una buena casa como dote. Los intentos por conseguir descendencia fueron poco sabrosos e infructuosos, él se dedicó a su microfinanciera mediante la cual le sacaba en unto a los campesinos y microempresarios con préstamos de intereses leoninos mientras yo acababa mi entrenamiento. Me especialicé en helicópteros, generalmente uno entraba a la fuerza aérea y partían el lote de pilotos a la mitad, un tanto para los aviones y otros para los helicópteros. Me dio cierta risa cuando me dijeron que era imposible que volara estando gestante, pero ese no era un problema conmigo. Elser Kellerman y yo teníamos el matrimonio más perfecto posible ante las circunstancias de nuestro enlace: casi no nos veíamos y menos que nunca en la cama. No había araña, no podía haber telaraña. Elemental mi querido Watson hubiera dicho Sherlock Holmes. Por eso aquello de la vibración abortiva me dejaba fría. No era riesgo para mí. Estaba casi resignada al hecho que jamás tendría hijos.
“Poco después de la muerte de mis padres en un accidente aéreo, el gusanillo de la curiosidad me atacó. Ellos me habían casado para ver nietos, y se habían ido de este mundo sin ver cumplido el anhelo más grande de todo padre de familia. Me adentraba en mi especialidad, aprendía con una velocidad pasmosa. Tenía una curiosidad sin límite. No en balde había tenido un ascenso meteórico.
“Una tarde mientras miraba que le acomodaban artillería a un helicóptero en el cual había volado con asientos para VIP el día anterior me pregunté si mi estado personal no era casi como el de una cotorra. O el de una lesbiana casada, aunque nunca me gustaron las mujeres. Volaba helicópteros MI17 y aunque nunca nadie se había molestado en ponerles otra cosas que no fuera placas y numeraciones a los tantos aparatos, y tampoco a los casi 20 aviones tenían nombres, yo comencé a llamarle Brian Boru-como el rey inglés que fue ancestro de mi papá-al que yo más frecuentemente volaba. Una noche casi a escondidas me llevé una botella de vino Anjou Rosé y la había estampado sobre el helicóptero, soy tu Ban Righ, tu reina, Brian Boru le dije en el poco galés que yo hablaba como parte de mi herencia celta. Una lágrima cristalina me asomó a solo un ojo. Un rito católico de bautismo hecho por una judía más creyente en el marxismo que en dios. Cómo hubiera sido ponerle nombre a un hijo.
“Al día siguiente tuve programado vuelo, Brian Boru estaba recibiendo su mamila de 2,785 litros de un combustible llamado Jetta-1, una sustancia de alto octanaje que mas bien parecía gas. Irían conmigo el co-piloto, el técnico de vuelo y unos cuantos oficiales. En la cabina a la izquierda iba yo, a la derecha el copiloto y en medio como salero iba el técnico de vuelo. Antes de entrar a la nave, le habíamos dado el chequeo de 360 grados, viendo que todo estuviera en orden, como cuando el Garfield de las comiquitas le da una vuelta al trozo de lasagna que va a consumir. Es un acto gatuno, ejecutado ya en el overol rutinario. Era una réplica de la vuelta que daba mi gato angora en casa a la vieja espineta que nunca aprendí a tocar bien. En misiones llevando a ministros o mandatarios, era posible llevar puesto el uniforme de gala, con su forro de seda capitonada que daba un calor arrecho. No me había gustado la broma de Elser Kellerman me dio en una ocasión en que volé a un vicepresidente sudamericano, diciendo que era muy práctico volar en traje de gala porque si se descachimbaba el aepopló(nunca les quiso llamar helicópteros) ya solo lo echaban en la caja a uno porque de todas maneras a los milikos los enterraban siempre en traje de gala, eso si quedaba algo que enterrar o uno no quedaba como los pollos para freír que los venden en piezas.…así se ahorraban tener que vestir al muerto en otra cosa, y fue cuando le dije que por eso nos odiaban a los judíos, por ser pinches y no gastar en nada extra, porque si todos los maridos judíos como él fuesen mujeres lavarían los paños sanitarios de una regla para usarlos en la siguiente. La sonrisa se le había quedado congelada en el rostro de luna llena a mi pobre esposo. No le gustaba que algo tan mínimo como una mujer, por muy propia que fuera, le ripostara. Quiso disimular diciendo que lo mismo pasaba con los tuxedos o smokings, que los hombres los usaban, de todas religiones, siempre que les fuera a pasar algo horrible, como casarse, ser electos presidentes o ir en un ataúd cuya comodidad ya no sentían rumbo al cementerio. No le quise decir que vivía en un mundo ficticio donde todo se medía por términos como débito y crédito sin pensar en cómo comerciaban con la miseria humana de nuestros paísitos subdesarrollados.
“La planta eléctrica en tierra que se usaba para energizar al aparato estaba ya lista, el técnico había chequeado todo y ya estaba conectada la planta para el arranque. Los pocos oficiales que iban con nosotros estaban ya en sus lugares. Calentamos por un minuto mientras comprobábamos los sistemas. Hice la comunicación con la torre de control, di el plan de vuelo, y se hizo el taxeo hacia la pista principal para el debido despegue. Una vez en la pista pedimos autorización a la torre central para despegar. Con el bastón colectivo cuyo movimiento es de arriba abajo se incrementó la potencia y movimiento de las palas o aspas.
”Es increíble como la destreza nos hace un poco autómatas. Me sabía mejor que la palma de mi mano las palancas y maniguetas que lleva un helicóptero. Los dos pedales que gobiernan la dirección hacia los lados, el bastón cíclico que va al centro para regir el medio que controla las aspas que el aparato como corona móvil. El despegue en vertical daba lugar a vuelo estacionario de 3 a 5 metros por encima del suelo por unos instantes. Se daba el último control de parámetro, el bastón colectivo hacia arriba, el pedal derecho para controlar qué giro daba la nave. El bastón cíclico se fue hacia delante bajo la mano y la nave salió volando hacia adelante en vertical. Se podía despegar de corrido como avión, pero esta vez despegué en vertical. Una vez Elser Kellerman me preguntó si tenía palanca de retroceso y me había hecho estallar de la risa. Por supuesto que no la tenía, pero solo en la mente criminal de un usurero podría caber semejante idea tan descabellada...
“Nada se compara con el sabor del aire lavado por la lluvia reciente. En tierra yo ya había preparado el vuelo, trazando la ruta, ya que el vuelo se había hecho bien planificado. Sobre un mapa se habían marcado las coordenadas del punto de partida y de el de arribo, ingresándolos al GPS(sistema de posición global). Este era un navegador y era usado rutinariamente como instrumento de navegación. Ibamos para el Castillo de la Inmaculada Concepción sobre el Río San Juan, el mismo donde la mozalbeta mulata Rafaela Herrera a sus 19 años había defendido la provincia de Nicaragua contra los piratas inglesas para un rey que no solo no le daría las gracias sino que le restregaría en la cara el haber nacido al otro lado de la cobija matrimonial, bastarda sin derecho a nada en aquellos crueles tiempos…
“ Habíamos visto el sitio que era nuestro punto de arribo desde lo alto, perdiendo altura poco a poco conforme el uso del bastón colectivo hasta una altura de 15 a 20 metros donde hicimos un vuelo estacionario antes de aterrizar una vez que se había bajado el bastón colectivo. Salimos raudos, agachando las cabezas por medida de seguridad, demasiadas películas a lo Rambo donde habíamos visto que las cabezas salían volando cercenadas.
“En esta vez no se había planificado ningún salto departe de los oficiales. Los saltos se daban a alturas desde 600 a 1200 metros para caída libre(o sea cuando uno soltaba el paracaídas por cuenta propia). Había un poco de lluvia pero no neblina. En una ocasión en que yo había hecho un salto libre en la misma zona casi había caído cerca de donde un enorme cuajipal almorzaba saber qué criatura que le había caído en fauces. Esa vez anterior andaban conmigo una veintena más de oficiales, y uno había hecho la mitad del vuelo en el inodoro pues el estómago lo llevaba jugado del miedo. Yo lo había tratado de alegrar recordándole que contara las luces que tiene un helicóptero, 3 de navegación, 4 de formación, una de taxeo y dos faros para aterrizar, y que no dijera caballadas porque nuestros helicópteros no acuatizaban, sino que aterrizaban solo en tierra. El joven teniente solo había tenido tiempo de decir que con todas las luces prendidas el aparato parecía un árbol de navidad barato antes de ir a sacar otro medio litro de bilis, dándole gracias a su dios que este helicóptero tenía cagadero.
“Una vez concluida la misión en el Castillo, nos habíamos vuelto a preparar para salir, esta vez de regreso a Managua. Una súbita tormenta violenta que casi oscureció por completo lo que habia sido un día muy soleado pareció aparecer de la nada. Ya estábamos en el aire y esperábamos poder viajar más rápido que las enormes nubes negras cumulonimbos que amenazaban sobre el horizonte. El copiloto me había insinuado que solo una mujer podría ser tan impulsiva, y que hubiera sido mejor esperar. Lo oí musitar entre dientes, qué se puede esperar de la teniente coronel, judía y mujer, rechinada por ambos lados. No quise entrar en disputa con él. Tenía una sensación extraña de urgencia, de salir de ahí lo antes posible, porque algo azul se cernía sobre mí. No pude abrir la boca y confesarle a los oficiales que nos acompañaban cómo eran las coordenadas de la sensación atosigante de miedo que sentía, no de volar, ni mencionar la idea que una extraña presencia externa pero cálida se apoderaba del ambiente dentro de la aeronave, porque nunca sentí miedo de eso. Era un sentimiento raro, una premonición de acecho que tenía que ver con mi huesera, con mi carne femenina como tal. Una impresión que me estaban viendo desde adentro, una paranoia de los músculos, un escalofrío de la sangre que desafiaba descripción. Una ballerina esperando entrar a escena para dar los 32 giros continuos del acto segundo del Lago de los Cisnes, sabiendo que era la culminación y ordalía a la vez.
“Una inmensa esfera azulada, como réplica del globo terráqueo apareció ante mis ojos, disminuyó de tamaño pero no de brillo, luego otra igualita y pude ver que era un par de ojos más celestes que la esencia del azur jamás visto. Azur, el azur divino de Rubén Darío. Recordé las canicas supersticiosas de mi papá, pero eran de material inanimado. Estos eran ojos, y estaban vivos, y un hilito de sangre parecía derramarse de uno de ellos. Me percaté que mi copiloto iba dormido profundamente, y el técnico de vuelo como en estado de trance, pero siempre en medio como salero reinando una mesa. Nadie parecía estar respirando, y abajo las aguas del Cocibolca ya no eran azuladas o sucias sino como un torrente de vino tinto, o sangre.

“Si me preguntan cuánto duró el instante no les puedo decir pues ni yo misma lo supe. Mi mentón fue tomado en unas manos suaves, sedosas, de uñas transparentes. Una suave lasitud se apoderó de mí. La nave parecía balancearse suavemente en el aire, como una pluma de ave que lentamente cedía ante los inevitables requiebros de la gravedad. Fui cayendo en un sopor tranquilo, como que inhalé un éter que solo podría ser la ambrosía de los dioses, y el néctar de la vida fluyó por mí. Antes de perder el conocimiento, un destello azulado y aquel rostro de ojos azules, sonriendo como si fuera un angel extraviado, se fijó en mi memoria para nunca más salir de ella. La sensación de la piel de este ser se quedó archivada en la punta de la yema de mis dedos, y el olor detrás del cartílago donde mi nariz se funde con el hueso. Busco perfumes para obliterar ese recuerdo aromático y aún así no lo logro.
“Estoy contando el cuento porque sobrevivimos todos intactos a ese extraño trance. Bueno en mi caso, casi intacta. De algún manera nos percatamos que salíamos del sopor y los instrumentos de vuelo de alguna manera nos llevaron hasta el punto donde vimos la población de Tipitapa y los reflejos del Momotombito en las aguas oscuras del Xolotlán. Estábamos por llegar a Managua cuando estuvimos conscientes. El aire dentro del helicóptero parecía estar poblado de trocitos de diamantes, centellas como luciérnagas diurnas, y digo diurnas porque apenas el sol comenzaba a despedirse por el horizonte del ocaso. Aterrizamos y todo pareció normal. Por acuerdo tácito, nunca expresado, jamás hablamos de la experiencia inesperada que tuvimos de la nave. Sería un secreto colectivo, si algo así podría existir.
“Meses más tarde, a mis cuarenta y cinco años, perdí la regla y no era la entrada de la menopausia. Elser Kellerman, con quien no había tenido intimidad desde una semana antes de ese vuelo extraño, debatió consigo mismo entre repudiarme y quedarse callado, ganando como siempre el terror a lo que digan los demás, la lucha por la respetabilidad burguesa a toda costa, el amor a las pantallas y la sociable afición a los sepulcros blanqueados. Nunca más lo volví a tocar, y era extraño estar embarazada sin síntomas ni malestares. Una blanda cortesía nos ataba tan fuertemente a como nos unió la tradición y el amor a seguir obedeciendo costumbres por las cuales dicen que los judíos somos tan odiados y considerados tan criminales como por lo que hace Israel en la Franja de Gaza. Quién diría que el bebé Kellerman que heredaría la microfinanciera que se nutría de la sangre de los más desposeídos no llevaba una gota de sangre del orgulloso propietario? No he vuelto a volar y aguardo el nacimiento de la criatura.
“Me mantengo en mi oficina con buen escritorio y al llegar a casa, mi gato de angora parece presentir que algo extraordinario me sucede. Creo que me tiene un poco de lástima, pero prefiere disfrazarla de respeto. A diario, las pesadillas se apoderan de mi mente y me hacen ver toda suerte de manos deformes, cuerpos tarabiscoteados y piernas torcidas. A veces mientras me inclino sobre mi pequeña refrigeradora de oficina para sacar té de mi pichel siempre lleno, o estiro las manos sobre mi vientre cada vez más abultado, una sensación de inquieta paz viene a anidarse en mi torrente sanguíneo. Pero en algunas pocas noches al mes el recuerdo de unos ojos azules como el globo terráqueo, a como lo vio Yuri Gagarin en su vuelo espacial admirando lo bello que es el mundo, navega por sus propios senderos hacia mi memoria y me reconforta, recordándome que este es un mundo de colores iridiscentes, un mundo de canica en el cual por fin tendré el honor de ponerle nombre a algo que no solamente es un adorado trozo de metal. Sé que volveré a volar, que sobreviviré al parto, aunque en mi descendencia se plasme la sombra que tiene el lado oscuro que no vemos de la luna, con su brillo opalescente que admiré por primera vez en las canicas de la suerte de mi papá, y que conocí personalmente por breves instantes en una tarde de tormenta durante un vuelo ordinario y extraordinario a la vez.”
Cecilia Levallois
29 de noviembre de 2009, en vísperas del Día Mundial del Historiador, a prueba de mala música(ruido), tareas “propia de la mujer” y demostrando que uno aprende mucho como maestra también de sus alumnos.

domingo, 8 de noviembre de 2009

LICENCIAS DE ESCRITOR




QUE SIEMPRE QUE TU LLORAS(LICENCIAS DE ESCRITOR)
“Que siempre que tú lloras, lo siento yo en el alma.” De Carta de El Soldado Desconocido, Salomón de la Selva
DICHOSO el árbol, que es apenas sensitivo,
y más la piedra dura porque ésa ya no siente,
pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo
ni mayor pesadumbre que la vida consciente Lo Fatal, Rubén Darío

“Al estar ahí, desvalida y fuerte a la vez, boca abajo, con anestesia local donando la savia roja de vida para que tu pariente leucémico Lorenzo pudiera seguir viviendo gracias a tu médula, no tuviste ni un asomo de idea de cómo ibas a descubrir los extraños nexos que tienen los seres vivientes. Y ni qué hablar de los nexos entre el que quedó llorando a escondidas y el que se fue con un racimo de lluvia otoñal.
“Las generosas lunas ámbar de tus nalgas expuestas, el frío del metal sobre el cual te habían puesto como un trozo exquisito de filete para ser consumido, yo sé que vos no pensabas en nada más que en ser útil. Siempre fuiste así, Gibraltar Delalande, aún cuando llegaste a mí en aquel fatídico año 2001, con el ego más lleno de espinas que un erizo y un costal de confusiones más repleto que todos los monos traviesos que viven en el peñón mediterráneo cuyo nombre te fue dado por el loco genio que fue tu papá. Tu majestad de infalible había sido lesionada, no era para tanto, pero te lo tomaste muy a pecho cuando en ese año llegaste con la autoestima abollada, a trabajar conmigo, y eso te hizo aún más perfeccionista. Estabas dispuesta a crear las obras más completas e impecables y yo, como gerente de la empresa donde se iban a hacer tus cybersitios, supe aprovechar al máximo tu impulso. Ibas a demostrarle a todos que estabas hecha del más fino acero creativo, y yo que ya había coleccionado tu obra impresa, me reía del gusto porque sabía el calibre que portabas y no se me pasaba por la cabeza que nadie, tuviera pelo azabache o no, pudiera dudar de la espesa calidad que tenías y no solo a nivel intelectual. Solo me limité a zurcirte el ego, plancharte la verruga del despecho y pensar que la vida era irónica, brindando dientes a quienes a veces preferían ayunar, o comer carroña. De primas a primeras, creo que entendiste la risa que me causaba aquellos que no merecían tener buena suerte.
“ Andabas en ese veranillo hipnótico e irresistible que es una hembra bien sazonada a punto entrando a la deliciosa cuarentena, y desde hace rato tenías esa humildad militante de querer servir a los demás. Impresionante, me dije mientras te aprovechaba al máximo ese brioso caudal de ideas, imágenes, textos, y sabiduría que traías con vos como una orgullosa prometida con la dote más prodigiosa. Por eso ahora, 8 años más tarde y en un octubre de gotas grises, no me sorprendería jamás encontrarte ahí en el hospital militar, ofreciendo tu médula ósea para salvar la vida de tu tío quien fue un segundo padre para vos mientras te doctorabas en Europa, sin miedo a sentir molestias ni pavor ante el nexo que estabas formando. Dejabas todo para servir con lo más caro, tu propia salud invencible, extrañando al alumnado para quien eras Inti el Dios Sol Inca, el chance de ganar más dinero con traducciones libres, y ahí estabas. Aprendiste de la lección que yo te enseñé, aunque fuera tarde cuando a mí personalmente ya no me servía, y habías sacado tiempo de donde no había para dar por los demás. Un brote como de deliciosa pitahaya salía de la parte gruesa de tus huesos ilíacos, la savia colorada para alargarle la vida al adorado viejo Lorenzo cuando le trasplantaran tu médula incongruentemente juvenil extraída de tu organismo de cincuentona. Hubo dolor? Nadie se dio cuenta. Yo gravitaba viéndote, con ganas de tomarte la mano, de decirte algo reconfortante, preso en esta inercia que me aqueja y que es lo más indescriptible. Ni te pregunto si lo hubieras hecho por mí porque sé la respuesta contundentemente afirmativa. Y ahora, sabiendo cómo fueron las cosas después que vos y Lorenzo quedasen ligados el uno al otro por los laberintos de la química corporal, me pregunto si un nexo así no hubiera sido la esclavitud más exquisita, estar perennemente ligado con vos sin que hubiera poder natural o sobrenatural que me apartara de vos.
“No voy a negar que siempre he estado pendiente de vos. A como fui el mismo que llenó el piso superior de la empresa, el rinconcito donde vos trabajabas, con un caudal de flores el día de tu cumpleaños-recordás que no te habías dado cuenta qué día era y preguntaste quién se había muerto pues parecía funeral de mafioso todo ese alud de flores?- en realidad nunca me he podido ir de vos. He hecho de todo por vos, arriesgando hacer el ridículo incluso… desde ordenar tantas flores para no fallar pues aún no me habías platicado de tu predilección por los girasoles, hasta lanzarte ese vaso de vidrio con agua cuando diste la espalda allá en el hospital, dejándome a mí tirado en el lecho de enfermo porque tenías que cumplir con tu horario de maestra. En mi larga carrera de manipulador de sensaciones, de amo de los sentimientos ajenos, de soldador de voluntades y de prestidigitador de las coincidencias, confirmé que todo Napoleón tiene su Waterloo y vos fuiste el mío. Entendés por qué nunca podré soltarte, pese a lo que se diga o lo que se crea o se afirme que no existe? Soy la sombra de tu hombro izquierdo, la presencia que ningún espejo cuerdo registra, pero eso no me borra. Vi cuando la savia útil que donaste fue inyectada a tu afligido pariente, y casi a ojos vistas comenzó a perder ese aspecto santamente demacrado que tienen los leucémicos. Sería que él también quedaba conectado a tu vitalidad..?De eso no habría ni la menor duda, a como confirmaste después de todo, una vez que él hubiese tomado su avión de vuelta para Ruán, llevando tu impulso en su organismo, el hálito a incienso y jazmines que deja marcado a quien se te aproxime, y luego que él te hubiese llamado para decirte que tranquila, que tu Lorenzo estaba bien y en casa, atendido por su esposa y gatos y se sentía como nuevo. Regresaste al aula de clase consciente de cuánto habías extrañado a tus alumnos, de lo mucho que significaba estar en buena salud, aunque el ligero cansancio te recordaba, a como te había advertido el médico que atendió a tu tío Lorenzo, que habías regalado vida y que tomaría un poco de tiempo para volver a ser la hiperkinética gallinita de guinea que siempre has sido desde el vientre materno.
“Será verdad que la mariposa jamás olvida que fue gusano? Te pasó a vos o fue parte de esa nueva vitalidad que recuperaste tras haber donado médula ósea? Quiero pensar, me conviene más, me da más paz creer que fue un sentido quizás un poco equivocado de venganza lo que te llevó a confirmar las consecuencias de haber dado más allá de la vida. Era demostrar que Gibraltar Delalande siempre se salía con la suya aunque fuera tarde, como decía el genial Mario Puzo, “la venganza es el manjar de los dioses y mientras más fría se come más sabrosa es.”? La curiosidad científica que siempre se ha cebado en vos iba a quedar peor después de todo. No te detuvo estar con los ojos cansados de una enorme traducción de tantas páginas, ni tener 30 exámenes que corregir esperando en casa y allá fuiste, después de lo que Kelvin creyó sería el punto final de una orquestación perfecta de convencimiento, apelando a tu sentido del honor cuando quizás eso era lo que ibas a perder por breves instantes, recordándote tu palabra férrea, tu compromiso con lo justo. Kelvin Vazquez consideraba haberte merecido por su tesón, labia, constancia y no hay nada como la frase de un favor gratis y todo en la vida tiene una etiquetita de precio y quien debe la paga. Ciudadana, jugále limpio a Nicaragua hacía campaña la dirección general de ingresos y si todos pagan pagan todos menos y allá fuiste, señora de la corona del deber cumplido, patriota excelsa, a pagar una deuda contraída sepa Judas en qué momento de ese accidente constante que es el estar vivo, y en lo oscuro te preguntaste si de veras andabas tan a ciegas cuando en las lides del amor así como en las de la guerra todo aguanta la luz aunque sea del vulgar bombillo de Edison por no decir la del sol entrando subrepticiamente por el derruido tragaluz de la estancia. La oscurana apenas se disipaba luego, pero te preguntabas si era miedo de Kelvin Vázquez si descubría alguna huella física de tu reciente donación de médula, se hubiera muerto de un susto ver los moretes que te quedaron y que ya estaban desvanecidos para dejar solo un trasero redondo como las dunas del Sahara árabe?
“ Fuiste lo suficientemente honesta con vos misma para preguntarte, una vez que las fronteras regresaron a sus sitios y los ríos a sus desembocaduras si de veras eso era todo, una combinación de física, mecánica, y conjunciones con transiciones para disimular el desencanto, el olor a mustio, el sentido de no haber llevado a casa la mejor oferta del mercado. Ay jodido, Gibraltar Delalande, preguntándose por qué el mejicano Emmanuel lo había puesto tan concreto en dos de sus canciones, fraseando que largo fin de semana que vivimos todo en un instante y faltaban otros tres, o peor aún, “cuando no es contigo, me arrepiento malgastar así el amor.” Quién era el contigo que no conociste, o me pregunto con sonrisa maliciosa si yo pude haber sido el contigo si no me hubieran arrebatado de tu lado cuando faltaba poco para Halloween en aquel fatídico 2001 a casi dos meses del bombazo de las Torres Gemelas en Nueva York? Tenías ganas de reconocer el error, porque comerse un chocolate y no sentirle el gusto es un error, un pecado, una equivocación garrafal, y todo vuelo de las hormonas había quedado arrestado por la patrulla del sigilo, león visto por el cazador furtivo contra les leyes de Kenya pero león huidizo que salvó la melena. Los gringos fueron más precisos, cheles bandidos, con su frase de cajón wham ¡bam ¡thank you ma´am! A lo que los colombianos contestarían con el consabido éxito vallenato del Polvorete en la voz de Lisandro Meza.
“Quizás fue por eso que te escapaste de mear de la risa en tus pantalones cuando el Tío Lorenzo llamase para preguntarte si estabas bien, si jamás tuviste un soponcio después de donarle médula a él, si te habías llevado un susto o disgusto o algo porque él estaba como escribía Salomón de la Selva en su libro de poemas El Soldado Desconocido, “porque siempre que tú lloras lo siento yo en el alma.” A cuenta de qué venía el viejo Lorenzo describiendo la desesperada sensación de ahogo, la caída vertiginosa de la guillotina de sus sensaciones, el sentido de estar viendo un acantilado cuando eran las doce de la medianoche en Europa y en Nicaragua eran las cinco de la tarde y el sol salía raudo bajo una llovizna pertinaz hacia su cita de amor con la noche? Es omitir mentir? Le mentiste por primera veza tu tío Lorenzo, Gibraltar Delalande, y te supo tan a demonios que no te lo has perdonado a vos misma. Prueba de eso es que estás escribiendo estas líneas mientras el suave hervor de unos frijoles yace en tu cocina, y tenés miles de cosas más importantes que lanzar tus canas a la impresión por un puñado de dólares aunque este cuento ya te lo compraron de antemano para un revista literaria. Tu viejo pariente, tu bello Lorenzo, el padre substituto que te cuidó como propia, que hasta decía que hubiese querido ser mujer para haberte llevado en su vientre, se había percatado de tu desasosiego, de los nudos que produce el ahogo, de una ansiedad furtiva a prueba de confesiones y reconocimientos.
“Era tu médula ósea ya navegando en su organismo que se rebelaba, se emocionaba, que protestaba? Siempre que tú lloras lo siento yo en el alma, había escrito el poeta que está enterrado a la par de tu adorado Rubén Darío allá en León, y aunque jamás se te ocurriría llorar a vos por algo tan trivial en lo que tu esencia no participó, Lorenzo Delalande lo sintió y no supo explicarlo. Qué nexos se forman con la ciencia moderna, ahora esa es mi pregunta. Está el alma en los tejidos, en la sangre, en todas esas cosas perecederas que los gusanos se comen cuando bajamos a la tumba? Vos no creés en el alma, sin embargo. Sos atea, y me lo dijiste una vez que te llamé vida de mi alma, en aquel instante cuando estábamos pegando las fotos del rey Eduardo VII de Inglaterra y el zar Nicolás II de Rusia. Pero hay algo en vos que quiso volar y no alzó vuelo completo esa tarde mientras la lluvia amenazaba desde los rincones de un tono gris cielo que aún carece de nombre. Y tu tío, miles de millas de distancia y con 7 horas de diferencia, roncando suavemente al lado de su gata predilecta arriba de su sábana de seda, lo supo y le estropeó el sueño. Quedó desarbolado, afligido en lo contento, contento en lo desolado, y echándote de menos como cuando regresaste a Nicaragua tras culminar tus estudios. Vos por tu parte tuviste el alcance, abusando de los residuos de una confianza mucilaginosa y descartando los bordes de una indiferencia cada vez más galopante, de hacerle el comentario a Kelvin Vázquez, quien de seguro para tener un prendedor más sobre su ego viril, te sugirió que echaras a andar la idea en este relato.
“Y eso me activó. Hasta ese momento yo estaba pasivo en el éter invisible y me sentí ultrajado. De cuántas pocas cosas nos percatamos en vida, y luego tenemos todo la inmortal eternidad caduca para reflexionar y mordisquearnos la nada con saña. Cuando nos damos cuenta de tener las joyas de la corona, nos evita algo que las llevemos a una casa de empeño? Puede un topacio de Turquía, o un zafiro birmano, compararse con las chaquiras y lentejuelas putescas de un traje barato? Ojo, milady Gibraltar, hay quienes aún podrían persignarse ante un horno de perrerreques creyendo que es la catedral de Granada. O meterle un bodoque con poco queso al altar mayor de la Catedral de San patricio en Nueva York esperando que brote una redonda pizza… Confío que tengás el suficiente alcance para distinguir el sebo de la manteca. Creo que estoy siendo precavido más allá de la cautela, porque estás cojeando del mismo pie que me llevaste herido en 2001, pero esta vez ya no hay callos ni señas ni dolores con la lluvia. Yo te enseñé que el tiempo cura todas las heridas, aunque ahora necesito una dosis de ese mismo medicamente yo mismo, porque héme aquí, 8 años desde entonces, padeciendo por casi lo mismo más allá de las definiciones y los calendarios.
“Será que no hay peor dolor que el que se siente al estar vivo y no poder sentir aflicción, o molestias o punzadas del sufrimiento..?Estamos a como dijo Darío en Lo Fatal que dichoso el árbol que es apenas sensitivo? Estás vacunada de espanto, curada en salud, al margen del llanto? Atisbás con curiosidad pero con nada más a las pisadas del olvido que amenazan con hacerse más visibles, escuchás con un encogimiento de hombros la voz que se aleja, el frío tras la pupila negra porque las tuyas son color de tigüilote y nunca delatan nada, y te decís en buen nicaragüense que te vale verga y después de todo te das cuenta que es verdad, que la reina francesa Margot de Valois dijo algo veraz al sugerir que una tentación se acaba cuanto caés en ella. Es sosegada tu voz cuando le preguntás al médico sobre los límites de las posibilidades, si es real que alguien a miles de kilómetros de distancia sienta lo que te pasa a vos solo porque él ahora lleva una parte de tu cuerpo en su organismo a través de injerto de médula y están indivisiblemente unidos, y el galeno te mira con una rara mezcla de envidia y lástima porque vos tenés algo con que todo mundo sueña, quiere romantizar que ahora Lorenzo y vos son dos cuerpos unidos por una sola alma(así le llaman ahora a la médula ósea?) Tenés un nexo que no lo pudiste forjar ni en la cama ni en el trabajo con nadie, un cordón umbilical de tus poros hacia otra piel, una tarde de lluvia no te ató para nada, estás plácidamente libre para seguir adelante en la maniobra de la vida. Cuántas emboscadas, cuántas exploraciones, cuántas pruebas están por venir? Se percatará de todas ellas tu tío Lorenzo como en esta triste escaramuza en la cual el pájaro rojo de la conclusión lógica te dejó burlada? O lo burlaste vos a él porque vos no lo andabas buscando? Eso suena más como la realidad, habiéndote conocido tan bien tras tanta observación.
“Aquí he tenido el tiempo suficiente y más que suficiente para poderte observar a mi gusto y antojo, tiempo que antes casi no tenía ahora me sobra. Y mi estudio fascinante, desde aquella tarde lluviosa de julio del 2001 que el kismet te trajo a mí , express delivery a mi oficina, siempre has sido vos. Voy en pos de un doctorado honoris causa sobre vos, aunque algunas de las lecciones que el tiempo me enseña de tanto mirarte me duelan y sean más horribles que una lección de algebra fuese para vos en tu adolescencia principesca. Creo que en realidad los giros de la vida me garantizaron un lugar privilegiado en la galería de tus circunstancias, un sitio que quizás no hubiera obtenido si me hubiera quedado ahí mismo solo lanzándote vasos de vidrio porque no querías o no debías pasar más tiempo conmigo. Doy gracias a mis estrellas o mis pulgas el tener el privilegio de estar indisolublemente atado a tu indiscreta minifalda o tu virginal burka que tiene la divina concesión de rozar tu cara, aunque por andar de espión me lleve sopapos cuando menos lo espero. Y hasta me atrevo a dar un consejo, a opinar que ningún hombre genuinamente enamorado debería atisbar a la ventana de la esencia de la dama de sus suspiros, pero no me estoy quejando.
“Solo aguardo. Te veré cambiar de bufanda, o reírte a solas, y dar sin medida con ese corazón blanco y transparente que no conoce egoísmos, de genuina comunista a como ni Marx confesaría bajo tortura china haberte soñado. Las piedrecitas y guijarros menores del camino no harán mella en el andar tuyo, y mientras escribís esto afinás tu puntería de francotirador certero, siguiendo adelante como el escocés William Wallace quien decía que si caminamos hacia el sol las sombras quedan atrás. Es incluso un privilegio para cualquiera, llámese Kelvin o Marco Aurelio, el haber estado a la sombra de ese árbol raro que sos vos, o haber querido darte un poco de sombra en una tiniebla que no perdonaste. Mientras tanto, sigo aquí, calculando qué jugada maestra de ajedrez harás mientras no quiero ni parpadear, qué linimento de risas te untarás con ese humor inverosímil e irredento para que no te queden marcas ni quejas de los golpes que no quisiste dar por recibidos. Quiero cosechar el fruto de mis desvelos y observaciones cuando por fin ya vengás, sonriente y envuelta en tu túnica de pragmatismo y el pañolón de tu suave escepticismo, pues he estado al acecho desde esta nada y este todo que los vivos llaman muerte, y no me he perdido un solo segundo de tu camino cuyo bifurcación final te traiga directo hacia mí cuando exhales por última vez. Siempre, a como antes fui, tuyo.”Marco Aurelio Granados


a través de la pluma de Cecilia Levallois,8 de noviembre del 2009.


jueves, 7 de mayo de 2009

DELETED




DELETED
(EL MENSAJERO DEL REMORDIMIENTO)

“Dead is dead”(muerto es muerto)
Stephen King,en Cementerio de Mascotas

Lo que habría de acabar en tanta samotana y hasta duelo comenzó inocentemente con la llegada del mensaje por correo electrónico que Amundsen Torrijos Galliard estuvo esperando en ascuas por varios días, trayéndole por fin una sonrisa al rostro redondo apenas lo leyó. Esa era la solución para sus líos inmediatos. Releyó la comunicación proveniente de la revista española y se alegró más. Le pagarían 1500 dólares por una historia inédita, entre 6 y 8 páginas, de suspenso o terror, sobre un aviador. Era para la edición especial de año nuevo. Sería la segunda vez que le compraban materiales de esa revista española. No era que le fascinara escribir por encargo, pero en realidad iba a necesitar del dinero, y en Nicaragua donde los editores creían que le hacían una caridad a los talentos literarios con publicarles sus libros y luego quedarse golosos con todas las ganancias, ya la suma era histórica. Se consoló a sí misma que Wolfie, a como ella confianzudamente llamaba a Wolfgang Amadeus Mozart, también había tenido que componer el precioso concierto en do mayor para arpa, flauta y orquesta presionado por la necesidad, para unos diletantes de la nobleza menor residentes en París, y era tal la genialidad de Wolfie que había producido una gema sin costuras, con un movimiento lento que hacía soñar a los pocos versados en música, quienes tejían historias románticas sobre el andantino diciendo que Wolfie había estado loquito enamorado de una parisina y era un cadeau d ´amour. Lejos de la verdad, en realidad Mozart había concebido el concierto en formato de sinfonía concertante tan en boga entonces, en 1778, para el duque de Guines, Adrien-Louis de Bonnières, flautista de cierta monta pero de billetiza incumplida, quien lo tocaría con su hijita quien tomaba lecciones de composición con Mozart para no aburrirse de cazar moscas mientras alguien le proponía boda. El duquecillo nunca le pagó a Mozart por el concierto y éste, con tal de no perder a la chica linajuda como alumna, optó por callar en una época donde músicos como Mozart o el mismo amigo suyo José Haydn, a menudo eran vistos como criados y hasta los obligaban a portar librea. Y si eso me hacen a mí estos españoles, quienes a lo mejor siempre me verán como una mozalbete de las colonias, sobre todo por ser descendiente del cacique Yarrince, se preguntó con una sonrisa agria Amundsen Torrijos Galliard. Bueno, a la larga Mozart había salido bien librado con la posteridad, pues era una de las piezas más populares hasta la fecha, y aunque no se comió los reales, donde quiera que esté debe estarse riendo solo y no con la carcajada vulgar que el Milos Forman le asignó en la cinta Amadeus.
Siempre práctica, comenzó a investigar el tema, con recursos de internet, libros e historias de famosos aviadores como Yuri Gagarin(más conocido como el pimer cosmonauta que orbitó la tierra, poniendo a los gringos tan verdes de envidia que metieron su plata en la NASA) Otto Lilienthal-a quien le debemos el nacimiento del helicóptero a pesar que él mismo se deschincacó en un acidente-y su eterno favorito Antoine de Saint Exúpery. Pero el relato completo de lo que hace un piloto del momento en que se mete al aparato hasta que aterriza de nuevo no estaba en su poder. Qué maniguetas tocaba? Cuáles se apretaban solo en situaciones de emergencia? Cuál era la sensación en la boca del estómago al alzar vuelo? Todos esos detalles se le escapaban. Tenía dos amigos pilotos, uno de aerolínea y otro militar. Se enteró que el de aerolínea estaba en medio de una atroz batalla campal con su tercera ex mujer en los juzgados capitalinos, en uno de los divorcios más documentados de la historia de Nicaragua. No era prudente buscarlo. Al amigo y al caballo no había que joderlo mucho cuando estaba adolorido porque pateaba, decía la madre de Amundsen Torrijos Galliard.
Fue a la base de la fuerza aérea solo para que le contaran que el suertero del Mayor Néstor Morales andaba de nuevo de viaje, esta vez en Rusia, y volvía en dos meses. Ahora sí me jodí rico, pensó Amundsen Torrijos Galliard, saliendo de la base a toda prisa, con el pelo recién recortado como paje agitándose en tonos del caoba al rojo melado claro, el pelo de tigre que heredó de su mamá. Iba tan enojada que no se percató que un par de ojos claros la miraban desde una oficina. El dueño de los ojos se volvió a sentar en su sillón ejecutivo. Tenía dos de los libros que la mujer había publicado años atrás. Alcanzó el control remoto del aire acondicionado y lo apagó. Un extenso escalofrío recorrió el cuerpo flaco del hombre de ojos verdes. Alguien pisando su futura tumba? No era supersticioso, pero de alguna parte un ala de cuervo, negra como una duda inminente, le rozó la sien. Qué hacía la escritora ahí? Había leído algunos de sus cuentos. Lovecraft, Poe, incluso King se le quedaban chingos. Quizás porque al contrario de King, no habían decapitados súbitos, ni bebé Gage reventado por un furgón en Cementerio de Mascotas, o Cujo babeando asco en el libro del mismo título.
Fue cuando vio el enorme mariposón negro encima de la puerta de su oficina, adentro. La sangre se le heló en las venas. Llamó enojado a gritos a la encargada de la limpieza.
La vieja mujer llegó tan aprisa a como sus artríticas piernas le llevaron.-Diga coronel Vélez…
El hombre, hecho una total palidez, le espetó que matara al insecto YA delante de sus ojos, que eso era muestra de la chanchada en que mantenían las oficinas del cuartel, que no parecía una base sino una pocilga y que todas las afanadoras eran un atajo de marranas perezosas que siempre estaban prestas a irse más temprano. La vieja trajo una escoba y persiguió al animal, con el militar refugiado tras la puerta del baño que la oficina tenía incorporada.Cuando la señora por fin pudo matar el insecto oscuro fue éste a caer precisamente al escritorio del hombre encima de su celular, el cual sonaba en ese preciso momento. Quitáme esa mieeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeerda de ahí, vieja hijuepuuuuuuuuuuuuuuuuuuutaaaaaaaaaaaa, aulló iracundo el militar hasta que la sirvienta se llevó el cadáver del animalito. Nunca había visto en ese estado de pavor al coronel Jacinto Camilo Vélez, furioso sí, por supuesto, si solo así se manejaba y los soldados y otros oficiales le tenían una mezcla de odio, resentimiento y miedo. Ayudaba a sembrar el terror en todos la extrema delgadez, casi cadavérica del hombre alto, enjuto y feo, con un leve parecido al inglés Bernard Law Montgomery, vencedor de El Alamein durante la II Guerra Mundial, pero sin la maestría, humildad y destreza del héroe inglés.
Algo similar a una lluvia tierna salpicó la cara del hombre. Era llanto. De dónde? Por qué? Lo tenía todo, si todo era posible en Nicaragua. Su mujer le había dado 4 hijos,entre ellos el esperado macho que perpetuara el apellido, como si fuera un linaje ilustre de reyes Borbónicos o Habsburgos. La mujer ya estaba sometida, educada a que como militar él no tenía horario, y eso le servía para cubrir sus escapadas, virtuales o reales. Porque tenía chicas que le saciaran el más mínimo deseo, tanto en las universidades de garaje que tanto florecían ahora, como en el internet. Poseía una cámara web con lucecitas incorporadas, porque ya no veía tan bien, tenía 45 años de edad, y con ella gozaba a montones porque en la variedad estaba el gusto. Estaba suscrito a cuatro servicios de amigos o citas por internet para garantizar que si esta semana la exótica mozambicana estaba fuera del alcance, habría una gringa caliente lista para bailarle desnuda ante la webcam o una chinita de Hong Kong que estuviera dispuesta a todo. Por no contar con las nicaragüenses que estaban al alcance de una llamada, y que dijeran lo que dijeran, tenían que estar dispuestas para todo. El no era cualquier cosa. Entonces por qué esa sensación extraña de que todo acababa, así de repente? Quiso borrar de su mente la imagen del cuerpo apachurrado del insecto encima de su celular. El escalofrío volvió, esta vez con intensidad de convulsión. Recordó que había citado a una chica que había conocido en Fanbox para verse en uno de los centros comerciales de Managua. No tenía ánimo para ir. Ahí que se quedara esperando, no la iba a llamar, no quería ni tocar el celular. Lo tomó entre un trapo y lo metió dentro de su cartapacio. Tomó el cartapacio y decidió irse a casa. Que se quedara esperando la mujer citada, al fin y al cabo para eso eran las hembras para esperar. Para muestra un botón, su mujer. Era una empleadilla mal pagada del estado, en realidad él la mantenía y le daba el permiso de trabajar para que no lo anduviera espiando y tuviera un ficticio sentido de independencia, pero la había acostumbrado a un régimen de pecho de paloma, obediencia abyecta, a no chistar, y sería mejor que estuviera ya en la casa haciendo la cena, aunque en realidad no tenía ni apetito.
Amundsen Torrijos Galliard llegó a casa cansada y frustrada, pero se encontró con una agradable sorpresa. Le esperaba música de Bolling, la computadora encendida y un aroma a sopa china. Day? Estaba por fin convirtiéndose en gente su hija Dayfaeri Danae, quien nunca le reconocía características humanas a ella, y hasta se burlaba del apellido noruego del gran explorador que el padre de Amundsen le había puesto…Del baño salió Simón Wilson, su discípulo predilecto. Este joven y alegre mulato era vecino suyo y permanecía todo el tiempo que pudiera en la casa de Amundsen Torrijos Galliard. El joven le dijo que la sopa ya iba a estar, había cocinado para el marido, los dos hijos de la escritora y para ella y él. Era un prospecto de chef, un homosexual encantador y posiblemente un buen poeta cuando hubiese acabado la carrera universitaria. Ya le extrañaba a Amundsen Torrijos Galliard que ninguno de sus dos retoños hubieran preparado tan acogedor ambiente, si vivían matándose entre sí. Eran una pareja de gemelos, varón y mujer, bellos y talentosos pero completamente insoportables.
Una vez que la familia hubo cenado, Simón Wilson llevó de la mano a su profesora a la computadora. Entusiasmado, le mostró lo que había hecho. Amundsen Torrijos Galliard no quiso rechazarlo. Le había abierto un perfil en un servicio de citas y amigos. Forrado con fotos recientes, sus datos completos, y todo. Yo tengo uno, teacher y viera que me gusta. Sirve, y ahí puede promover su obra también, mire que por el que le armó su hija en Fanbox la conoció el editor español que ya la puso a trabajar en una ocasión y ahora de nuevo. Simón Wilson estaba tan entusiasmado que la escritora no tuvo ánimo para decirle que con costo podía ella lidiar con sus conocidos, que menos amigar con gente de otros confines del mundo. Con qué tiempo iba a hacerlo? Bueno, ni modo. No iba a desairar a su alumno, que era casi como un hijo adoptivo. El muchacho echó en su mochila el diccionario que ella le prestó, se despidió de la familia y se marchó. Había dejado abierto el perfil de la escritora en el servicio de citas y amigos. La mujer se sentó a curiosear un poco. Guardó el cd de Claudio Bolling cuando terminó de tocarse, y puso uno de Francis Lai, el que hizo la música de Historia de Amor. Tuvo que admitir que Simón Wilson había colocado buenas fotos suyas. Pero se percató del riesgo que tomaba. Había gente que afirmaba que esos servicios quitaban mucho tiempo, y para ella su tiempo era muy escaso y valioso. No lo visitaría muy asiduamente su perfil, aunque tenía que admitir que le había quedado precioso al mulato.
En dos días completó toda la investigación que necesitaba para su cuento, y Amundsen Torrijos Galliard se dio cuenta que estaba ahogada por un cuello de botella. Tenía toda suerte de información sobre aviones de la II Guerra Mundial, los Messerschmidts alemanes, las pilotos rusas, la muerte de Amy Jonson en el estuario del Támesis, la desaparición en julio de 1937 de la famosa Amelia Earhart gringa, pero el acto sencillo de volar, lo que hace el piloto al sentarse en la cabina, le era desconocido. No sabía cuál era el proceso mediante el cual uno hacía levantar el aparato, la kábala para que el piloto como Jesús dijera levántate y anda a Lázaro. No podía comenzar el relato sin esa información central, como servir una cena completa de 7 platos sin contar con el plato principal de carne. Tendría que buscar a su amigo atribulado por el divorcio. Justamente en el periódico de ayer se publicaba una foto donde la airada tercera esposa trataba de golpearle con un paraguas negro en pleno pasillo de los juzgados.
Amundsen Torrijos Galliard se sentó a su computadora y casi inconscientemente abrió la página del servicio de amigos que le había creado su alumno. Ya iba a cerrarlo cuando entró una solicitud de amigo. Iba a borrarla pero algo le impidió hacerlo. Abrió el mensaje y la imagen de un tipo de ojos claros, narizotas, y en uniforme le asaltó la vista. Uniforme…de piloto. Piloto militar. Las alas, la mirada de arrogante. Tenía en su buzón a varias mujeres que formaban parte de su harén virtual. Guácala, qué humillante era la idea, pero iba a necesitar que alguien le echara una mano. Se le iban 1500 dólares que su familia necesitaba. Dio respuesta afirmativa a la solicitud y mandó un mensaje al solicitante que necesitaba hablarle. Si pensaba otra cosa era asunto del tipo, ella necesitaba la información.
La respuesta no se hizo esperar. Al día siguiente que ella abrió su buzón de correos ahí estaba la respuesta y un número de celular. Pensó que el tipo no tenía idea de medidas de precaución, un celular no se le daba a un virtual extraño así nomás. Estando tan polarizo el país en su situación política revuelta bajo un régimen que deseaba volver a ser tan totalitario como había sido en la década de los 80, eso equivalía a un suicidio. Crónica de una muerte anunciada, como hubiera dicho Gabriel García Márquez. Pendejo con alas en la solapa, no piensa siquiera que puedo ser una terrorista talibana con ganas de joderlo, estúpidos los hombres, que piensan con la pinga ,vio las fotos y cree que se va a comer a una vieja aún sabrosa, por eso fue que se tistearon al GN I en tiempos de Somoza, no pudo resistir los encantos de la Norita, y en medio del merecumbé sacasonapas y se lo voló. Mata Hari en operación nacatamal . Pérdida para Nicaragua, porque el hombre era buen seso aunque los sandinistas lo vilificaran como un monstruo. El cree que uno lo anda en una bandeja rodeado de lechuga y con una rodaja de limón para aderezar, ofreciendo a cuanto hijo de vecino quiera probar. Su mamacita en guacamole. Yo solo quiero que si de veras es piloto y no otra cosa, suelte prenda de cómo vuela sin ser el Gato Volador.Ahi muere la lora y la hacemos en arroz aguado.
Amundsen Torrijos Galliard marcó el número que el tipo le envió por correo y le salió una voz ronca, seca, como de un viejo de 80. Ella explicó que necesitaba verlo. A lo antes posible. El tipo pareció pavonearse, como el gallo solicitado por tantas gallinas. Pero accedió a verla en esa semana y le dijo que llegase al club de la Fuerza Aérea, viernes a las 4 pm y que hablarían. El día señalado, la mujer estuvo puntualmente ahí y esperó. Era en realidad un sitio incómodo para ella. Un puñado de gente se bañaba en una piscina que obviamente no había gozado de mucho mantenimiento. Llevaba un mp3 para grabar al hombre en todo el proceso que ella le pediría que describiese. Pidió una soda en el bar y casi se atraganta con el precio. NI que fuera el hotel Intercontinental, chocho si hasta los vasos están cascados. Sorbió la gaseosa lentamente pero nada del tipo. Cuando vio en su relojito de pulsera que ya iba el tiempo rumbo a las 5,se enojó. Cierto que precisaba la entrevista, pero no iba a estar ahí con lo que podría ser apariencia de furcia plantada. No se percató que las aguas turbias de la piscina comenzaron una especie de oleaje que sacó corriendo a los bañistas, con cara de miedo.
A las cinco y cuarto se levantó furiosa, y se largó. Se montó a su Volkswagen negro
Y antes que se percatase de lo que hacía, dijo Ap i mulendi. La maldición gitana. Comenzó a sudar a chorros. Se le había escapado de los labios. Se dijo que eran babosadas, que no era realidad, y ella no era supersticiosa. Era la maldición gitana, jodido, de donde salía eso? De la frustración de tener que buscar su información a como diera lugar? Bueno, el tiempo estaba perdido y había que avanzar sin el aporte que esperaba sacar del piloto, si es que de veras era piloto y no cualquier otra cosa. Internet, igual que el papel, aguantaba toda la ficción que se le quisiera poner.
Amundsen Torrijos Galliard logró contactar un día más luego a su amigo el piloto de aerolínea y a pesar del embrollo con el divorcio, se mostró deseoso de ayudarla. Almorzaron juntos y el buen sentido del humor de la escritora incluso relajó al pobre hombre. Ella grabó todo lo que le pareció útil y se sintió por fin relajada pues solo le faltaba esa información para comenzar a tejer de una sola sentada el cuento. Ella sabía de otros escritores, como el novelista Ricardo Pasos Marciaq, que iban investigando a medida que iban tejiendo el cuerpo del relato. Pero para ella no funcionaba así, aunque sus personajes a veces cobraban vida propia y no de dejaban manejar por un plan. En cuestión de dos días tras el almuerzo con su amigo, Amundsen Torrijos Galliard ya tenía lista la obra, y la envió sin demora a España, sabiendo que apenas estuviera publicada su pago vendría por Western Union. Ya los gemelos estaban contando con el dinero, pensando en vagancias en qué despilfarrarlo.
Una vez que hubo despachado su obra hacia España, la mujer no se quedó quieta. Había sido demasiada la vergüenza en ese centro desaliñado que se empecinaban en llamar club social de la Fuerza Aérea. Abrió el servicio de amigos y le mandó a solicitar al descortés oficial que le hiciera la enorme caridad de borrarla de sus contactos y que nunca se le ocurriese llamarla de nuevo. No quería contacto con gente soez que ni explicaciones daba. Delete, pidió. Asumió que el tipo había obedecido pues no supo más de él del día de diciembre cuando la plantó hasta casi la semana santa del año siguiente. El dinero arribó, el relato fue publicado y en menos que canta un gallo la suma fue consumida. Ella archivó el caso como crimen sin solución. No sabía lo acertada que estaba esa clasificación.
Pasar de un estado de relativa paz ordinaria a uno de alteraciones y sustos casi nunca ocurre de ramplón, como en las películas de centavos de terror. Es un cambio gradual que muchas veces los afectados ni cuenta se dan de lo que les sucede. En apariencia todo era igual, pues los gemelos de la escritora seguían siendo los redomados egoístas de siempre, el marido seguía enredándose en su laberinto de matemático loco y roñando que los chavalos de ahora no tomaban los números en serio por eso iba a colgar a toda su clase, los gatos seguían persiguiendo cherepos en la noche y ella misma seguía tratando de mantener el ritmo formidable de producir nuevo material literario sin descuidar sus alumnos. Fue algo imperceptible, al inicio. La pérdida de una pluma fuente que le regaló un ex patrocinador. Poner una nota por otra a un alumno, y el muchacho siendo honesto cuando le dijo que él no había logrado un 85 sino que con costo había pasado la clase. Olvidos benignos, pero olvidos. Sombras que pasaban desapercibidas en medio de su agenda apretada, pero sombras al fin y al cabo, con ojos como los ahuizotes de Masaya y con casquitos sonoros como el cadejo negro de León, pero ella no oía el ruido clip- Clop de esos casquillos porque estaba demasiado metida en el ruido propio de su rutina. En la noche, mientras dormía, una especie de juego de alas la cobijaba apenas ya no estaba consciente, pero al despertarse, cuando el ánima le regresaba al cuerpo, era con sobresalto. Una especie de emocionalismo flotante, pertinaz, omnipresente, se fue apoderando de ella. Era fácil hacerla enojar, o que se conmoviera por tonterías. Fue poniendo una barrera entre ella y el mundo. Leía los diarios a medias y luego olvidaba los titulares. Entraba esporádicamente al mensajero y fue ahí donde se halló un motivo para irritarse. El calor del estío la puso peor, leyendo los mensajes fechados de la primera semana de marzo del 2009.. Sintió pavor.
Creía que el asunto con el coronel estaba finiquitado desde que ella le pidió que la borrase de sus contactos. Era absurdo. Ni siquiera lo conocía en persona para que le escribiese ese tipo de mensajes. No puedes hacerme esto. Demasiado castigo por un solo plantón. Es absurdo. Es tan horrible estar aquí, desarraigado de todo. Lejos del sol el girasol se marchita, no tiene a quien seguir. Duele, aún así duele.
Dolía? Qué le dolía? No estaba exagerando? Plantar a alguien puede dolerle de momento al plantado pero no al que planta. Cómo podía dolerle no verla si ni siquiera la conocía? Nunca le tuvo de cerca para inhalar su mezcla extraña de Aliage de Esteé Lauder con sudor. No leyó todos sus relatos. No conocía su cuchara, no sabía qué ideología tenía. Cómo puede doler algo que uno no conoce? Y no era como un poco acción retardada? La había plantado en la segunda semana de diciembre del 2008 y hasta ahora reaccionaba, a inicios de marzo del 2009? Creería que era ficha fácil, como tantas señoras de cierta edad que en su etapa pre menopáusicas soltaban. Vulgarmente hablando , la perra? O suponía que un escritor debería de ganar bien, y que sería presa fácil para que le comprara perfumes caros, o le financiara sus gustos exóticos, o le diera monedas para irse a parrandear con una chica joven? Amundsen Torrijos Galliard no sabía ni qué pensar. Ya anteriormente por el servicio de amigos le había salido otro militar con sueños de gigoló, ojos porcinos y calculadores, y el descaro más legendario que pudiera haberse topado en un ser viviente. Lo había mandado de paseo a lo inmediato y el tipo había tenido la decencia o la holgazanería de no dar más lata.
Pero esto era distinto.No tenía con quien consultar la situación. Hubiera matado de un susto a su alumno predilecto Simón Wilson, y si le iba con el cuento a su marido éste se desternillaría de la risa, solo para volver a sus ecuaciones. Tampoco podía desbravar con los gemelos, ya que hubieran usado la información como palanca para extricarle más lujos, mira mami si no me compras esos 6 jeans en Eclipse le voy con el cuecho a papi y le cuento a mis amigas para que te miren como vieja calzones calientes , sí?Te van a llamar no profesora sino profesora.
No le quedó más remedio que quedarse callada con la procesión del susto caminando por dentro, a paso lento, con cirios negros y plañideras, con el miedo de cualquier momento a la salida de la universidad ahí estuviera el tipo en su uniforme azul y su carro azul, pues poco después que se había dado el plantón ella tuvo el alcance de preguntar quién era el tipo en cuestión, y todo había salido a bailar por casualidad, ya que la muchacha que llegaba a planchar la ropa a casa de la escritora era hija de la afanadora a quien el coronel habitualmente maltrataba poniéndola a lavar inodoro sin implementos o matar papalotes a los que él le tenía pavor. Nadie mejor que una doméstica para saber la vida y milagros de los patrones. Mientras la joven dejaba la ropa como pasada por una dry cleaning, le contaba a su patrona, Ay ´ña Munda ,mi pobre madrecita, es la tuerce. Mi tata se alborotó con una enfermera y nos dejó, yo por eso me estoy preparando en los sabatinos y mi hermano también esta becado para ya poder salir de profesional y ganar billetes y mantener a la mita, que se salga de la guardia, le pagan una pindongada, cuando les da la gana. Fíjese que para nosotros que vivimos en Ciudad Sandino ese brete de la mita le queda por donde el diablo dejó el pantalón, y a la pobre vieja le toca bailar con la loca de ese espantoso hombre que parece Cristo de lata. Y es que ese maldito coronel Chinto nadie lo quiere ahí en la base, le pega grito a todo mundo, hasta a la Marina, su esposa, por teléfono, porque le tiene prohibido llegar a la base. Dicen que es bien puto pero no veo qué le miren las mujeres, si es feo y odioso y palmado, se las da de gran rey y vive en un barrio como nosotros, pero le hiede más la cara que el culo huesudo. Le encanta ir a las universidades ricas, como donde trabaja usted ,para levantarse cipotas de reales. las pela, yo me imagino que por ahí fue que usted lo vio…
Esa plática había sido en enero, y la impresión de la muchacha había sido confirmada por otro miembro de la Fuerza Aérea que estudiaba con ella en el turno sabatino. Amundsen Torrijos Galliard estaba convencida que había sido una suerte que el destino le ahorrara conocer en persona a semejante alimañesco ejemplar de hombre. De la que me capeé, jodido, aunque no completamente. Ahora en medio de este caluroso verano lleno de polvo y moscas, como una mosca más viene a caer por el Messenger este hombre. Y para qué lo quiero? El propósito ya no existe, el otro piloto me proporcionó todo lo que precisé para el perfil del trágico aviador de mi cuento de horror que se publicó en la revista española. Ya hasta nos comimos los reales. Me va a cobrar por una información que no me dio? Y en especies ?Su abuela en patineta-no joda. En Nicaragua la mayor parte de los machos se han convertido en genuinos granujas.
Pero los mensajes de chat siguieron llegando para Amundsen Torrijos Galliard. Quiso pensar que alguien cercano al finado hubiese robado su ID en el msn y le estuviera gastando una broma pesada. En una ocasión a ella misma le había pasado que una alumna malévola de su esposo le había robado la contraseña y usando su identificación en Hotmail había mandado mensajes ofensivos y lascivos a varios allegados suyos. Cuando por fin se dio cuenta que la muchacha había hecho eso sencillamente clausuró la cuenta y se hizo otra, pero siempre le quedó ese resquemor de desconfianza hacia el Hotmail. Los mensajes daban miedo. Sonaban desesperados. Es una planicie llana y gris sin hueso ni carne. Unos murciélagos de cristal pasan por mí crujiendo y siento miedo. Estoy y no estoy y la nada me rodea como las alas de un mariposón negro, me encojo, me hago chiquito y siempre me encuentra. Es horrible no ser, no estar. Solo vuestra presencia me daría sosiego. Es verdad, se sube y se sube y al final no hay nada. Es una estafa la religión, solo creo en verte. Veníte a mí, piedad, no merezco tanta indiferencia, tanto escarnio. No me dejes solo. ..Para convencerse que eran reales los mensajes los sombreó, les dio copiar con el clic del ratón y los pegó en una página de Word. Ahí estaban. No eran una pelusa de león de su imaginación gata. Si el programa Word los podía poner en una página, eran genuinos, reales, solid objects como hubiera dicho Virginia Wolf. No estoy loca. Y lo voy a encarar. Qué quiere? No puedo huir para siempre. Creé un monstruo yo sola? Pues ya vamos a lidiar con él.
La escritora abrió el messenger, encontrando más mensajes lastimeros del coronel,y le contestó. No iría a su terreno. Le dio cita en el zoológico Edgard Lang en el kilómetro 17 de la carretera a Masaya. Había un amplio margen para que el tipo arreglase su agenda y pudiera cumplir. Esta vez estaba segura que sí iba a llegar. Pero quería más información para saber con quién se iba a topar.
Esta vez la escritora recurrió a su alumno de los sábados para recopilar más información sobre Jacinto Camilo Vélez Castañeda. Lo abordó a la hora de almuerzo, cuando ambos estaban en la cafetería de la universidad y le preguntó a quemarropa cómo describiría él a su compañero de trabajo. El capitán soltó el tenedor y palideció. –Teacher, en qué mundo vive? El coronel Chinto ya va sobre un mes de muerto.
El joven capitán procedió a explicarle a su profesora sobre la trágica muerte del militar tratando de salvar a un niño ciego que cruzaba la carretera solo frente a la base. El chiquito de 5 años, creyendo que era una travesura inocua, se había soltado de la mano de su padre y se lanzó a la carretera, sin percatarse que un enorme furgón con placa guatemalteca avanzaba a gran velocidad. Al ver al no vidente en media carretera, el coronel se había lanzado a rescatarlo, logrando empujarlo para que se salvara pero el furgón impactó en él, dejándole destrozado. El brazo izquierdo cercenado aún daba saltos junto al chiquito ciego, y la cabeza quedó casi totalmente desprendida del cuerpo. Una genuina muerte violenta. Afortunadamente el niño que él salvó era ciego y no pudo ver hasta dónde su jugarreta había causado una tragedia. Habiendo muerto por salvar a otro, los periódicos lo engrandecieron. No se mencionó que hasta entonces había sido el campeón del maltrato hacia sus semejantes y se le rindieron honores. Fue sepultado en el cementerio Oriental de la capital. El capitán estaba azorado de ver que semejante noticia había sido pasada por alto por su profesora, quien generalmente estaba tan al día con las noticias del mundo. Amundsen Torrijos Galliard siguió comiendo como si nada y no le exteriorizó ningún comentario a su alumno. Solo se decía a sí misma, pero yo tengo una cita con el coronel en el zoológico, aunque haya muerto hace casi un mes y los mensajes recibidos datan incluso de hace dos días.
El día de la cita en el zoológico amaneció nublado y caluroso. Siento un sapo sentado encima de mi voluntad, se comentó Amundsen Torrijos Galliard, mientras se terminaba de secar el pelo. Tengo tanto que hacer y cualquiera que sepa que voy a buscar un encuentro con un muerto va a clasificarme como loca de remate! No tiene sentido! Con la agenda tan apretada, dos brochures publicitarias que redactar y yo de pendeja encaminando mi Volkswagen hacia la carretera Masaya para ver a alguien de quien los pocos recuerdos que tengo no son factuales ni agradables. Hay límite para la insensatez que una pueda desplegar? Los gemelos pasarían riéndose de mí por un mes y mi esposo diría que mis neuronas ya comienzan a desgastarse. Te trae loca ese húngaro, Alzheimer. Demencia total.
Imágenes fragmentadas se pasean por el cerebro de la mujer cuando por fin, en horas de la tarde, se encamina al zoológico. En la mañana uno de los gatos caseros, mientras desayunaba ella y su esposo, entró con una enorme rata gris y la depositó sobre el pie izquierdo. Tenía la panza rota y una sanguinolenta madeja de tripas asomaba . Amundsen Torrijos Galliard no había alcanzado a gritar, solo se atragantó con el bocado que estaba masticando mientras el corazón le latía a toda velocidad. Habría acabado así el coronel tras el accidente? Dijeron que no le permitieron a la familia verlo,sellaron el ataúd. A como tantas veces hacían en la década del 80 cuando los muchachos del servicio militar venían descuartizados. Y en casos de aquellos cuyos cuerpos no fueron hallados, mataban un puñado de perros y los echaban en el tambor de aluminio y eso era lo que entregaban a la familia del finado, so orden de no abrir el ataúd porque era contra la ley. Ley. Cuál ley? Nunca había Amansen Torrijos Galliard olvidado el caso de un familiar, que lo dieron por muerto, llevaron uno de esos tambores de lata a sus padres, y un mes más luego el supuesto finado había aparecido en la granja, un poco amarillento, pero vivito y coleando y casi había matado del susto a su madre, quien padecía del corazón. Había sido tamaño escándalo cuando el airado padre del chavalo fue a abrir la lata que supuestamente contenía el cuerpo de su hijo y se encontró con los despojos de varios perros. Un vecino le dijo que habían sido finos con él, pues a él le habían entregado una lata similar, solo que con piedras y media mata de chaguite.
Y ahora que voy a encontrarlo, cómo está el coronel? Será como la versión fílmica de la novela de Stephen King Pet Sematary, Cementerio de Mascotas, que el zombie resucitado Jimmy Baterman salía todo zurcido y tieso? Le dieron puntos de flama en el pescuezo para garantizarle que la cabeza no se le caiga? Le pegaron de nuevo el brazo perdido? Tiene hematomas? Está desnudo? Cómo se atavía alguien quien manda mensajes por internet tras su muerte? Hay acaso un código de vestuario si hay un más allá? Entiéndanme, si acaso existen, dioses, tengo derecho a hacer todas estas preguntas! Mi vida está patas arribas por un sujeto a quien ni le di la mano en saludo, ni mucho más ni mucho menos ,solo eso me faltaba.
La escritora baja del Volkswagen en el zoológico, y el cielo está de un gris azulado furioso. Mira su relojito de pulsera y faltan 10 minutos para la hora señalada. Paga su entrada y pasa por las jaulas de los distintos animales, aquí unos cusucos, allá dos cúcalas enamoradas, el león durmiendo despatarrado. Qué vida! Saber que solo saldrás de aquí cuando te vayan a enterrar? O los botan? Muchos dueños de mascotas son tan descorazonados que los botan una vez que mueren, no les dan sepultura. Vivir preso, toda la vida, nacer en cautiverio para vivir y morir así. La muerte sería la libertadora de esas criaturas. Y peor, sin condiciones, sin comida suficiente. Una pantera negra solitaria en su jaula sigue con sus ojos de miel a la escritora. Cuando ella le devuelve la mirada arquea el lomo como gato casero asustado. La adrenalina es el olor del miedo. Los dos jaguares en la jaula contigua se contagian del olor, seguidos por tres gatos ostoche y hasta el león que estaba adormilado, cada uno agitándose en su respectiva jaula. Saben que están ante una fuerza inusitada de la naturaleza, una mujer menstruando que va a la cita con un muerto. No es para menos. Los monos tití se agitan, 6 colas danzan frenéticamente en el aire, los rostros usualmente amables pelando los dientecitos furiosos. Los dos monos congos comienzan a resoplar, y las 6 serpientes en una jaula que contiene unas piedras comienzan a sisear. Los 7 gansos, entre africanos de pico negro, chinos que son blancos como cisnes, y un regordete francesito de pico rosado, graznan agitados y abren las alas. Porque allá está, una sombra bajo un palo de mango. Una sombra triste, de camuflaje, que huele a flores secas y debajo de esa fragancia, yace un tufo cobrizo a sangre seca. Ella se aproxima lentamente. Bajo el arbol de mango hay unas piedras grandes, y sobre una de ellas él está sentado.
El hombre le agradece que haya venido, pero no tiene voz. Es como si sus palabras fueran espetadas en un generador de caracteres directamente conectado en éter fino con el cerebro de Amundsen Torrijos Galliard. No puede grabarlo en el mp3 que anda. Pero oye y siente todo lo que dice. Y está acongojado. Le pide disculpas por el plantón en el club de la Fuerza Aerea y le dice que es tan triste estar en la nada, porque a pesar que él hablaba de dioses y vírgenes y toda la monserga religiosa, a como se puso de moda en el término actual de gobierno, era pura mentira, que él también subió y subió y el trono estaba vacío, no hubo nadie allá arriba, que todos los que ya habían fallecido estaban ahí flotando anárquicamente, faltando los pedazos de cuerpo que poco a poco iban recuperando, matando los gusanos de la desesperanza, ahuyentando a los buitres que piden sus hígados, sin nadie que les garantizara a nadie el regresar a la tierra reencarnados, o que se fueran al infierno, y había un túnel largo que era el de los arrepentimientos, y por ahí él pasaba a cada rato, golpeándose la cabeza por haber sido como fue y sin poder remediar nada, ni los desmanes, ni las infidelidades, ni los golpes contra su mujer e hijos, ni los atropellos contra sus subalternos, ni las mentiras, ni la arrogancia a prueba de todo que lo había hecho tan grato para los superiores pero tan odioso para los que tomaban sus órdenes, ni las perversiones ejecutadas en los cuerpos de las mujeres que sucumbían por todos los motivos menos por el del amor. Lágrimas como de cristal líquido rosado salen de sus ojos zarcos, y el hombre le pide que no lo detenga. Todas las bestias se han aquietado en sus jaulas, y un líquido como ámbar fluido y aromático mana de sus ojos, mirando fijamente al muerto en su uniforme y a la mujer que no atina qué decir.
El militar sigue enumerando sus penas, sus quejas frágiles, sus arrepentimientos galopantes, sus malos recuerdos, sus traumas, abriendo su mente y memoria como si fuera un cofre repleto de serpientes de oro. Amundsen Torrijos Galliard recuerda ls sensación de frustración e impotencia que sintió al estar esperando en balde aquella tarde de diciembre. Le manifiesta que si hay infierno para los descorteses, quizás él se lo ganó. Una tibia neblina comienza a envolver los pies del militar. El le menciona que le queda poco tiempo y que desea que lo mande a las nebulosas del olvido, donde dicen que se cortan las azucenas de la paz y las rosas sin espina de la tranquilidad. Ella le afirma que hará lo necesario para ponerle a descansar, ya que su propio sosiego ya va a depender de él. Le reclama que le ha hecho la vida imposible y que no quiere más mensajes.
El sonríe con tristeza y es ahí donde la mujer comprende por qué, sin señuelo de dinero o buen trato o regalos, algunas féminas cayeron. La sonrisa transforma el rostro enjuto y feo en la fachada de un angel alegre. Le solicitó dos cosas: que esta vez ella lo borre de los contactos-algo que nunca hizo en realidad ella, solo esperó que él lo hiciera- y además clausure sus páginas en los servicios sociales como Tagged y Fanbox, y que le haga un cuento.
Amundsen Torrijos Galliard solo atinó a recordar más luego que la niebla iba disolviendo el cuerpo del hombre. Nada más.
La escritora fue encontrada por los trabajadores del zoológico sin sentido junto a la jaula del león haragán, con una cámara en mano y bastantes fotos tomadas de los animales. Un hilito de sangre brotaba de su boca, y el médico dijo que se había lastimado al caer al piso. Fue observada por unas horas en el hospital y dada de alta cuando el marido la llegó a sacar. Luego descargó las fotos de la cámara digital y en efecto encontró algo más que las fotos de los animales. En tres de ellas, el obturador había capturado un árbol de mango envuelto en niebla, con una silueta oscura y enjuta en el fondo. Pero la mujer no tuvo tiempo para cavilar sobre lo encontrado.
Destruyó las dos páginas de perfil del aviador muerto con la contra señas que recordó haber recibido de él en su extraño pero comprensible lenguaje, y lo borró de los contactos suyos.
Lo del cuento fue cumplido también y hélo aquí.

6 de mayo de 2009





La Fleur de Lune











FLOR DE LUNA

“La vida siempre debe vivirse hacia adelante, pero los remordimientos siempre se leen en retroceso.”

“Si caminamos hacia el sol, dejaremos atrás las sombras.”William Wallace, libertador de Escocia.

“La desgracia para Eva Gibraltar Laviens no comenzó cuando le pusieron sus padres disparateros ese nombre alusivo al peñón donde viven tantos monos traviesos, territorio tan añorado por los españoles pero cuyos habitantes no fueron majes y prefirieron a los ingleses. La pava no fue que cayó sino cuando me conoció a mí en el sureño y boscoso departamento de Río San Juan, a pocos metros de la orilla del río que ella tanto adora y que dice que primero muerta pero sus ojos no verán que los vecinos ticos lo incorporen legalmente a su mapa.
La maestra historiadora, en aquel entonces soltera y sin ganas de atarse a nada ni a nadie, había sido llevada de su aula en un colegio de lujo donde los chicos pagaban por no aprender, bajo presión, a que corroborara el disparate de un colega suyo, quien posteriormente, en los arranques de un climaterio espantoso, seguiría insistiendo que habían pirámides tipo Chichen Itzá casi a la orilla de la cuenca del Río San Juan.
Consideraba que era un soberano desatino la afirmación del dizque historiador, a como también estimaba que habían tantas aseveraciones falsas y peligrosas omisiones en los textos de historia que si habría de comenzar a sacar el cuchillo de la verdad, necesitaría dos vidas más cada una de más de 90 años, para poder disipar tanto manchón y humo. Era la década de los 80, y hasta se chisteaba que para sacarse una muela era preciso una extracción por el culo porque no era permitido abrir la boca para eso, qué menos para contradecir a los tales autollamados comandantes que formaban una nomenclatura de nueve sátrapas a los que en realidad daban ganas de gritarles Dirección Nacional Ordeñe, ya que estaban ordeñando al país como si fuera una hermosa teta de lechera Holstein.
Pero bueno, después de reírse a mandíbula batiente al ver que un viejo sitio donde almacenaban armas se lo querían hacer pasar como la base destruida de una pirámide indígena, cometer el error de limpiarse con una afelpada hoja de picapica tras cagar en el monte para lamentable irritación de su enorme trasero, y casi irse dentro de un fangal, Eva Gibraltar Laviens había retornado al pueblecito de San Miguelito, desesperada por regresarse a su cómoda aula de clase en Managua. Uno de los oficiales del ejército que la escoltó hacia el sitio que hicieron pasar “la última coca cola del desierto” le cobró tanta simpatía que le consiguió de regalo una matita de enredadera de flor de luna en una macetera fuerte, para que jamás olvidara la belleza verde de Río San Juan. Y fue ahí que comenzó lo que quizás sea la historia más rara que ustedes hayan oído.
“La noche antes de zarpar hacia el puerto de Asese en Granada, los oficiales llevaron a Eva Gibraltar Laviens a comer al único comedor que ofrecía comida a la carta. Era de esperarse, ya que a pesar del bochorno que pasaron cuando ella dijo que fueran serios y no le anduvieran tratando de meter gato por liebre por lo de las supuestas pirámides, la relación entre los militares y ella siguió siendo cordial. Fueron a comer a eso de las 7 de la noche, y cuando ella salía con su séquito de oficiales, vió a Benjamín Moraga. El entraba con la tripulación del yate Gustavo Orozco, recién construido por unos holandeses en el astillero lacustre de Granada. El yate había arribado una media hora de antes, adornado con un montón de luces como toro encohetado, y con un capitán español barbudo al mando. El joven Benjamín bloqueó la salida de Eva Gibraltar Laviens y extendió una mano.-Benjamin Moraga para servirle, señorita. La mujer miró la mano por un largo rato antes de tomarla, y musitar su nombre. Luego salió apresurada, un poco abrumada.
No era muy amiga de la gente. Como casi todos los intelectuales, prefería estar sola. Tras visitar el barco, se dio cuenta que zarpaba al día siguiente y buscó boletos. El segundo al mando dijo que no llevaban pasajeros oficialmente en el viaje virgen del yate, pero que sería un honor llevarla a ella y a su asistente, recordándole que estuviera temprano a las 5 de la mañana en el muelle para que no se quedara sin viajar.
Por eso, se fue a dormir temprano a la posada, con su mata de flor de luna cerca de la cama. No quería perderse el viaje, ni tampoco dejar olvidado su regalo viviente. Antes de dormirse echó agua fresca a la planta y le dijo buenas noches. Este gesto fue clave. La comunicación entre la matita de flor de luna y la mujer estaba establecida. El ser vivo en la maceta sonrió para sí misma. Había encontrado la amistad.
“La mujer, su asistente, maletas y macetera estaban a bordo del yate al día siguiente. Ella andaba una falda corta de vuelos, fucsia con cintas añil, una camisa de Oxford celeste de mangas cortas , un enrome sombrero fucsia y una canasta de mangos frescos. Sacó la grabadora y se sentó sobre cubierta una vez que el capitán muy galantemente le hubiera enseñado a ella y otros 5 pasajeros de cortesía todos los vericuetos del yate. Miraba sentada el bellísimo paisaje de los dos volcanes en Ometepe, las aguas azuladas y la distante orilla del Mare Nostrum, como le habían llamado los primeros conquistadores españoles que atónitos miraban al lago con ojos codiciosos. Tras comerse varios mangos, estaba a punto de dormirse cuando apareció el marinero que se le había presentado la noche anterior. Le dio uno de los mangos, y el muchacho se sentó a la par suya sobre la cubierta. Mas allá, el asistente de la mujer roncaba, sombrero cubriéndole la cara, yaciendo chato en la cubierta. Parecía muerto. El joven le preguntó si era la de la expedición que vino la semana anterior para lo de la pirámide.
De ahí en adelante no fue difícil sacar de su concha a Eva Gibraltar Laviens. Un buen ridículo siempre la hacía encontrarse la lengua. Juntos se rieron de las ridiculeces en las que cae el totalitarismo en su afán de bloquear la verdad de los ojos del pueblo, todo con tal de dominar y controlar hasta la hora en que uno comía o dormía. Dos horas mas tarde, el joven le dijo que si no iba a cumplir con sus deberes, lo despedían. Eva Gibraltar Laviens entonces se durmió. No fue un sueño pacífico. En él el agua del gran lago Cocibolca se tenía de rojo, y habían una especie de escualos metálicos que luchaban entre sí para despedazar algo que flotaba en el agua enrojecida. El objeto en el agua se acercaba a un barco, el mismo barco cuyo movimiento ondulante la había adormecido, y el objeto era una persona. Era ella. Las quijadas metálicas de los tiburones soltaban un macabro chirrido metálico, y ella buscaba cómo asirse del barco porque no sabía nadar y estaba a punto de perder las piernas en las fauces de los tiburones.
Se despertó sobresaltada, y lo que la puso en peor estado fue que por unos segundos el agua del lago seguía siendo roja. Y donde estaba su asistente? Si no encontraba a alguien se volvería loca. Qué se había hecho todo mundo? Era como si el barco iba solo con ella a bordo.
Bajó precipitadamente hasta donde estaban los servicios higiénicos. Una mano brotó de una puerta entreabierta y se vio frente a frente con Benjamín Moraga. O lo que había usurpado su forma. Los ojos no eran los mismos zarcos del muchacho. Eran rojos como las aguas infestadas del lago en la pesadilla recién habida. Con el pelo como electrizado, el hombre ni la despojó más que de la braga, y se sumergió en ella. Estaba como hipnotizado, o drogado. Eva Gibraltar Laviens solo alcanzó a pensar que estaba haciendo honor a su segundo nombre, peñón asaltado por los mozárabes, cristianos y hasta por los ingleses, la jaqueca de España. No sintió más que humillación, dolor físico y de repente como un crujido en la cadera. El macho terminó de jadear tras haber eyaculado fuera de ella, y comenzó a llorar. La mujer solo atinó a recuperar su prenda interior, se la puso y salió corriendo hacia el servicio higiénico asignado a las damas y se aseó a como mejor pudo. Una vez que hubo recuperado la compostura, se fue a la cubierta y buscó la planta de flor de luna. El resto del viaje lo pasó asiendo la macetera, como si su existencia dependiera de ello, opero estaba tan anonadada de lo que le había sucedido que ni se percató que la matita estaba brotando un pequeño capullo de color rojo.
Cuando iba saliendo del yate, al desembarcar, Benjamín Moraga la alcanzó. Le quitó la maceta de las manos y le puso una barra de desodorante en ellas. La mujer no supo qué era ese gesto hasta que él, mirándola a los ojos, le suplicó que se pusiera de ese desodorante que él siempre usaba para que lo recordara camino a Managua. Era un gesto tan absurdo que Eva Gibraltar Laviens casi estalla de la risa en la cara del joven, pero mejor optó por echarse un poco en la muñeca de la apestosa barra barata de Toque Final. Sí pensó, con esto le pone toque final a su barbaridad, no solo hizo lo que quiso conmigo sino que ahora me voy apestada. Una vez que hubo devuelto la barra de desodorante, tomó de nuevo la mata de flor de luna y el le remarcó que había florecido. Pero la flor no se había abierto aún. Una auriga pasó por el puerto y la mujer lo llamó. Tenía prisa por atrapar el último bus expreso que salía de Granada hacia Managua, por nada del mundo quería quedarse en la Gran Sultana. Y menos de huésped de Benjamín Moraga, ni que viviera en una de las solariegas mansiones de la ciudad. Prometiendo toda suerte de cosas románticas, el muchacho se fue con ella y el asistente de ella en el coche, mientras la mujer no ocultaba su desesperación y fastidio. Lograron llegar al momento en que el último bus salía lentamente. El auriga cruzó el coche delante del bus y le hizo seña al conductor de que se detuviera pues le llevaba pasajeros. Eva Gibraltar Laviens salió tan disparada que no se percató que había dejado la macetera con la mata de flor de luna hasta que humildemente, el marinero la siguió al bus y se la depositó en el regazo. Le pidió que guardara un trocito de papel donde iba el número de teléfono suyo en la empresa donde trabajaba. Con tal de quitárselo de encima, hasta le dio un beso en la mejilla y prometió llamarlo. Se acomodó la macetera en el regazo para sentarse de nuevo y se propuso quitárselo de la mente inmediatamente.
El ritmo de trabajo una vez en el colegio no dejó que Eva Gibraltar Laviens tuviera mucha oportunidad para pensar sobre lo ocurrido en el viaje. Cierto, apenas hubo llegado a su casa había sembrado en la tierra fértil de su jardín a la plantita de flor de luna. A la noche siguiente el capullo que la mata llevaba floreció en una gigantesca flor blanca. La mujer regaba y cuidaba con primor a su planta, le hablaba en francés y no permitía que nadie se le acercara. No es de extrañarse que la planta fuera creciendo a paso agigantado.
Al arribar la temporada de exámenes, Eva Gibraltar Laviens se preguntó si alguna vez se sobrepondría a lo sucedido en el yate. Tres días después de su violación, porque eso era lo que había sido, le había venido la menstruación con copiosos dolores, y había ido al médico pues eso no era normal. El galeno, alarmado por los síntomas de la mujer, le había mandado a hacer un montón de exámenes, entre ellos una radiografía pélvica. Una frágil fisura asomaba en uno de los huesos pélvicos. El médico le dijo que iba a mandarle a tomar suplementos de calcio y que no era para alarmarse, que si tomaba precauciones, la fisura no pasaría de ser una pequeña grieta. Y no debía estorbar a la hora de un futuro embarazo, si alguna vez decidiera casarse y tener hijos.
“Observo a Eva Gibraltar Laviens mientras corrige exámenes. Normalmente aúlla, se ríe, grita, lanza papeles contra el piso. Y ahora lo hace sin entusiasmo. Entre uno y otro examen, pausa y queda viendo al espacio vacío. La oigo recitar entre dientes la poesía de Joaquín Pasos. No, es el aire que ha tomado su forma, o dice que levante el brazo para llevarse un recuerdo de árbol. No. No puede ser. Se levanta y va hacia el teléfono. Está marcando un número de fuera de Managua y la oigo preguntar por Benjamín Moraga. Al parecer no logra comunicarse porque deja su número de teléfono y nombre. Mujer, qué estás haciendo? Será verdad lo que dice DH Lawrence en una de las páginas de El Amante de Lady Chatterley? Que algunas mujeres tienen nostalgia de la boue, nostalgia del lodo? Era ella una de esas personas? Lo que el cansancio, el stress, o como dicen los franceses, el surmenage, puede hacer en contra de una…La nostalgia de tiempos pasados era fácil, bastaba poner en el estéreo algo como The Hustle del negro Van McCoy, o la dulce ingenuidad del narizotas Barry Manilow cantando Can´t Smile without You y los recuerdos caían con la intensidad de las cataratas del Niágara, por mencionar algo que no quedara tan lejos. Pero extrañar a ese hombre, con el acto de violencia que hizo contra ella…Como decía el dictador Anastasio Somoza, estamos jodidos todos ustedes.Y el más jodido había sido él, acabado de un bazucazo por un desgraciado argentino que luego se pudrió de cáncer.
“Pero la espinas había que sacarlas o sino se encarnaban. El primer paso estaba dado. Habían cosas que someter a prueba, resolver y descartar, no como hacían las sirvientas, que toda la basura iba debajo de la vieja alfombra y de repente la casa era peor que un chiquero.
Dos días después de haber llamado a Benjamín Moraga, Eva Gibraltar Laviens escuchó la voz entrecortada del hombre. Le decía que acababa de llegar de San Carlos en Río San Juan y que hasta a ese momento le habían dado el mensaje. La mujer fue directa, le dijo que precisaba que se presentara en Managua, que ella lo iría a traer al punto que él mencionara. Lo antes posible. El hombre accedió, y el encuentro se acordó para el día siguiente. No fue hasta que la comunicación había concluido que ella se percató del absurdo que acababa de protagonizar. Dónde lo iba a poner? No se lo imaginaba entrando a su enorme y silenciosa casa de piso espejado, ni conociendo a sus gatos tan de rancio abolengo que no miraban a nadie con agrado. Se imaginaba a sus abuelos, uno de ellos descendiente directo de Luis XIV por la línea de Athenais de Montespán, querida real y soleada, tan azorados, mujer de dónde lo sacaste si apesta a Toque Final, quel horreur, esta vez sí desbarraste, mucho Lawrence querida nuestra. Sarro, chiquilla ,tenés el gusto envuelto en sarro. Sabe leer? De infarto, dirían sus alumnos.

Nunca hay que observar mucho a un hombre con quien se planifica irse a la cama pero sin intenciones serias de vida juntos. Lo había dicho eso su ancestra la querida que más agitó al Rey Sol la legendaria Athenais? Esa frase se la atribuían, de todos modos. Y era cierta. Lo vio llegar, bajándose del bus. Se escapó de caer, cargando una mochila voluminosa, todo de azul en jeans y camisa de mezclilla un poco más pálida, o la había dejado demasiado tiempo en cloro adrede…Mujer, no seas pesquisona. Y si se hubiera ido en el enorme charco debajo del bus? Jesús-María-y-José, hubiera sido un circo, y lo hubiera ido ella a levantar en lugar de orinarse de la risa? Y ese mochilón para qué? Venía a vivir acá? Y si le traía regalos? La etiqueta de una relación basada en un zipless fuck, a como decía la judía gringa Erica Jong al referise a una sesión intempestiva y casi sin gusto con un desconocido en el sitio menos adecuado , mandaba que los regalos eran de rigor? Por devaluación y depreciación de lo usado, compensación? Y qué estaba pensando? Lo admiró, porque era escultural, con una cara de angel bizantino, pero en ese momento Benjamín Moraga le echó por tierra el momento mágico al colocar una manaza sobre la bragueta del jeans y acomodarse los cojones a como era el hábito universal de los machos que les parece que por tener pene esa es la batuta de la verdad con la cual deben azotar a las hembras, la mayor cantidad posible para hacerlas adorar el bendito y omnipotente falo preñador que no siempre garantizaba el paroxismo del placer. Había un gesto más soez, más asqueroso que eso, en toda la creación de la pelotita del mundo? Ay mujer alegráte, se dijo a sí misma, sin esas grotesquerías quizás ya te hubieras vuelto loca por él y sería tu perdición, dios o el diablo o sepa judas que sabe lo que hace. De la que te capeás, se terminó de convencer. Qué lástima que el éxito country de la Barbara Mandrell de Angels Love Bad Men aún no había conocido al Billboard…Pero no te cantés victoria, el partido no ha terminado y quien te quita que sea un Pelé y te dé un gol que te deje llorando, de rabia o de felicidad o de las dos cosas a la vez? Porque los machos son tan jodidos que con la misma mano que acarician luego te retuercen un pellizco que te deja llorando de por vida.
El hombre le dio un abrazo quebrantahuesos, era quizás pariente de alguna boa constrictora y ella no se daba por enterada. Según Darwin los hombres venían del mono, y aunque la mayor parte aún iban al mono, no era remoto que tuvieran algún reptil como ancestro de abolengo, para explicar de donde eran tan sanguinarios y destructores. No sabía qué hacer, y para aflojar ese nudo de tanta ansiedad que ambos traían le dijo que no dejara la maleta sentada al lado ya que en breve se la podían robar si que él ni cuenta se diera. El le aclaró que no era suya la maleta, que él venía con una mano adelante y otra detrás, que en la mochila venía una encomienda de un vecino para su prima en Managua y que si era posible irle a dejar el paquete antes de entrar en diálogos más agradables. Eva Gibraltar Laviens solo miró de reojo a su Mercedes Benz como si le diera vergüenza andar en algo tan aparatoso. Había escogido manejar ella y dejar al chofer, don Vicente, en casa. Ahora sabía por qué.
El hombre le dio una dirección en un barrio marginal y ella obedientemente se dirigió ahí. Diosmíito con el burro y el mosquero detrás ,si ahí matan con flechas. La entrada del lujoso sedan Mercedes negro iba a ser como un toro en una cristalería al barrio pobre, se dijo muriéndose de la vergüenza. El mismo Benjamín Moraga iba quieto, tocando los mullidos asientos como con miedo y preguntando si lo lavaban con shampoo de los que usaban las damas finas en los salones.
Después, como consciente que había metido la pata, Benjamín Moraga le preguntó que por qué llevaba música de muerto en la radio y ella con paciencia le dijo que no era radio sino cassette y que era el poema sinfónico Finlandia de un pelón finés muy patriota pero él insistió que la parte de entrada de la pieza, sí así le llamó, la pieza, él la oía en la Radio Xalteva de Granada cada vez que daban noticias que venían muertos de los del servicio militar obligatorio y luego la ponían en las misas y anuncios luctuosos.
Eva Gibraltar Laviens sentía que le crujían las orejas de la vergüenza, y sentía lástima por el hombre quien obviamente era un pez fuera del agua, boqueando a como pudiera, pues para él su ignorancia era su oxígeno cotidiano y se estaba asfixiando sin aún haber llegado a los brazos de la mujer que él se decía con seguridad que iba a ser el amor de su vida. Por fin dieron con la dirección y una mujer gorda y sudada salió a recibir a Benjamín Moraga, tomando el paquete que tanto había abultado la mochila del hombre. En el asiento de atrás la mochila lucía como el decepcionado miembro de un impotente sin remedio, toda desinflada y vacía. La pura sangrita de Cristo, pensó Eva Gibraltar Laviens mirando la mochila chata, ojalá esto no sea un presagio de algo horrible. Un presagio que me van a cargar la mochila? Cómo decían enla Cruzada de Alfabetización…puño en alto(el pene),libro abierto(las menudencias femeninas),regla perdida y la mochila cargada.
Como el Cuervo del poema de Poe, o el cuervo maldito que picoteaba o perseguía a las víctimas de La Profecía, película de terror con Sam Neill que ella miraba cada vez que podía. Madre del merito diablo, si pudiera sacar esa mierda de aquí, se dijo aterrada, porque era supersticiosa aunque no lo confesara nunca. Por estar viendo la mochila no se percató que una nube de niños pequeños, descalzos, algunos comiendo mangos pequeños que recogían de un solar vacío a unos 4 metros de donde ella estaba esperando en el carro, se acercaban a mirar el carro y observarla con detenimiento. El hombre terminó de conversar con la mujer gorda que recibió el talego y se subió al carro con una sonrisa de alivio.
Soy todo tuyo ,amor, le dijo él con una sonrisa deslumbrante, y ahí comenzó la adrenalina de la alarma a correr como perros sabuesos tras una pista dentro del torrente sanguíneo de la mujer. Mío todo mío y para qué lo quiero? Lo llevo a un hotel pequeño donde nadie nos conoce, lo voy a hospedar ahí porque si lo llevo a la casa mis abuelos infartarán a dúo diciéndome que mi populismo alcanzó el límite intolerable, y ni sé ni cuánto tiempo piensa quedarse ni nada. Mío? Para qué sirve un hombre? Cuál es el uso práctico de un macho hermoso?No entiendo, señores que empujan la rueca del destino, la rueda dentada de Nicolás Guillén. Yo quiero sentir esa gota de ángeles que le navegaba en el cuerpo a la Edith Piaf cuando miraba a los ojos de su púgil marroquí Marcel Cerdan. Y no siento ni mierda.
Entró al estacionamiento de la pequeña pensión donde iba a alojar al hombre, y ahí vino el primer chasco. Benjamín Moraga no traía un cinco sobre sí, más que el pasaje de regreso a Granada.
Desde mi cerrado perfil me ruboricé sin que nadie me viera. La vi pagar y llevarlo a la mejor habitación, donde puso la mochila vacía en una mesita de noche. No son mentiras mías al mencionar que le oí decir al hombre que no había comido desde en la mañana. Eva Gibraltar Laviens solo atinó a decirle que fueran a comer, cómo no, si le escuchaba las tripas rugiendo como una moto MZ ronroneando alegremente, y que luego vendrían de regreso. El atónito tren del pensamiento de la mujer llegó hasta mí como el aroma de un Jazmín de Arabia…santo cielo y que lo tenían amarrado y sin comer, habrá alguna ancestra africana en su linaje que le haya enseñado el indiscreto encanto de los planes prenupciales de engorde que hacen las chicas allá en el continente negro antes de pescar marido? Pero si yo no me voy a casar con él ni me lo voy a comer para Navidad en una cama de lechuga, una manzana en la boca y un lazo de tomates en el culo! Yo solo sorbí más agua y pensé que la pobre mujer sí estaba metida en un lío gordo.
Me sentí un poco culpable, aquí sentada en mi comodidad, con mi vida nocturna satisfactoria. Estaba rodeada de admiradores que me asediaban, pretendientes de toda ralea, y tenía todo lo necesario. Mientras mis vecinas dormían, yo gozaba a mis anchas de la luna y los placeres de las semipenumbras, tenía amistad con las estrellas. Estaba bien. No bien que dice el nica cuando va en las tapas del lagarto pero el reptil aún no lo ha masticado. Bien de veras.
“Pero yo creo que mi bienestar es secundario a estas alturas del campeonato, cuando la personita a quien más amo estaba en apuros.
Irse a la cama con Benjamín Moraga no solucionó para nada los problemas de la mujer, es más, creo que mas bien los empeoró. Estar ahí hasta cierto punto con su venia no fue un afrodisíaco. Pocas cosas lo fueron. Cuando el hombre se quitó las botas ella creyó que moriría, y lo mandó a bañar antes que apestara toda la cama con el mal olor de los pies. En tiempos del racionamiento de agua, en que el vital líquido era cortado de fluir por hasta 6 horas, apenas dio abasto con el baldecito miserable que los dueños de la posada habían provisto. Aún después del baño, el espectro del tufo seguía molestando a Eva Gibraltar Laviens, hasta que ella misma se dijo, no…,no, no puedo seguir así, me va a pasar como las del mono que tocó mierda de gallina y de tanto estar con la manía de olerse la mano se murió de la merita mocepa .Imagínense los titulares de los vulgarazos del Nuevo Diablo, “mujer de buena familia se palma en una posada olisqueando los pies de su amante furtivo y la encuentran echando espumarajos”. Tenía que reconocer que el hombre ya en cueros era una escultura viviente, todo en el sitio perfecto, pero siempre el gnomo morado de su humor macabro le salía al encuentro a la mujer, y ella misma se dijo, una escultura que se harta como contratado o fuera el último día que va a haber comida, y por ende debe de cagar proporcionalmente, cuidado se te caga en la cama, se atiborró como para 6. Ojalá no le dé un pasón en medio del ejercicio, mi abuela hablaba de un señor que le dio una congestión encima de la querida tras despacharse un preparito de 7 nacatamales con pan, encurtidos y mantequilla. A la pobre concubina desde entonces le llamaban la matadora, imagínense que este pobre cristiano se me quede tilinte encima y con el palo aún duro en mí como espantosa evidencia, y me llevan en una camilla al hospital para despegarlo ,mientras los flashes de las cámaras de los fotógrafos y los gritos de los camarógrafos hacen un festín de mi vergüenza. Encuentran jinotegano muerto como licuadora, bien enchufado, a como dicen que se palmó el papa Juan XII, encima de intelectual blanca del más rancio abolengo, y el hombre cómo se llama, chinchilillo de quien es ese muerto pobrecillo? Un resoplido de impaciencia proveniente del hombre saca de su ensimismamiento de la mujer.-Entonces a qué horas que ya me está dando sueño-dice el tipo. Bueno, vamos a la buena de Dios y que sea lo que el diablo quiera, piensa la mujer resignada sabiendo que por más ganas que le haga no va a gozar.
Semanas después, cuando el hombre se ha quedado por 4 días más en esa posada, comiendo todo lo que pueda, oyendo rancheras de Vicente Fernández y pedradas de Rigo Tovar con su ritmo a caballo, tratando en las noches de extricarle infructuosamente un gemido de placer a Eva Gibraltar Laviens en las noches, ella se pregunta qué fue lo que salió mal. Recuerda que Séneca, el maestro de Nerón a quien el alumno obligó a suicidarse como pago por haberle aguantado tantas patorras, decía que cuando una parte del todo andaba mal, poco faltaba para que el todo se desmigajara. Había sido tallarines con chocolate, u hormigas bañadas en salsa de aguacate. Al irlo a poner a la parada de buses para que se fuera de vuelta a su trabajo en Granada, no había habido promesas ni sentimentalismos tan de moda para esas ocasiones. El prometió mandarle un dinero para cubrir sus gastos en la posada pero ella le dijo que se olvidara de eso. Vaya tendría que laborar por 4 meses y no comer ni mendrugos para poder pagar su consumo, pensó irritada Eva Gibraltar Laviens. No era en sí el dinero que iba a apagar en la posada lo que la molestaba. Era la inutilidad, la futilidad del tiempo perdido, la ausencia de magia, no el monetario que al fin y al cabo tenía de sobra ella. La sensación de haber pedido a un sapo que siquiera por una noche se convirtiera en un príncipe, pero el batracio no paraba de croar para recordarle que era solo eso. Malditas canciones de Edith Piaf, se han cagado en mí pensó Eva Gibraltar Laviens.
La vi ir con buena compostura a pagar la deuda a la posada, y ya se retiraba cuando la dueña del hospedaje la alcanzó y le dijo que el joven había dejado una cadena con un dije de corazón y llave entre las sábanas sucias. Parecía de oro pero la mujer no creyó que lo fuera, sin embargo, tomó la prenda y la echó en su bolso sin examinarla. No recordaba habérsela visto puesta.
El tiempo pareció desgastar a Eva Gibraltar Laviens. Nunca más supo de su ex amante. Ni falta que le hiciera, se dijo ella misma. Tenía vocación para estar sola, y dedicaba toda su ternura a sus gatos, con los cuales yo tuve que entablar buena amistad ya que a menudo los veía ir y venir en medio de las noches de luna. Ella fue escalando en el mundo intelectual, publicando tratados, y riéndose de todo el mundo. Murieron sus abuelos y quedó sola en la enorme casona, bueno casi sola a excepción de lo que ella llamaba sus “afectos del reino animal y vegetal.” Y de ahí provendría el gran susto de su vida.
Una noche la luna estaba enorme, como la bola de queso con la que sueñan los ratones, y con la que sueñan los gatos pues se imaginan una pandilla de ratones viviendo ahí. Eva Gibraltar Laviens jardineaba tranquilamente, sacando algunas malas yerbas, regando con agua fresca. Pensaba solamente en terminar la faena e irse a dormir. Era un alivio no tener un marido exigente que se sintiera machazo solo porque tenía de sirvienta por amor a una graduada de una universidad medieval, ni hijos que le estuvieran sacando canas verdes. Pensaba darse un largo baño de agua caliente en la tina victoriana de su baño, escuchando a Patricio Manns o a Jacques Brel cuando la respiración se le detuvo. Roja. NO. Varias flores rojas. No en el rosal que hubiera sido lógico pues era una mata de Príncipe Negro, con rosas tan oscuras que parecían negras en la penumbra. Príncipe Negro, llamadas así por las rosas que el rey inglés Eduardo III le dio a su esposa Felipa de Hainault cuando parió al heredero de la corona. Tres flores rojas en la mata que había traído hace tantos años de Río San Juan y que ahora ya cubría todo el porche de su casa con un vigor pasmoso y una hermosura exuberante.
Pero era blanca! Las primeras flores habían sido blancas! Siempre dio flores blancas. Tan blancas que a veces se veían azuladas. Fue a buscar a la vieja criada y le preguntó si había vertido colorante en el agua de la planta y la mujer dijo que no. Eva Gibraltar Laviens estaba tan asustada que casi arrastró a la mujer hacia el porche. Le enseñó las flores y fue pero el susto cuando la vieja criada le dijo que no veía nada rojo, que todas las flores estaban blancas, que le había parecido. Eva Gibraltar Laviens en su exasperación y terror hizo lo que nunca había hecho antes, arrancó una de las flores que ella afirmaba estaba roja, y del tallo surgió un líquido pastoso, aromático y rojo. El dolor de la planta fue enorme, pareció marchitarse por un segundo pero Eva Gibraltar Laviens solo soltó la flor y entró a la casa llorando. La flor en el piso lucía blanca y exangue, y una vez en el lavamanos la mujer gritaba que la sangre no se diluía en el agua del grifo. La vieja criada le dio un té de manzanilla a la mujer y se quedó a su lado mientras se bañaba, ya no un baño de inmersión sino una ducha para meterse en la cama lo antes posible. Los gatos la siguieron y se durmieron sobre el enorme lecho de hierro. El cansancio la venció, y al fin y al cabo tenía que ir a dar clases al día siguiente.
Con la luz del sol, los miedos parecieron disiparse mientras avanzaba el día. Al salir de la casa no se había aproximado al jardín, tenía una sensación aguda de remordimiento, de vergüenza y culpabilidad. Nunca había cortado una flor antes. Le gustaba verlas en sus matas, no cercenarles la vida. Tras impartir sus clases como navegando con piloto automático, alelada, indiferente, sin dejar que las palabras de sus estudiantes le tocaran ningún sentimiento, se fue a la enorme biblioteca del colegio. Buscó en enciclopedias y libros de botánica. Descubrió que la flor de luna era endémica en los trópicos y que sus semillas, al ser ingeridas, podrían ser venenosas, a tal punto de causar una muerte violenta entre espumarajos. Se habían reportado solo dos casos de flor de luna en tono rojo, pero ninguno en América. Ilusión óptica? La vieja criada insistía que eran blancas. Y el líquido rojo, como sangre? Se llevó la mano a la cara, la mano con la que había cortado la flor. Olor a su perfume francés, pero sí, allá en el fondo, un olor cobrizo a sangre, como sangre humana. En medio del sopor de la tarde calurosa, con el sol de encendidos oros a como lo llamaba el divino Rubén Darío, el coco salía de su closet solitario y la mordía, la perseguía, la daba un escalofrío gélido por el espinazo, y luego hacia la fisura pélvica. Una sensación de tener un cuchillo de hielo en el sitio donde estaba la fisura.
Rompió a llorar, sin que nadie la viera pues estaba en una de las mesas más apartadas de la biblioteca. Extrañó a sus abuelos, y se sintió tan desvalida y tan criminal por haberle arrancado una flor a su mata de flor de luna.
Al dirigirse a la casa, pasó por una tienda que vendía insumos para agricultura. Compró fertilizante para plantas y otros aperos.
Dos granjeros entraron mientras a ella le facturaban su compra. Escuchó sin querer la conversación. Hablaban de una señora norteña que había muerto de lo que ellos llamaban “pena moral”.Pobre doña Tencha, la verdad es que nunca se repuso de la muerte de su chavalo consentido, el tatarata loco de Mincho, que hombre más bruto, dejar a la mujer chela aseada que lo mantenía con su tramo del mercado y los dos niños que le hizo…Has de creer, vos, hartarse unas semillas de bejuco. Yo siempre dije que Minchito iba a acabar mal, ningún hombre con esa carita de piticú llega a nada bueno, caremuñeca, le picaba el culo. El hombre tiene que ser como el oso, porque entre más feo es más hermoso, pero doña Tencha siempre lo mimó más porque era su guapito…Dicen que el Mincho se mató por una burguesa de Managua, y aunque doña Tencha le decía que no valía la pena mirá que en abril se lo llevó la Calaca. Pobre doña Tencha,tanto llorarlo todos estos largos años le dejó tullido el corazón a doña Tencha y ya ves, estaba arreglando la tumba de su Minchito cuando se dobló encima de la tumba del muchacho en su traspatio y ahí mismo quedó tilinte. Creo que eso que el padrecito no lo haya dejado enterrarlo en cementerio porque es pecado y Dios no recibe a los que se matan también le hizo daño a la pobre vieja, más con la católica que era. El viudo la enterró a la par de Mincho y ahora es ateo rechinado, bueno que Tata chú lo perdone…
Eva Gibraltar Laviens solo atinó a pagar y llevando sus productos, salió corriendo de la tienda.
Al llegar a la casa, pasó primero por el porche y tomando una de las guías de la enredadera le pidió que la perdonase. Fue a guardar su mochila y luego se puso a jardinear, regando generosamente todo el jardín y echando del fertilizante diluido. Luego se lavó las manos y sacó uno de los parlantes del estéreo y le puso música de Claudio Bolling a sus plantas. Sabía que la música clásica y el jazz agradaba a las criaturas vegetales y favorecía su crecimiento. Tras corregir unas tareas de sus alumnos y darse una ducha y cambiarse, cenó en silencio. No se apartaba de su pensamiento lo que había escuchado en la tienda. Una sombra de curiosidad asomó a su ceño. Qué habría sido de Benjamín Moraga? Era solo curiosidad, se dijo. Nada sentimental, como cualquiera apasionado de la historia que deseaba saber la verdad detrás de que el fundador de la Turquía moderna Mustafá Kemal Ataturk había sido judío o que uno de los próceres nacionales había amado con locura a un joven de origen hondureño o si en realidad el emperador José II de Habsburgo en realidad había fallecido de unas almorranas reventadas…Me guste o no se trata de un elemento de mi historia personal, se dijo. Y primero soy historiador y persona luego, aunque tenga que buscar una aguja en un pajar, pero en realidad Jinotega es un pajar harto pequeño, con el gusto que tiene esa gente por la chismorra,
Pueblo chico infierno enorme, no será difícil quien me guíe hacia el famoso viudo ateo que ahora corteja al diablo por no ir a la iglesia.
El fin de semana, la vi levantarse más temprano que de costumbre.
No alistó el Mercedes Benz, ya sabía el efecto que tenía en ciertos sitios.
Montó al Land Rover gris que había sido de su abuelo y que ella mantenía en perfecto estado. Le deseé buen viaje, porque la verdad nunca he sido rencorosa, por su bien deseé que encontrara paz,bien que la necesitaba.
Subió por la carretera norte, pasando por Tipitapa, luego el empalme San Benito, tomando la rama izquierda de ese arbol que es la carretera Panamericana, rauda por Las Maderas que tras tanto despale ya ni maderas que talar quedando, subiendo por la Cuesta del Coyol, y luego la ligera humedad de Las Playitos donde ahora se cultivan melones o sandías, atisbando apenas desde la carretera el espejo sucio de Moyuá, sin entrar a Ciudad Darío donde el poeta había nacido a bordo de una carreta y no en el sitio que le dan como casa cuna, sintiendo el punzante olor a cebollas en Sébaco y este vez tomando la opción derecha hasta seguir cuesta arriba hasta la Perla del Septentrión, y dejándola atrás para adentrarse por el inclinado y perfumado sendero asfaltado hacia Jinotega. Las nubes parecía quererle dar una estola de niebla, y rodeado el Land Rover gris a la altura del Disparate de Potter, para darle gentil paso hasta que llegó a la propia ciudad en el valle desde donde se atisbaba la Cruz, donde la indiferencia de los habitantes permitió que muriese nada menos que germán Pomares Ordóñez,el inefable Danto, en 1979.
Una vez en la ciudad seguir el rastro de Benjamín Moraga fue fácil. El Bello Envenenado, el hijo mimado de la Tencha. La viuda ni lo mentaba, más que se hablaba que se había matado por una mujer de Managua.La viuda se había casado con un tico furgonero que se la llevó a ella y los muchachitos y ahora vivían bien en Curidabat en San José….Bien? Bien como el nica que va en las tapas del lagarto pero el animal aún no lo ha masticado? Se vivía bien en Curidabat? En Escazú o Montes de Oca quizás…pero bueno, Eva Gibraltar Laviens quería dar con el hilo tenue de humedad caracola que le llevaba hacia el hombre que nunca entendió. Pronto tuvo la dirección del viudo Moraga, el padre de Benjamín Moraga, y se enrumbó hacia la salida de Jinotega y volvió a subir por pocos kilómetros.
El viejo Ramón Moraga era lo que hubiera llegado a ser Benjamín Moraga si hubiera llegado a los 70 años con elegancia. Alto y musculoso, tenía los mismos ojos pardo claro. Ojos de tolvanera, ojos color de lodo seco, los ojos del árbol de donde saldría la marimba y la música o donde un jilguero cantó, según el también jinotegano Efraín Andrés. El anciano instintivamente supo que era la mujer por la cual su hijo se había trastornado y la apreció quitándose el velo del rencor y las espuelas del odio. Habló con ella tranquilamente, le ofreció rosquillas y un café que le aseguró no llevaba semillas de flor de luna. Le dijo que por din comprendía los motivos de su hijo y que ella debía de entender por qué en su vejez se había hecho ateo. Pero le advirtió que el destino tenía forma de hacer compensaciones y le hizo prometer que jamás destruyera la planta de flor de luna que ella tenía, según le había relatado su hijo poco antes de suicidarse. Le dijo que tarde o temprano la mata produciría flores rojas, a como sucedía con la que él tenía en el traspatio de su humilde casa, y que no se asustara. Ella casi le confesó que la propia mata había ya producido flores escarlata pero un asomo de prudencia la detuvo. No le quedó más que abrazar al viejo, darle su tarjeta y pedirle que llegara a conocer su casa cuando viajara a Managua. Al regresar a Managua ella misma se sintió que se había quitado un enorme peso de encima. Era una vieja deuda de honor por no haber aprendido a amar a quien en realidad solo cometió el craso error de no manifestarle sus sentimientos reales.
“Entró algo fatigada a casa, había sido un viaje largo. Pero yo ya me estaba engalanando para la noche cuando la vi acercarse a mí y reconocerme. Hasta entonces se dio cuenta de quién era yo. Al irse de este mundo y destruir su forma humana Benjamín Moraga, el amor encendido que sentía por Eva Gibraltar Laviens me pidió asilo en mis guías y savia, y por eso de vez en cuando hay flores rojas para que nunca lo olvide.”
“Ah, la pregunta? Yo, quien soy yo? Cierto, dispénseme la mala educación. Yo soy la planta de flor de luna de Eva Gibraltar Laviens, quien alberga en un embarazo perpetuo a lo mejor que tuvo Benjamín Moraga. Y juntos somos quienes más la amamos en este mundo.”


26 de abril 2009 Día del Libro