DELETED
(EL MENSAJERO DEL REMORDIMIENTO)
“Dead is dead”(muerto es muerto)
Stephen King,en Cementerio de Mascotas
Lo que habría de acabar en tanta samotana y hasta duelo comenzó inocentemente con la llegada del mensaje por correo electrónico que Amundsen Torrijos Galliard estuvo esperando en ascuas por varios días, trayéndole por fin una sonrisa al rostro redondo apenas lo leyó. Esa era la solución para sus líos inmediatos. Releyó la comunicación proveniente de la revista española y se alegró más. Le pagarían 1500 dólares por una historia inédita, entre 6 y 8 páginas, de suspenso o terror, sobre un aviador. Era para la edición especial de año nuevo. Sería la segunda vez que le compraban materiales de esa revista española. No era que le fascinara escribir por encargo, pero en realidad iba a necesitar del dinero, y en Nicaragua donde los editores creían que le hacían una caridad a los talentos literarios con publicarles sus libros y luego quedarse golosos con todas las ganancias, ya la suma era histórica. Se consoló a sí misma que Wolfie, a como ella confianzudamente llamaba a Wolfgang Amadeus Mozart, también había tenido que componer el precioso concierto en do mayor para arpa, flauta y orquesta presionado por la necesidad, para unos diletantes de la nobleza menor residentes en París, y era tal la genialidad de Wolfie que había producido una gema sin costuras, con un movimiento lento que hacía soñar a los pocos versados en música, quienes tejían historias románticas sobre el andantino diciendo que Wolfie había estado loquito enamorado de una parisina y era un cadeau d ´amour. Lejos de la verdad, en realidad Mozart había concebido el concierto en formato de sinfonía concertante tan en boga entonces, en 1778, para el duque de Guines, Adrien-Louis de Bonnières, flautista de cierta monta pero de billetiza incumplida, quien lo tocaría con su hijita quien tomaba lecciones de composición con Mozart para no aburrirse de cazar moscas mientras alguien le proponía boda. El duquecillo nunca le pagó a Mozart por el concierto y éste, con tal de no perder a la chica linajuda como alumna, optó por callar en una época donde músicos como Mozart o el mismo amigo suyo José Haydn, a menudo eran vistos como criados y hasta los obligaban a portar librea. Y si eso me hacen a mí estos españoles, quienes a lo mejor siempre me verán como una mozalbete de las colonias, sobre todo por ser descendiente del cacique Yarrince, se preguntó con una sonrisa agria Amundsen Torrijos Galliard. Bueno, a la larga Mozart había salido bien librado con la posteridad, pues era una de las piezas más populares hasta la fecha, y aunque no se comió los reales, donde quiera que esté debe estarse riendo solo y no con la carcajada vulgar que el Milos Forman le asignó en la cinta Amadeus.
Siempre práctica, comenzó a investigar el tema, con recursos de internet, libros e historias de famosos aviadores como Yuri Gagarin(más conocido como el pimer cosmonauta que orbitó la tierra, poniendo a los gringos tan verdes de envidia que metieron su plata en la NASA) Otto Lilienthal-a quien le debemos el nacimiento del helicóptero a pesar que él mismo se deschincacó en un acidente-y su eterno favorito Antoine de Saint Exúpery. Pero el relato completo de lo que hace un piloto del momento en que se mete al aparato hasta que aterriza de nuevo no estaba en su poder. Qué maniguetas tocaba? Cuáles se apretaban solo en situaciones de emergencia? Cuál era la sensación en la boca del estómago al alzar vuelo? Todos esos detalles se le escapaban. Tenía dos amigos pilotos, uno de aerolínea y otro militar. Se enteró que el de aerolínea estaba en medio de una atroz batalla campal con su tercera ex mujer en los juzgados capitalinos, en uno de los divorcios más documentados de la historia de Nicaragua. No era prudente buscarlo. Al amigo y al caballo no había que joderlo mucho cuando estaba adolorido porque pateaba, decía la madre de Amundsen Torrijos Galliard.
Fue a la base de la fuerza aérea solo para que le contaran que el suertero del Mayor Néstor Morales andaba de nuevo de viaje, esta vez en Rusia, y volvía en dos meses. Ahora sí me jodí rico, pensó Amundsen Torrijos Galliard, saliendo de la base a toda prisa, con el pelo recién recortado como paje agitándose en tonos del caoba al rojo melado claro, el pelo de tigre que heredó de su mamá. Iba tan enojada que no se percató que un par de ojos claros la miraban desde una oficina. El dueño de los ojos se volvió a sentar en su sillón ejecutivo. Tenía dos de los libros que la mujer había publicado años atrás. Alcanzó el control remoto del aire acondicionado y lo apagó. Un extenso escalofrío recorrió el cuerpo flaco del hombre de ojos verdes. Alguien pisando su futura tumba? No era supersticioso, pero de alguna parte un ala de cuervo, negra como una duda inminente, le rozó la sien. Qué hacía la escritora ahí? Había leído algunos de sus cuentos. Lovecraft, Poe, incluso King se le quedaban chingos. Quizás porque al contrario de King, no habían decapitados súbitos, ni bebé Gage reventado por un furgón en Cementerio de Mascotas, o Cujo babeando asco en el libro del mismo título.
Fue cuando vio el enorme mariposón negro encima de la puerta de su oficina, adentro. La sangre se le heló en las venas. Llamó enojado a gritos a la encargada de la limpieza.
La vieja mujer llegó tan aprisa a como sus artríticas piernas le llevaron.-Diga coronel Vélez…
El hombre, hecho una total palidez, le espetó que matara al insecto YA delante de sus ojos, que eso era muestra de la chanchada en que mantenían las oficinas del cuartel, que no parecía una base sino una pocilga y que todas las afanadoras eran un atajo de marranas perezosas que siempre estaban prestas a irse más temprano. La vieja trajo una escoba y persiguió al animal, con el militar refugiado tras la puerta del baño que la oficina tenía incorporada.Cuando la señora por fin pudo matar el insecto oscuro fue éste a caer precisamente al escritorio del hombre encima de su celular, el cual sonaba en ese preciso momento. Quitáme esa mieeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeerda de ahí, vieja hijuepuuuuuuuuuuuuuuuuuuutaaaaaaaaaaaa, aulló iracundo el militar hasta que la sirvienta se llevó el cadáver del animalito. Nunca había visto en ese estado de pavor al coronel Jacinto Camilo Vélez, furioso sí, por supuesto, si solo así se manejaba y los soldados y otros oficiales le tenían una mezcla de odio, resentimiento y miedo. Ayudaba a sembrar el terror en todos la extrema delgadez, casi cadavérica del hombre alto, enjuto y feo, con un leve parecido al inglés Bernard Law Montgomery, vencedor de El Alamein durante la II Guerra Mundial, pero sin la maestría, humildad y destreza del héroe inglés.
Algo similar a una lluvia tierna salpicó la cara del hombre. Era llanto. De dónde? Por qué? Lo tenía todo, si todo era posible en Nicaragua. Su mujer le había dado 4 hijos,entre ellos el esperado macho que perpetuara el apellido, como si fuera un linaje ilustre de reyes Borbónicos o Habsburgos. La mujer ya estaba sometida, educada a que como militar él no tenía horario, y eso le servía para cubrir sus escapadas, virtuales o reales. Porque tenía chicas que le saciaran el más mínimo deseo, tanto en las universidades de garaje que tanto florecían ahora, como en el internet. Poseía una cámara web con lucecitas incorporadas, porque ya no veía tan bien, tenía 45 años de edad, y con ella gozaba a montones porque en la variedad estaba el gusto. Estaba suscrito a cuatro servicios de amigos o citas por internet para garantizar que si esta semana la exótica mozambicana estaba fuera del alcance, habría una gringa caliente lista para bailarle desnuda ante la webcam o una chinita de Hong Kong que estuviera dispuesta a todo. Por no contar con las nicaragüenses que estaban al alcance de una llamada, y que dijeran lo que dijeran, tenían que estar dispuestas para todo. El no era cualquier cosa. Entonces por qué esa sensación extraña de que todo acababa, así de repente? Quiso borrar de su mente la imagen del cuerpo apachurrado del insecto encima de su celular. El escalofrío volvió, esta vez con intensidad de convulsión. Recordó que había citado a una chica que había conocido en Fanbox para verse en uno de los centros comerciales de Managua. No tenía ánimo para ir. Ahí que se quedara esperando, no la iba a llamar, no quería ni tocar el celular. Lo tomó entre un trapo y lo metió dentro de su cartapacio. Tomó el cartapacio y decidió irse a casa. Que se quedara esperando la mujer citada, al fin y al cabo para eso eran las hembras para esperar. Para muestra un botón, su mujer. Era una empleadilla mal pagada del estado, en realidad él la mantenía y le daba el permiso de trabajar para que no lo anduviera espiando y tuviera un ficticio sentido de independencia, pero la había acostumbrado a un régimen de pecho de paloma, obediencia abyecta, a no chistar, y sería mejor que estuviera ya en la casa haciendo la cena, aunque en realidad no tenía ni apetito.
Amundsen Torrijos Galliard llegó a casa cansada y frustrada, pero se encontró con una agradable sorpresa. Le esperaba música de Bolling, la computadora encendida y un aroma a sopa china. Day? Estaba por fin convirtiéndose en gente su hija Dayfaeri Danae, quien nunca le reconocía características humanas a ella, y hasta se burlaba del apellido noruego del gran explorador que el padre de Amundsen le había puesto…Del baño salió Simón Wilson, su discípulo predilecto. Este joven y alegre mulato era vecino suyo y permanecía todo el tiempo que pudiera en la casa de Amundsen Torrijos Galliard. El joven le dijo que la sopa ya iba a estar, había cocinado para el marido, los dos hijos de la escritora y para ella y él. Era un prospecto de chef, un homosexual encantador y posiblemente un buen poeta cuando hubiese acabado la carrera universitaria. Ya le extrañaba a Amundsen Torrijos Galliard que ninguno de sus dos retoños hubieran preparado tan acogedor ambiente, si vivían matándose entre sí. Eran una pareja de gemelos, varón y mujer, bellos y talentosos pero completamente insoportables.
Una vez que la familia hubo cenado, Simón Wilson llevó de la mano a su profesora a la computadora. Entusiasmado, le mostró lo que había hecho. Amundsen Torrijos Galliard no quiso rechazarlo. Le había abierto un perfil en un servicio de citas y amigos. Forrado con fotos recientes, sus datos completos, y todo. Yo tengo uno, teacher y viera que me gusta. Sirve, y ahí puede promover su obra también, mire que por el que le armó su hija en Fanbox la conoció el editor español que ya la puso a trabajar en una ocasión y ahora de nuevo. Simón Wilson estaba tan entusiasmado que la escritora no tuvo ánimo para decirle que con costo podía ella lidiar con sus conocidos, que menos amigar con gente de otros confines del mundo. Con qué tiempo iba a hacerlo? Bueno, ni modo. No iba a desairar a su alumno, que era casi como un hijo adoptivo. El muchacho echó en su mochila el diccionario que ella le prestó, se despidió de la familia y se marchó. Había dejado abierto el perfil de la escritora en el servicio de citas y amigos. La mujer se sentó a curiosear un poco. Guardó el cd de Claudio Bolling cuando terminó de tocarse, y puso uno de Francis Lai, el que hizo la música de Historia de Amor. Tuvo que admitir que Simón Wilson había colocado buenas fotos suyas. Pero se percató del riesgo que tomaba. Había gente que afirmaba que esos servicios quitaban mucho tiempo, y para ella su tiempo era muy escaso y valioso. No lo visitaría muy asiduamente su perfil, aunque tenía que admitir que le había quedado precioso al mulato.
En dos días completó toda la investigación que necesitaba para su cuento, y Amundsen Torrijos Galliard se dio cuenta que estaba ahogada por un cuello de botella. Tenía toda suerte de información sobre aviones de la II Guerra Mundial, los Messerschmidts alemanes, las pilotos rusas, la muerte de Amy Jonson en el estuario del Támesis, la desaparición en julio de 1937 de la famosa Amelia Earhart gringa, pero el acto sencillo de volar, lo que hace el piloto al sentarse en la cabina, le era desconocido. No sabía cuál era el proceso mediante el cual uno hacía levantar el aparato, la kábala para que el piloto como Jesús dijera levántate y anda a Lázaro. No podía comenzar el relato sin esa información central, como servir una cena completa de 7 platos sin contar con el plato principal de carne. Tendría que buscar a su amigo atribulado por el divorcio. Justamente en el periódico de ayer se publicaba una foto donde la airada tercera esposa trataba de golpearle con un paraguas negro en pleno pasillo de los juzgados.
Amundsen Torrijos Galliard se sentó a su computadora y casi inconscientemente abrió la página del servicio de amigos que le había creado su alumno. Ya iba a cerrarlo cuando entró una solicitud de amigo. Iba a borrarla pero algo le impidió hacerlo. Abrió el mensaje y la imagen de un tipo de ojos claros, narizotas, y en uniforme le asaltó la vista. Uniforme…de piloto. Piloto militar. Las alas, la mirada de arrogante. Tenía en su buzón a varias mujeres que formaban parte de su harén virtual. Guácala, qué humillante era la idea, pero iba a necesitar que alguien le echara una mano. Se le iban 1500 dólares que su familia necesitaba. Dio respuesta afirmativa a la solicitud y mandó un mensaje al solicitante que necesitaba hablarle. Si pensaba otra cosa era asunto del tipo, ella necesitaba la información.
La respuesta no se hizo esperar. Al día siguiente que ella abrió su buzón de correos ahí estaba la respuesta y un número de celular. Pensó que el tipo no tenía idea de medidas de precaución, un celular no se le daba a un virtual extraño así nomás. Estando tan polarizo el país en su situación política revuelta bajo un régimen que deseaba volver a ser tan totalitario como había sido en la década de los 80, eso equivalía a un suicidio. Crónica de una muerte anunciada, como hubiera dicho Gabriel García Márquez. Pendejo con alas en la solapa, no piensa siquiera que puedo ser una terrorista talibana con ganas de joderlo, estúpidos los hombres, que piensan con la pinga ,vio las fotos y cree que se va a comer a una vieja aún sabrosa, por eso fue que se tistearon al GN I en tiempos de Somoza, no pudo resistir los encantos de la Norita, y en medio del merecumbé sacasonapas y se lo voló. Mata Hari en operación nacatamal . Pérdida para Nicaragua, porque el hombre era buen seso aunque los sandinistas lo vilificaran como un monstruo. El cree que uno lo anda en una bandeja rodeado de lechuga y con una rodaja de limón para aderezar, ofreciendo a cuanto hijo de vecino quiera probar. Su mamacita en guacamole. Yo solo quiero que si de veras es piloto y no otra cosa, suelte prenda de cómo vuela sin ser el Gato Volador.Ahi muere la lora y la hacemos en arroz aguado.
Amundsen Torrijos Galliard marcó el número que el tipo le envió por correo y le salió una voz ronca, seca, como de un viejo de 80. Ella explicó que necesitaba verlo. A lo antes posible. El tipo pareció pavonearse, como el gallo solicitado por tantas gallinas. Pero accedió a verla en esa semana y le dijo que llegase al club de la Fuerza Aérea, viernes a las 4 pm y que hablarían. El día señalado, la mujer estuvo puntualmente ahí y esperó. Era en realidad un sitio incómodo para ella. Un puñado de gente se bañaba en una piscina que obviamente no había gozado de mucho mantenimiento. Llevaba un mp3 para grabar al hombre en todo el proceso que ella le pediría que describiese. Pidió una soda en el bar y casi se atraganta con el precio. NI que fuera el hotel Intercontinental, chocho si hasta los vasos están cascados. Sorbió la gaseosa lentamente pero nada del tipo. Cuando vio en su relojito de pulsera que ya iba el tiempo rumbo a las 5,se enojó. Cierto que precisaba la entrevista, pero no iba a estar ahí con lo que podría ser apariencia de furcia plantada. No se percató que las aguas turbias de la piscina comenzaron una especie de oleaje que sacó corriendo a los bañistas, con cara de miedo.
A las cinco y cuarto se levantó furiosa, y se largó. Se montó a su Volkswagen negro
Y antes que se percatase de lo que hacía, dijo Ap i mulendi. La maldición gitana. Comenzó a sudar a chorros. Se le había escapado de los labios. Se dijo que eran babosadas, que no era realidad, y ella no era supersticiosa. Era la maldición gitana, jodido, de donde salía eso? De la frustración de tener que buscar su información a como diera lugar? Bueno, el tiempo estaba perdido y había que avanzar sin el aporte que esperaba sacar del piloto, si es que de veras era piloto y no cualquier otra cosa. Internet, igual que el papel, aguantaba toda la ficción que se le quisiera poner.
Amundsen Torrijos Galliard logró contactar un día más luego a su amigo el piloto de aerolínea y a pesar del embrollo con el divorcio, se mostró deseoso de ayudarla. Almorzaron juntos y el buen sentido del humor de la escritora incluso relajó al pobre hombre. Ella grabó todo lo que le pareció útil y se sintió por fin relajada pues solo le faltaba esa información para comenzar a tejer de una sola sentada el cuento. Ella sabía de otros escritores, como el novelista Ricardo Pasos Marciaq, que iban investigando a medida que iban tejiendo el cuerpo del relato. Pero para ella no funcionaba así, aunque sus personajes a veces cobraban vida propia y no de dejaban manejar por un plan. En cuestión de dos días tras el almuerzo con su amigo, Amundsen Torrijos Galliard ya tenía lista la obra, y la envió sin demora a España, sabiendo que apenas estuviera publicada su pago vendría por Western Union. Ya los gemelos estaban contando con el dinero, pensando en vagancias en qué despilfarrarlo.
Una vez que hubo despachado su obra hacia España, la mujer no se quedó quieta. Había sido demasiada la vergüenza en ese centro desaliñado que se empecinaban en llamar club social de la Fuerza Aérea. Abrió el servicio de amigos y le mandó a solicitar al descortés oficial que le hiciera la enorme caridad de borrarla de sus contactos y que nunca se le ocurriese llamarla de nuevo. No quería contacto con gente soez que ni explicaciones daba. Delete, pidió. Asumió que el tipo había obedecido pues no supo más de él del día de diciembre cuando la plantó hasta casi la semana santa del año siguiente. El dinero arribó, el relato fue publicado y en menos que canta un gallo la suma fue consumida. Ella archivó el caso como crimen sin solución. No sabía lo acertada que estaba esa clasificación.
Pasar de un estado de relativa paz ordinaria a uno de alteraciones y sustos casi nunca ocurre de ramplón, como en las películas de centavos de terror. Es un cambio gradual que muchas veces los afectados ni cuenta se dan de lo que les sucede. En apariencia todo era igual, pues los gemelos de la escritora seguían siendo los redomados egoístas de siempre, el marido seguía enredándose en su laberinto de matemático loco y roñando que los chavalos de ahora no tomaban los números en serio por eso iba a colgar a toda su clase, los gatos seguían persiguiendo cherepos en la noche y ella misma seguía tratando de mantener el ritmo formidable de producir nuevo material literario sin descuidar sus alumnos. Fue algo imperceptible, al inicio. La pérdida de una pluma fuente que le regaló un ex patrocinador. Poner una nota por otra a un alumno, y el muchacho siendo honesto cuando le dijo que él no había logrado un 85 sino que con costo había pasado la clase. Olvidos benignos, pero olvidos. Sombras que pasaban desapercibidas en medio de su agenda apretada, pero sombras al fin y al cabo, con ojos como los ahuizotes de Masaya y con casquitos sonoros como el cadejo negro de León, pero ella no oía el ruido clip- Clop de esos casquillos porque estaba demasiado metida en el ruido propio de su rutina. En la noche, mientras dormía, una especie de juego de alas la cobijaba apenas ya no estaba consciente, pero al despertarse, cuando el ánima le regresaba al cuerpo, era con sobresalto. Una especie de emocionalismo flotante, pertinaz, omnipresente, se fue apoderando de ella. Era fácil hacerla enojar, o que se conmoviera por tonterías. Fue poniendo una barrera entre ella y el mundo. Leía los diarios a medias y luego olvidaba los titulares. Entraba esporádicamente al mensajero y fue ahí donde se halló un motivo para irritarse. El calor del estío la puso peor, leyendo los mensajes fechados de la primera semana de marzo del 2009.. Sintió pavor.
Creía que el asunto con el coronel estaba finiquitado desde que ella le pidió que la borrase de sus contactos. Era absurdo. Ni siquiera lo conocía en persona para que le escribiese ese tipo de mensajes. No puedes hacerme esto. Demasiado castigo por un solo plantón. Es absurdo. Es tan horrible estar aquí, desarraigado de todo. Lejos del sol el girasol se marchita, no tiene a quien seguir. Duele, aún así duele.
Dolía? Qué le dolía? No estaba exagerando? Plantar a alguien puede dolerle de momento al plantado pero no al que planta. Cómo podía dolerle no verla si ni siquiera la conocía? Nunca le tuvo de cerca para inhalar su mezcla extraña de Aliage de Esteé Lauder con sudor. No leyó todos sus relatos. No conocía su cuchara, no sabía qué ideología tenía. Cómo puede doler algo que uno no conoce? Y no era como un poco acción retardada? La había plantado en la segunda semana de diciembre del 2008 y hasta ahora reaccionaba, a inicios de marzo del 2009? Creería que era ficha fácil, como tantas señoras de cierta edad que en su etapa pre menopáusicas soltaban. Vulgarmente hablando , la perra? O suponía que un escritor debería de ganar bien, y que sería presa fácil para que le comprara perfumes caros, o le financiara sus gustos exóticos, o le diera monedas para irse a parrandear con una chica joven? Amundsen Torrijos Galliard no sabía ni qué pensar. Ya anteriormente por el servicio de amigos le había salido otro militar con sueños de gigoló, ojos porcinos y calculadores, y el descaro más legendario que pudiera haberse topado en un ser viviente. Lo había mandado de paseo a lo inmediato y el tipo había tenido la decencia o la holgazanería de no dar más lata.
Pero esto era distinto.No tenía con quien consultar la situación. Hubiera matado de un susto a su alumno predilecto Simón Wilson, y si le iba con el cuento a su marido éste se desternillaría de la risa, solo para volver a sus ecuaciones. Tampoco podía desbravar con los gemelos, ya que hubieran usado la información como palanca para extricarle más lujos, mira mami si no me compras esos 6 jeans en Eclipse le voy con el cuecho a papi y le cuento a mis amigas para que te miren como vieja calzones calientes , sí?Te van a llamar no profesora sino profesora.
No le quedó más remedio que quedarse callada con la procesión del susto caminando por dentro, a paso lento, con cirios negros y plañideras, con el miedo de cualquier momento a la salida de la universidad ahí estuviera el tipo en su uniforme azul y su carro azul, pues poco después que se había dado el plantón ella tuvo el alcance de preguntar quién era el tipo en cuestión, y todo había salido a bailar por casualidad, ya que la muchacha que llegaba a planchar la ropa a casa de la escritora era hija de la afanadora a quien el coronel habitualmente maltrataba poniéndola a lavar inodoro sin implementos o matar papalotes a los que él le tenía pavor. Nadie mejor que una doméstica para saber la vida y milagros de los patrones. Mientras la joven dejaba la ropa como pasada por una dry cleaning, le contaba a su patrona, Ay ´ña Munda ,mi pobre madrecita, es la tuerce. Mi tata se alborotó con una enfermera y nos dejó, yo por eso me estoy preparando en los sabatinos y mi hermano también esta becado para ya poder salir de profesional y ganar billetes y mantener a la mita, que se salga de la guardia, le pagan una pindongada, cuando les da la gana. Fíjese que para nosotros que vivimos en Ciudad Sandino ese brete de la mita le queda por donde el diablo dejó el pantalón, y a la pobre vieja le toca bailar con la loca de ese espantoso hombre que parece Cristo de lata. Y es que ese maldito coronel Chinto nadie lo quiere ahí en la base, le pega grito a todo mundo, hasta a la Marina, su esposa, por teléfono, porque le tiene prohibido llegar a la base. Dicen que es bien puto pero no veo qué le miren las mujeres, si es feo y odioso y palmado, se las da de gran rey y vive en un barrio como nosotros, pero le hiede más la cara que el culo huesudo. Le encanta ir a las universidades ricas, como donde trabaja usted ,para levantarse cipotas de reales. las pela, yo me imagino que por ahí fue que usted lo vio…
Esa plática había sido en enero, y la impresión de la muchacha había sido confirmada por otro miembro de la Fuerza Aérea que estudiaba con ella en el turno sabatino. Amundsen Torrijos Galliard estaba convencida que había sido una suerte que el destino le ahorrara conocer en persona a semejante alimañesco ejemplar de hombre. De la que me capeé, jodido, aunque no completamente. Ahora en medio de este caluroso verano lleno de polvo y moscas, como una mosca más viene a caer por el Messenger este hombre. Y para qué lo quiero? El propósito ya no existe, el otro piloto me proporcionó todo lo que precisé para el perfil del trágico aviador de mi cuento de horror que se publicó en la revista española. Ya hasta nos comimos los reales. Me va a cobrar por una información que no me dio? Y en especies ?Su abuela en patineta-no joda. En Nicaragua la mayor parte de los machos se han convertido en genuinos granujas.
Pero los mensajes de chat siguieron llegando para Amundsen Torrijos Galliard. Quiso pensar que alguien cercano al finado hubiese robado su ID en el msn y le estuviera gastando una broma pesada. En una ocasión a ella misma le había pasado que una alumna malévola de su esposo le había robado la contraseña y usando su identificación en Hotmail había mandado mensajes ofensivos y lascivos a varios allegados suyos. Cuando por fin se dio cuenta que la muchacha había hecho eso sencillamente clausuró la cuenta y se hizo otra, pero siempre le quedó ese resquemor de desconfianza hacia el Hotmail. Los mensajes daban miedo. Sonaban desesperados. Es una planicie llana y gris sin hueso ni carne. Unos murciélagos de cristal pasan por mí crujiendo y siento miedo. Estoy y no estoy y la nada me rodea como las alas de un mariposón negro, me encojo, me hago chiquito y siempre me encuentra. Es horrible no ser, no estar. Solo vuestra presencia me daría sosiego. Es verdad, se sube y se sube y al final no hay nada. Es una estafa la religión, solo creo en verte. Veníte a mí, piedad, no merezco tanta indiferencia, tanto escarnio. No me dejes solo. ..Para convencerse que eran reales los mensajes los sombreó, les dio copiar con el clic del ratón y los pegó en una página de Word. Ahí estaban. No eran una pelusa de león de su imaginación gata. Si el programa Word los podía poner en una página, eran genuinos, reales, solid objects como hubiera dicho Virginia Wolf. No estoy loca. Y lo voy a encarar. Qué quiere? No puedo huir para siempre. Creé un monstruo yo sola? Pues ya vamos a lidiar con él.
La escritora abrió el messenger, encontrando más mensajes lastimeros del coronel,y le contestó. No iría a su terreno. Le dio cita en el zoológico Edgard Lang en el kilómetro 17 de la carretera a Masaya. Había un amplio margen para que el tipo arreglase su agenda y pudiera cumplir. Esta vez estaba segura que sí iba a llegar. Pero quería más información para saber con quién se iba a topar.
Esta vez la escritora recurrió a su alumno de los sábados para recopilar más información sobre Jacinto Camilo Vélez Castañeda. Lo abordó a la hora de almuerzo, cuando ambos estaban en la cafetería de la universidad y le preguntó a quemarropa cómo describiría él a su compañero de trabajo. El capitán soltó el tenedor y palideció. –Teacher, en qué mundo vive? El coronel Chinto ya va sobre un mes de muerto.
El joven capitán procedió a explicarle a su profesora sobre la trágica muerte del militar tratando de salvar a un niño ciego que cruzaba la carretera solo frente a la base. El chiquito de 5 años, creyendo que era una travesura inocua, se había soltado de la mano de su padre y se lanzó a la carretera, sin percatarse que un enorme furgón con placa guatemalteca avanzaba a gran velocidad. Al ver al no vidente en media carretera, el coronel se había lanzado a rescatarlo, logrando empujarlo para que se salvara pero el furgón impactó en él, dejándole destrozado. El brazo izquierdo cercenado aún daba saltos junto al chiquito ciego, y la cabeza quedó casi totalmente desprendida del cuerpo. Una genuina muerte violenta. Afortunadamente el niño que él salvó era ciego y no pudo ver hasta dónde su jugarreta había causado una tragedia. Habiendo muerto por salvar a otro, los periódicos lo engrandecieron. No se mencionó que hasta entonces había sido el campeón del maltrato hacia sus semejantes y se le rindieron honores. Fue sepultado en el cementerio Oriental de la capital. El capitán estaba azorado de ver que semejante noticia había sido pasada por alto por su profesora, quien generalmente estaba tan al día con las noticias del mundo. Amundsen Torrijos Galliard siguió comiendo como si nada y no le exteriorizó ningún comentario a su alumno. Solo se decía a sí misma, pero yo tengo una cita con el coronel en el zoológico, aunque haya muerto hace casi un mes y los mensajes recibidos datan incluso de hace dos días.
El día de la cita en el zoológico amaneció nublado y caluroso. Siento un sapo sentado encima de mi voluntad, se comentó Amundsen Torrijos Galliard, mientras se terminaba de secar el pelo. Tengo tanto que hacer y cualquiera que sepa que voy a buscar un encuentro con un muerto va a clasificarme como loca de remate! No tiene sentido! Con la agenda tan apretada, dos brochures publicitarias que redactar y yo de pendeja encaminando mi Volkswagen hacia la carretera Masaya para ver a alguien de quien los pocos recuerdos que tengo no son factuales ni agradables. Hay límite para la insensatez que una pueda desplegar? Los gemelos pasarían riéndose de mí por un mes y mi esposo diría que mis neuronas ya comienzan a desgastarse. Te trae loca ese húngaro, Alzheimer. Demencia total.
Imágenes fragmentadas se pasean por el cerebro de la mujer cuando por fin, en horas de la tarde, se encamina al zoológico. En la mañana uno de los gatos caseros, mientras desayunaba ella y su esposo, entró con una enorme rata gris y la depositó sobre el pie izquierdo. Tenía la panza rota y una sanguinolenta madeja de tripas asomaba . Amundsen Torrijos Galliard no había alcanzado a gritar, solo se atragantó con el bocado que estaba masticando mientras el corazón le latía a toda velocidad. Habría acabado así el coronel tras el accidente? Dijeron que no le permitieron a la familia verlo,sellaron el ataúd. A como tantas veces hacían en la década del 80 cuando los muchachos del servicio militar venían descuartizados. Y en casos de aquellos cuyos cuerpos no fueron hallados, mataban un puñado de perros y los echaban en el tambor de aluminio y eso era lo que entregaban a la familia del finado, so orden de no abrir el ataúd porque era contra la ley. Ley. Cuál ley? Nunca había Amansen Torrijos Galliard olvidado el caso de un familiar, que lo dieron por muerto, llevaron uno de esos tambores de lata a sus padres, y un mes más luego el supuesto finado había aparecido en la granja, un poco amarillento, pero vivito y coleando y casi había matado del susto a su madre, quien padecía del corazón. Había sido tamaño escándalo cuando el airado padre del chavalo fue a abrir la lata que supuestamente contenía el cuerpo de su hijo y se encontró con los despojos de varios perros. Un vecino le dijo que habían sido finos con él, pues a él le habían entregado una lata similar, solo que con piedras y media mata de chaguite.
Y ahora que voy a encontrarlo, cómo está el coronel? Será como la versión fílmica de la novela de Stephen King Pet Sematary, Cementerio de Mascotas, que el zombie resucitado Jimmy Baterman salía todo zurcido y tieso? Le dieron puntos de flama en el pescuezo para garantizarle que la cabeza no se le caiga? Le pegaron de nuevo el brazo perdido? Tiene hematomas? Está desnudo? Cómo se atavía alguien quien manda mensajes por internet tras su muerte? Hay acaso un código de vestuario si hay un más allá? Entiéndanme, si acaso existen, dioses, tengo derecho a hacer todas estas preguntas! Mi vida está patas arribas por un sujeto a quien ni le di la mano en saludo, ni mucho más ni mucho menos ,solo eso me faltaba.
La escritora baja del Volkswagen en el zoológico, y el cielo está de un gris azulado furioso. Mira su relojito de pulsera y faltan 10 minutos para la hora señalada. Paga su entrada y pasa por las jaulas de los distintos animales, aquí unos cusucos, allá dos cúcalas enamoradas, el león durmiendo despatarrado. Qué vida! Saber que solo saldrás de aquí cuando te vayan a enterrar? O los botan? Muchos dueños de mascotas son tan descorazonados que los botan una vez que mueren, no les dan sepultura. Vivir preso, toda la vida, nacer en cautiverio para vivir y morir así. La muerte sería la libertadora de esas criaturas. Y peor, sin condiciones, sin comida suficiente. Una pantera negra solitaria en su jaula sigue con sus ojos de miel a la escritora. Cuando ella le devuelve la mirada arquea el lomo como gato casero asustado. La adrenalina es el olor del miedo. Los dos jaguares en la jaula contigua se contagian del olor, seguidos por tres gatos ostoche y hasta el león que estaba adormilado, cada uno agitándose en su respectiva jaula. Saben que están ante una fuerza inusitada de la naturaleza, una mujer menstruando que va a la cita con un muerto. No es para menos. Los monos tití se agitan, 6 colas danzan frenéticamente en el aire, los rostros usualmente amables pelando los dientecitos furiosos. Los dos monos congos comienzan a resoplar, y las 6 serpientes en una jaula que contiene unas piedras comienzan a sisear. Los 7 gansos, entre africanos de pico negro, chinos que son blancos como cisnes, y un regordete francesito de pico rosado, graznan agitados y abren las alas. Porque allá está, una sombra bajo un palo de mango. Una sombra triste, de camuflaje, que huele a flores secas y debajo de esa fragancia, yace un tufo cobrizo a sangre seca. Ella se aproxima lentamente. Bajo el arbol de mango hay unas piedras grandes, y sobre una de ellas él está sentado.
El hombre le agradece que haya venido, pero no tiene voz. Es como si sus palabras fueran espetadas en un generador de caracteres directamente conectado en éter fino con el cerebro de Amundsen Torrijos Galliard. No puede grabarlo en el mp3 que anda. Pero oye y siente todo lo que dice. Y está acongojado. Le pide disculpas por el plantón en el club de la Fuerza Aerea y le dice que es tan triste estar en la nada, porque a pesar que él hablaba de dioses y vírgenes y toda la monserga religiosa, a como se puso de moda en el término actual de gobierno, era pura mentira, que él también subió y subió y el trono estaba vacío, no hubo nadie allá arriba, que todos los que ya habían fallecido estaban ahí flotando anárquicamente, faltando los pedazos de cuerpo que poco a poco iban recuperando, matando los gusanos de la desesperanza, ahuyentando a los buitres que piden sus hígados, sin nadie que les garantizara a nadie el regresar a la tierra reencarnados, o que se fueran al infierno, y había un túnel largo que era el de los arrepentimientos, y por ahí él pasaba a cada rato, golpeándose la cabeza por haber sido como fue y sin poder remediar nada, ni los desmanes, ni las infidelidades, ni los golpes contra su mujer e hijos, ni los atropellos contra sus subalternos, ni las mentiras, ni la arrogancia a prueba de todo que lo había hecho tan grato para los superiores pero tan odioso para los que tomaban sus órdenes, ni las perversiones ejecutadas en los cuerpos de las mujeres que sucumbían por todos los motivos menos por el del amor. Lágrimas como de cristal líquido rosado salen de sus ojos zarcos, y el hombre le pide que no lo detenga. Todas las bestias se han aquietado en sus jaulas, y un líquido como ámbar fluido y aromático mana de sus ojos, mirando fijamente al muerto en su uniforme y a la mujer que no atina qué decir.
El militar sigue enumerando sus penas, sus quejas frágiles, sus arrepentimientos galopantes, sus malos recuerdos, sus traumas, abriendo su mente y memoria como si fuera un cofre repleto de serpientes de oro. Amundsen Torrijos Galliard recuerda ls sensación de frustración e impotencia que sintió al estar esperando en balde aquella tarde de diciembre. Le manifiesta que si hay infierno para los descorteses, quizás él se lo ganó. Una tibia neblina comienza a envolver los pies del militar. El le menciona que le queda poco tiempo y que desea que lo mande a las nebulosas del olvido, donde dicen que se cortan las azucenas de la paz y las rosas sin espina de la tranquilidad. Ella le afirma que hará lo necesario para ponerle a descansar, ya que su propio sosiego ya va a depender de él. Le reclama que le ha hecho la vida imposible y que no quiere más mensajes.
El sonríe con tristeza y es ahí donde la mujer comprende por qué, sin señuelo de dinero o buen trato o regalos, algunas féminas cayeron. La sonrisa transforma el rostro enjuto y feo en la fachada de un angel alegre. Le solicitó dos cosas: que esta vez ella lo borre de los contactos-algo que nunca hizo en realidad ella, solo esperó que él lo hiciera- y además clausure sus páginas en los servicios sociales como Tagged y Fanbox, y que le haga un cuento.
Amundsen Torrijos Galliard solo atinó a recordar más luego que la niebla iba disolviendo el cuerpo del hombre. Nada más.
La escritora fue encontrada por los trabajadores del zoológico sin sentido junto a la jaula del león haragán, con una cámara en mano y bastantes fotos tomadas de los animales. Un hilito de sangre brotaba de su boca, y el médico dijo que se había lastimado al caer al piso. Fue observada por unas horas en el hospital y dada de alta cuando el marido la llegó a sacar. Luego descargó las fotos de la cámara digital y en efecto encontró algo más que las fotos de los animales. En tres de ellas, el obturador había capturado un árbol de mango envuelto en niebla, con una silueta oscura y enjuta en el fondo. Pero la mujer no tuvo tiempo para cavilar sobre lo encontrado.
Destruyó las dos páginas de perfil del aviador muerto con la contra señas que recordó haber recibido de él en su extraño pero comprensible lenguaje, y lo borró de los contactos suyos.
Lo del cuento fue cumplido también y hélo aquí.
6 de mayo de 2009
(EL MENSAJERO DEL REMORDIMIENTO)
“Dead is dead”(muerto es muerto)
Stephen King,en Cementerio de Mascotas
Lo que habría de acabar en tanta samotana y hasta duelo comenzó inocentemente con la llegada del mensaje por correo electrónico que Amundsen Torrijos Galliard estuvo esperando en ascuas por varios días, trayéndole por fin una sonrisa al rostro redondo apenas lo leyó. Esa era la solución para sus líos inmediatos. Releyó la comunicación proveniente de la revista española y se alegró más. Le pagarían 1500 dólares por una historia inédita, entre 6 y 8 páginas, de suspenso o terror, sobre un aviador. Era para la edición especial de año nuevo. Sería la segunda vez que le compraban materiales de esa revista española. No era que le fascinara escribir por encargo, pero en realidad iba a necesitar del dinero, y en Nicaragua donde los editores creían que le hacían una caridad a los talentos literarios con publicarles sus libros y luego quedarse golosos con todas las ganancias, ya la suma era histórica. Se consoló a sí misma que Wolfie, a como ella confianzudamente llamaba a Wolfgang Amadeus Mozart, también había tenido que componer el precioso concierto en do mayor para arpa, flauta y orquesta presionado por la necesidad, para unos diletantes de la nobleza menor residentes en París, y era tal la genialidad de Wolfie que había producido una gema sin costuras, con un movimiento lento que hacía soñar a los pocos versados en música, quienes tejían historias románticas sobre el andantino diciendo que Wolfie había estado loquito enamorado de una parisina y era un cadeau d ´amour. Lejos de la verdad, en realidad Mozart había concebido el concierto en formato de sinfonía concertante tan en boga entonces, en 1778, para el duque de Guines, Adrien-Louis de Bonnières, flautista de cierta monta pero de billetiza incumplida, quien lo tocaría con su hijita quien tomaba lecciones de composición con Mozart para no aburrirse de cazar moscas mientras alguien le proponía boda. El duquecillo nunca le pagó a Mozart por el concierto y éste, con tal de no perder a la chica linajuda como alumna, optó por callar en una época donde músicos como Mozart o el mismo amigo suyo José Haydn, a menudo eran vistos como criados y hasta los obligaban a portar librea. Y si eso me hacen a mí estos españoles, quienes a lo mejor siempre me verán como una mozalbete de las colonias, sobre todo por ser descendiente del cacique Yarrince, se preguntó con una sonrisa agria Amundsen Torrijos Galliard. Bueno, a la larga Mozart había salido bien librado con la posteridad, pues era una de las piezas más populares hasta la fecha, y aunque no se comió los reales, donde quiera que esté debe estarse riendo solo y no con la carcajada vulgar que el Milos Forman le asignó en la cinta Amadeus.
Siempre práctica, comenzó a investigar el tema, con recursos de internet, libros e historias de famosos aviadores como Yuri Gagarin(más conocido como el pimer cosmonauta que orbitó la tierra, poniendo a los gringos tan verdes de envidia que metieron su plata en la NASA) Otto Lilienthal-a quien le debemos el nacimiento del helicóptero a pesar que él mismo se deschincacó en un acidente-y su eterno favorito Antoine de Saint Exúpery. Pero el relato completo de lo que hace un piloto del momento en que se mete al aparato hasta que aterriza de nuevo no estaba en su poder. Qué maniguetas tocaba? Cuáles se apretaban solo en situaciones de emergencia? Cuál era la sensación en la boca del estómago al alzar vuelo? Todos esos detalles se le escapaban. Tenía dos amigos pilotos, uno de aerolínea y otro militar. Se enteró que el de aerolínea estaba en medio de una atroz batalla campal con su tercera ex mujer en los juzgados capitalinos, en uno de los divorcios más documentados de la historia de Nicaragua. No era prudente buscarlo. Al amigo y al caballo no había que joderlo mucho cuando estaba adolorido porque pateaba, decía la madre de Amundsen Torrijos Galliard.
Fue a la base de la fuerza aérea solo para que le contaran que el suertero del Mayor Néstor Morales andaba de nuevo de viaje, esta vez en Rusia, y volvía en dos meses. Ahora sí me jodí rico, pensó Amundsen Torrijos Galliard, saliendo de la base a toda prisa, con el pelo recién recortado como paje agitándose en tonos del caoba al rojo melado claro, el pelo de tigre que heredó de su mamá. Iba tan enojada que no se percató que un par de ojos claros la miraban desde una oficina. El dueño de los ojos se volvió a sentar en su sillón ejecutivo. Tenía dos de los libros que la mujer había publicado años atrás. Alcanzó el control remoto del aire acondicionado y lo apagó. Un extenso escalofrío recorrió el cuerpo flaco del hombre de ojos verdes. Alguien pisando su futura tumba? No era supersticioso, pero de alguna parte un ala de cuervo, negra como una duda inminente, le rozó la sien. Qué hacía la escritora ahí? Había leído algunos de sus cuentos. Lovecraft, Poe, incluso King se le quedaban chingos. Quizás porque al contrario de King, no habían decapitados súbitos, ni bebé Gage reventado por un furgón en Cementerio de Mascotas, o Cujo babeando asco en el libro del mismo título.
Fue cuando vio el enorme mariposón negro encima de la puerta de su oficina, adentro. La sangre se le heló en las venas. Llamó enojado a gritos a la encargada de la limpieza.
La vieja mujer llegó tan aprisa a como sus artríticas piernas le llevaron.-Diga coronel Vélez…
El hombre, hecho una total palidez, le espetó que matara al insecto YA delante de sus ojos, que eso era muestra de la chanchada en que mantenían las oficinas del cuartel, que no parecía una base sino una pocilga y que todas las afanadoras eran un atajo de marranas perezosas que siempre estaban prestas a irse más temprano. La vieja trajo una escoba y persiguió al animal, con el militar refugiado tras la puerta del baño que la oficina tenía incorporada.Cuando la señora por fin pudo matar el insecto oscuro fue éste a caer precisamente al escritorio del hombre encima de su celular, el cual sonaba en ese preciso momento. Quitáme esa mieeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeerda de ahí, vieja hijuepuuuuuuuuuuuuuuuuuuutaaaaaaaaaaaa, aulló iracundo el militar hasta que la sirvienta se llevó el cadáver del animalito. Nunca había visto en ese estado de pavor al coronel Jacinto Camilo Vélez, furioso sí, por supuesto, si solo así se manejaba y los soldados y otros oficiales le tenían una mezcla de odio, resentimiento y miedo. Ayudaba a sembrar el terror en todos la extrema delgadez, casi cadavérica del hombre alto, enjuto y feo, con un leve parecido al inglés Bernard Law Montgomery, vencedor de El Alamein durante la II Guerra Mundial, pero sin la maestría, humildad y destreza del héroe inglés.
Algo similar a una lluvia tierna salpicó la cara del hombre. Era llanto. De dónde? Por qué? Lo tenía todo, si todo era posible en Nicaragua. Su mujer le había dado 4 hijos,entre ellos el esperado macho que perpetuara el apellido, como si fuera un linaje ilustre de reyes Borbónicos o Habsburgos. La mujer ya estaba sometida, educada a que como militar él no tenía horario, y eso le servía para cubrir sus escapadas, virtuales o reales. Porque tenía chicas que le saciaran el más mínimo deseo, tanto en las universidades de garaje que tanto florecían ahora, como en el internet. Poseía una cámara web con lucecitas incorporadas, porque ya no veía tan bien, tenía 45 años de edad, y con ella gozaba a montones porque en la variedad estaba el gusto. Estaba suscrito a cuatro servicios de amigos o citas por internet para garantizar que si esta semana la exótica mozambicana estaba fuera del alcance, habría una gringa caliente lista para bailarle desnuda ante la webcam o una chinita de Hong Kong que estuviera dispuesta a todo. Por no contar con las nicaragüenses que estaban al alcance de una llamada, y que dijeran lo que dijeran, tenían que estar dispuestas para todo. El no era cualquier cosa. Entonces por qué esa sensación extraña de que todo acababa, así de repente? Quiso borrar de su mente la imagen del cuerpo apachurrado del insecto encima de su celular. El escalofrío volvió, esta vez con intensidad de convulsión. Recordó que había citado a una chica que había conocido en Fanbox para verse en uno de los centros comerciales de Managua. No tenía ánimo para ir. Ahí que se quedara esperando, no la iba a llamar, no quería ni tocar el celular. Lo tomó entre un trapo y lo metió dentro de su cartapacio. Tomó el cartapacio y decidió irse a casa. Que se quedara esperando la mujer citada, al fin y al cabo para eso eran las hembras para esperar. Para muestra un botón, su mujer. Era una empleadilla mal pagada del estado, en realidad él la mantenía y le daba el permiso de trabajar para que no lo anduviera espiando y tuviera un ficticio sentido de independencia, pero la había acostumbrado a un régimen de pecho de paloma, obediencia abyecta, a no chistar, y sería mejor que estuviera ya en la casa haciendo la cena, aunque en realidad no tenía ni apetito.
Amundsen Torrijos Galliard llegó a casa cansada y frustrada, pero se encontró con una agradable sorpresa. Le esperaba música de Bolling, la computadora encendida y un aroma a sopa china. Day? Estaba por fin convirtiéndose en gente su hija Dayfaeri Danae, quien nunca le reconocía características humanas a ella, y hasta se burlaba del apellido noruego del gran explorador que el padre de Amundsen le había puesto…Del baño salió Simón Wilson, su discípulo predilecto. Este joven y alegre mulato era vecino suyo y permanecía todo el tiempo que pudiera en la casa de Amundsen Torrijos Galliard. El joven le dijo que la sopa ya iba a estar, había cocinado para el marido, los dos hijos de la escritora y para ella y él. Era un prospecto de chef, un homosexual encantador y posiblemente un buen poeta cuando hubiese acabado la carrera universitaria. Ya le extrañaba a Amundsen Torrijos Galliard que ninguno de sus dos retoños hubieran preparado tan acogedor ambiente, si vivían matándose entre sí. Eran una pareja de gemelos, varón y mujer, bellos y talentosos pero completamente insoportables.
Una vez que la familia hubo cenado, Simón Wilson llevó de la mano a su profesora a la computadora. Entusiasmado, le mostró lo que había hecho. Amundsen Torrijos Galliard no quiso rechazarlo. Le había abierto un perfil en un servicio de citas y amigos. Forrado con fotos recientes, sus datos completos, y todo. Yo tengo uno, teacher y viera que me gusta. Sirve, y ahí puede promover su obra también, mire que por el que le armó su hija en Fanbox la conoció el editor español que ya la puso a trabajar en una ocasión y ahora de nuevo. Simón Wilson estaba tan entusiasmado que la escritora no tuvo ánimo para decirle que con costo podía ella lidiar con sus conocidos, que menos amigar con gente de otros confines del mundo. Con qué tiempo iba a hacerlo? Bueno, ni modo. No iba a desairar a su alumno, que era casi como un hijo adoptivo. El muchacho echó en su mochila el diccionario que ella le prestó, se despidió de la familia y se marchó. Había dejado abierto el perfil de la escritora en el servicio de citas y amigos. La mujer se sentó a curiosear un poco. Guardó el cd de Claudio Bolling cuando terminó de tocarse, y puso uno de Francis Lai, el que hizo la música de Historia de Amor. Tuvo que admitir que Simón Wilson había colocado buenas fotos suyas. Pero se percató del riesgo que tomaba. Había gente que afirmaba que esos servicios quitaban mucho tiempo, y para ella su tiempo era muy escaso y valioso. No lo visitaría muy asiduamente su perfil, aunque tenía que admitir que le había quedado precioso al mulato.
En dos días completó toda la investigación que necesitaba para su cuento, y Amundsen Torrijos Galliard se dio cuenta que estaba ahogada por un cuello de botella. Tenía toda suerte de información sobre aviones de la II Guerra Mundial, los Messerschmidts alemanes, las pilotos rusas, la muerte de Amy Jonson en el estuario del Támesis, la desaparición en julio de 1937 de la famosa Amelia Earhart gringa, pero el acto sencillo de volar, lo que hace el piloto al sentarse en la cabina, le era desconocido. No sabía cuál era el proceso mediante el cual uno hacía levantar el aparato, la kábala para que el piloto como Jesús dijera levántate y anda a Lázaro. No podía comenzar el relato sin esa información central, como servir una cena completa de 7 platos sin contar con el plato principal de carne. Tendría que buscar a su amigo atribulado por el divorcio. Justamente en el periódico de ayer se publicaba una foto donde la airada tercera esposa trataba de golpearle con un paraguas negro en pleno pasillo de los juzgados.
Amundsen Torrijos Galliard se sentó a su computadora y casi inconscientemente abrió la página del servicio de amigos que le había creado su alumno. Ya iba a cerrarlo cuando entró una solicitud de amigo. Iba a borrarla pero algo le impidió hacerlo. Abrió el mensaje y la imagen de un tipo de ojos claros, narizotas, y en uniforme le asaltó la vista. Uniforme…de piloto. Piloto militar. Las alas, la mirada de arrogante. Tenía en su buzón a varias mujeres que formaban parte de su harén virtual. Guácala, qué humillante era la idea, pero iba a necesitar que alguien le echara una mano. Se le iban 1500 dólares que su familia necesitaba. Dio respuesta afirmativa a la solicitud y mandó un mensaje al solicitante que necesitaba hablarle. Si pensaba otra cosa era asunto del tipo, ella necesitaba la información.
La respuesta no se hizo esperar. Al día siguiente que ella abrió su buzón de correos ahí estaba la respuesta y un número de celular. Pensó que el tipo no tenía idea de medidas de precaución, un celular no se le daba a un virtual extraño así nomás. Estando tan polarizo el país en su situación política revuelta bajo un régimen que deseaba volver a ser tan totalitario como había sido en la década de los 80, eso equivalía a un suicidio. Crónica de una muerte anunciada, como hubiera dicho Gabriel García Márquez. Pendejo con alas en la solapa, no piensa siquiera que puedo ser una terrorista talibana con ganas de joderlo, estúpidos los hombres, que piensan con la pinga ,vio las fotos y cree que se va a comer a una vieja aún sabrosa, por eso fue que se tistearon al GN I en tiempos de Somoza, no pudo resistir los encantos de la Norita, y en medio del merecumbé sacasonapas y se lo voló. Mata Hari en operación nacatamal . Pérdida para Nicaragua, porque el hombre era buen seso aunque los sandinistas lo vilificaran como un monstruo. El cree que uno lo anda en una bandeja rodeado de lechuga y con una rodaja de limón para aderezar, ofreciendo a cuanto hijo de vecino quiera probar. Su mamacita en guacamole. Yo solo quiero que si de veras es piloto y no otra cosa, suelte prenda de cómo vuela sin ser el Gato Volador.Ahi muere la lora y la hacemos en arroz aguado.
Amundsen Torrijos Galliard marcó el número que el tipo le envió por correo y le salió una voz ronca, seca, como de un viejo de 80. Ella explicó que necesitaba verlo. A lo antes posible. El tipo pareció pavonearse, como el gallo solicitado por tantas gallinas. Pero accedió a verla en esa semana y le dijo que llegase al club de la Fuerza Aérea, viernes a las 4 pm y que hablarían. El día señalado, la mujer estuvo puntualmente ahí y esperó. Era en realidad un sitio incómodo para ella. Un puñado de gente se bañaba en una piscina que obviamente no había gozado de mucho mantenimiento. Llevaba un mp3 para grabar al hombre en todo el proceso que ella le pediría que describiese. Pidió una soda en el bar y casi se atraganta con el precio. NI que fuera el hotel Intercontinental, chocho si hasta los vasos están cascados. Sorbió la gaseosa lentamente pero nada del tipo. Cuando vio en su relojito de pulsera que ya iba el tiempo rumbo a las 5,se enojó. Cierto que precisaba la entrevista, pero no iba a estar ahí con lo que podría ser apariencia de furcia plantada. No se percató que las aguas turbias de la piscina comenzaron una especie de oleaje que sacó corriendo a los bañistas, con cara de miedo.
A las cinco y cuarto se levantó furiosa, y se largó. Se montó a su Volkswagen negro
Y antes que se percatase de lo que hacía, dijo Ap i mulendi. La maldición gitana. Comenzó a sudar a chorros. Se le había escapado de los labios. Se dijo que eran babosadas, que no era realidad, y ella no era supersticiosa. Era la maldición gitana, jodido, de donde salía eso? De la frustración de tener que buscar su información a como diera lugar? Bueno, el tiempo estaba perdido y había que avanzar sin el aporte que esperaba sacar del piloto, si es que de veras era piloto y no cualquier otra cosa. Internet, igual que el papel, aguantaba toda la ficción que se le quisiera poner.
Amundsen Torrijos Galliard logró contactar un día más luego a su amigo el piloto de aerolínea y a pesar del embrollo con el divorcio, se mostró deseoso de ayudarla. Almorzaron juntos y el buen sentido del humor de la escritora incluso relajó al pobre hombre. Ella grabó todo lo que le pareció útil y se sintió por fin relajada pues solo le faltaba esa información para comenzar a tejer de una sola sentada el cuento. Ella sabía de otros escritores, como el novelista Ricardo Pasos Marciaq, que iban investigando a medida que iban tejiendo el cuerpo del relato. Pero para ella no funcionaba así, aunque sus personajes a veces cobraban vida propia y no de dejaban manejar por un plan. En cuestión de dos días tras el almuerzo con su amigo, Amundsen Torrijos Galliard ya tenía lista la obra, y la envió sin demora a España, sabiendo que apenas estuviera publicada su pago vendría por Western Union. Ya los gemelos estaban contando con el dinero, pensando en vagancias en qué despilfarrarlo.
Una vez que hubo despachado su obra hacia España, la mujer no se quedó quieta. Había sido demasiada la vergüenza en ese centro desaliñado que se empecinaban en llamar club social de la Fuerza Aérea. Abrió el servicio de amigos y le mandó a solicitar al descortés oficial que le hiciera la enorme caridad de borrarla de sus contactos y que nunca se le ocurriese llamarla de nuevo. No quería contacto con gente soez que ni explicaciones daba. Delete, pidió. Asumió que el tipo había obedecido pues no supo más de él del día de diciembre cuando la plantó hasta casi la semana santa del año siguiente. El dinero arribó, el relato fue publicado y en menos que canta un gallo la suma fue consumida. Ella archivó el caso como crimen sin solución. No sabía lo acertada que estaba esa clasificación.
Pasar de un estado de relativa paz ordinaria a uno de alteraciones y sustos casi nunca ocurre de ramplón, como en las películas de centavos de terror. Es un cambio gradual que muchas veces los afectados ni cuenta se dan de lo que les sucede. En apariencia todo era igual, pues los gemelos de la escritora seguían siendo los redomados egoístas de siempre, el marido seguía enredándose en su laberinto de matemático loco y roñando que los chavalos de ahora no tomaban los números en serio por eso iba a colgar a toda su clase, los gatos seguían persiguiendo cherepos en la noche y ella misma seguía tratando de mantener el ritmo formidable de producir nuevo material literario sin descuidar sus alumnos. Fue algo imperceptible, al inicio. La pérdida de una pluma fuente que le regaló un ex patrocinador. Poner una nota por otra a un alumno, y el muchacho siendo honesto cuando le dijo que él no había logrado un 85 sino que con costo había pasado la clase. Olvidos benignos, pero olvidos. Sombras que pasaban desapercibidas en medio de su agenda apretada, pero sombras al fin y al cabo, con ojos como los ahuizotes de Masaya y con casquitos sonoros como el cadejo negro de León, pero ella no oía el ruido clip- Clop de esos casquillos porque estaba demasiado metida en el ruido propio de su rutina. En la noche, mientras dormía, una especie de juego de alas la cobijaba apenas ya no estaba consciente, pero al despertarse, cuando el ánima le regresaba al cuerpo, era con sobresalto. Una especie de emocionalismo flotante, pertinaz, omnipresente, se fue apoderando de ella. Era fácil hacerla enojar, o que se conmoviera por tonterías. Fue poniendo una barrera entre ella y el mundo. Leía los diarios a medias y luego olvidaba los titulares. Entraba esporádicamente al mensajero y fue ahí donde se halló un motivo para irritarse. El calor del estío la puso peor, leyendo los mensajes fechados de la primera semana de marzo del 2009.. Sintió pavor.
Creía que el asunto con el coronel estaba finiquitado desde que ella le pidió que la borrase de sus contactos. Era absurdo. Ni siquiera lo conocía en persona para que le escribiese ese tipo de mensajes. No puedes hacerme esto. Demasiado castigo por un solo plantón. Es absurdo. Es tan horrible estar aquí, desarraigado de todo. Lejos del sol el girasol se marchita, no tiene a quien seguir. Duele, aún así duele.
Dolía? Qué le dolía? No estaba exagerando? Plantar a alguien puede dolerle de momento al plantado pero no al que planta. Cómo podía dolerle no verla si ni siquiera la conocía? Nunca le tuvo de cerca para inhalar su mezcla extraña de Aliage de Esteé Lauder con sudor. No leyó todos sus relatos. No conocía su cuchara, no sabía qué ideología tenía. Cómo puede doler algo que uno no conoce? Y no era como un poco acción retardada? La había plantado en la segunda semana de diciembre del 2008 y hasta ahora reaccionaba, a inicios de marzo del 2009? Creería que era ficha fácil, como tantas señoras de cierta edad que en su etapa pre menopáusicas soltaban. Vulgarmente hablando , la perra? O suponía que un escritor debería de ganar bien, y que sería presa fácil para que le comprara perfumes caros, o le financiara sus gustos exóticos, o le diera monedas para irse a parrandear con una chica joven? Amundsen Torrijos Galliard no sabía ni qué pensar. Ya anteriormente por el servicio de amigos le había salido otro militar con sueños de gigoló, ojos porcinos y calculadores, y el descaro más legendario que pudiera haberse topado en un ser viviente. Lo había mandado de paseo a lo inmediato y el tipo había tenido la decencia o la holgazanería de no dar más lata.
Pero esto era distinto.No tenía con quien consultar la situación. Hubiera matado de un susto a su alumno predilecto Simón Wilson, y si le iba con el cuento a su marido éste se desternillaría de la risa, solo para volver a sus ecuaciones. Tampoco podía desbravar con los gemelos, ya que hubieran usado la información como palanca para extricarle más lujos, mira mami si no me compras esos 6 jeans en Eclipse le voy con el cuecho a papi y le cuento a mis amigas para que te miren como vieja calzones calientes , sí?Te van a llamar no profesora sino profesora.
No le quedó más remedio que quedarse callada con la procesión del susto caminando por dentro, a paso lento, con cirios negros y plañideras, con el miedo de cualquier momento a la salida de la universidad ahí estuviera el tipo en su uniforme azul y su carro azul, pues poco después que se había dado el plantón ella tuvo el alcance de preguntar quién era el tipo en cuestión, y todo había salido a bailar por casualidad, ya que la muchacha que llegaba a planchar la ropa a casa de la escritora era hija de la afanadora a quien el coronel habitualmente maltrataba poniéndola a lavar inodoro sin implementos o matar papalotes a los que él le tenía pavor. Nadie mejor que una doméstica para saber la vida y milagros de los patrones. Mientras la joven dejaba la ropa como pasada por una dry cleaning, le contaba a su patrona, Ay ´ña Munda ,mi pobre madrecita, es la tuerce. Mi tata se alborotó con una enfermera y nos dejó, yo por eso me estoy preparando en los sabatinos y mi hermano también esta becado para ya poder salir de profesional y ganar billetes y mantener a la mita, que se salga de la guardia, le pagan una pindongada, cuando les da la gana. Fíjese que para nosotros que vivimos en Ciudad Sandino ese brete de la mita le queda por donde el diablo dejó el pantalón, y a la pobre vieja le toca bailar con la loca de ese espantoso hombre que parece Cristo de lata. Y es que ese maldito coronel Chinto nadie lo quiere ahí en la base, le pega grito a todo mundo, hasta a la Marina, su esposa, por teléfono, porque le tiene prohibido llegar a la base. Dicen que es bien puto pero no veo qué le miren las mujeres, si es feo y odioso y palmado, se las da de gran rey y vive en un barrio como nosotros, pero le hiede más la cara que el culo huesudo. Le encanta ir a las universidades ricas, como donde trabaja usted ,para levantarse cipotas de reales. las pela, yo me imagino que por ahí fue que usted lo vio…
Esa plática había sido en enero, y la impresión de la muchacha había sido confirmada por otro miembro de la Fuerza Aérea que estudiaba con ella en el turno sabatino. Amundsen Torrijos Galliard estaba convencida que había sido una suerte que el destino le ahorrara conocer en persona a semejante alimañesco ejemplar de hombre. De la que me capeé, jodido, aunque no completamente. Ahora en medio de este caluroso verano lleno de polvo y moscas, como una mosca más viene a caer por el Messenger este hombre. Y para qué lo quiero? El propósito ya no existe, el otro piloto me proporcionó todo lo que precisé para el perfil del trágico aviador de mi cuento de horror que se publicó en la revista española. Ya hasta nos comimos los reales. Me va a cobrar por una información que no me dio? Y en especies ?Su abuela en patineta-no joda. En Nicaragua la mayor parte de los machos se han convertido en genuinos granujas.
Pero los mensajes de chat siguieron llegando para Amundsen Torrijos Galliard. Quiso pensar que alguien cercano al finado hubiese robado su ID en el msn y le estuviera gastando una broma pesada. En una ocasión a ella misma le había pasado que una alumna malévola de su esposo le había robado la contraseña y usando su identificación en Hotmail había mandado mensajes ofensivos y lascivos a varios allegados suyos. Cuando por fin se dio cuenta que la muchacha había hecho eso sencillamente clausuró la cuenta y se hizo otra, pero siempre le quedó ese resquemor de desconfianza hacia el Hotmail. Los mensajes daban miedo. Sonaban desesperados. Es una planicie llana y gris sin hueso ni carne. Unos murciélagos de cristal pasan por mí crujiendo y siento miedo. Estoy y no estoy y la nada me rodea como las alas de un mariposón negro, me encojo, me hago chiquito y siempre me encuentra. Es horrible no ser, no estar. Solo vuestra presencia me daría sosiego. Es verdad, se sube y se sube y al final no hay nada. Es una estafa la religión, solo creo en verte. Veníte a mí, piedad, no merezco tanta indiferencia, tanto escarnio. No me dejes solo. ..Para convencerse que eran reales los mensajes los sombreó, les dio copiar con el clic del ratón y los pegó en una página de Word. Ahí estaban. No eran una pelusa de león de su imaginación gata. Si el programa Word los podía poner en una página, eran genuinos, reales, solid objects como hubiera dicho Virginia Wolf. No estoy loca. Y lo voy a encarar. Qué quiere? No puedo huir para siempre. Creé un monstruo yo sola? Pues ya vamos a lidiar con él.
La escritora abrió el messenger, encontrando más mensajes lastimeros del coronel,y le contestó. No iría a su terreno. Le dio cita en el zoológico Edgard Lang en el kilómetro 17 de la carretera a Masaya. Había un amplio margen para que el tipo arreglase su agenda y pudiera cumplir. Esta vez estaba segura que sí iba a llegar. Pero quería más información para saber con quién se iba a topar.
Esta vez la escritora recurrió a su alumno de los sábados para recopilar más información sobre Jacinto Camilo Vélez Castañeda. Lo abordó a la hora de almuerzo, cuando ambos estaban en la cafetería de la universidad y le preguntó a quemarropa cómo describiría él a su compañero de trabajo. El capitán soltó el tenedor y palideció. –Teacher, en qué mundo vive? El coronel Chinto ya va sobre un mes de muerto.
El joven capitán procedió a explicarle a su profesora sobre la trágica muerte del militar tratando de salvar a un niño ciego que cruzaba la carretera solo frente a la base. El chiquito de 5 años, creyendo que era una travesura inocua, se había soltado de la mano de su padre y se lanzó a la carretera, sin percatarse que un enorme furgón con placa guatemalteca avanzaba a gran velocidad. Al ver al no vidente en media carretera, el coronel se había lanzado a rescatarlo, logrando empujarlo para que se salvara pero el furgón impactó en él, dejándole destrozado. El brazo izquierdo cercenado aún daba saltos junto al chiquito ciego, y la cabeza quedó casi totalmente desprendida del cuerpo. Una genuina muerte violenta. Afortunadamente el niño que él salvó era ciego y no pudo ver hasta dónde su jugarreta había causado una tragedia. Habiendo muerto por salvar a otro, los periódicos lo engrandecieron. No se mencionó que hasta entonces había sido el campeón del maltrato hacia sus semejantes y se le rindieron honores. Fue sepultado en el cementerio Oriental de la capital. El capitán estaba azorado de ver que semejante noticia había sido pasada por alto por su profesora, quien generalmente estaba tan al día con las noticias del mundo. Amundsen Torrijos Galliard siguió comiendo como si nada y no le exteriorizó ningún comentario a su alumno. Solo se decía a sí misma, pero yo tengo una cita con el coronel en el zoológico, aunque haya muerto hace casi un mes y los mensajes recibidos datan incluso de hace dos días.
El día de la cita en el zoológico amaneció nublado y caluroso. Siento un sapo sentado encima de mi voluntad, se comentó Amundsen Torrijos Galliard, mientras se terminaba de secar el pelo. Tengo tanto que hacer y cualquiera que sepa que voy a buscar un encuentro con un muerto va a clasificarme como loca de remate! No tiene sentido! Con la agenda tan apretada, dos brochures publicitarias que redactar y yo de pendeja encaminando mi Volkswagen hacia la carretera Masaya para ver a alguien de quien los pocos recuerdos que tengo no son factuales ni agradables. Hay límite para la insensatez que una pueda desplegar? Los gemelos pasarían riéndose de mí por un mes y mi esposo diría que mis neuronas ya comienzan a desgastarse. Te trae loca ese húngaro, Alzheimer. Demencia total.
Imágenes fragmentadas se pasean por el cerebro de la mujer cuando por fin, en horas de la tarde, se encamina al zoológico. En la mañana uno de los gatos caseros, mientras desayunaba ella y su esposo, entró con una enorme rata gris y la depositó sobre el pie izquierdo. Tenía la panza rota y una sanguinolenta madeja de tripas asomaba . Amundsen Torrijos Galliard no había alcanzado a gritar, solo se atragantó con el bocado que estaba masticando mientras el corazón le latía a toda velocidad. Habría acabado así el coronel tras el accidente? Dijeron que no le permitieron a la familia verlo,sellaron el ataúd. A como tantas veces hacían en la década del 80 cuando los muchachos del servicio militar venían descuartizados. Y en casos de aquellos cuyos cuerpos no fueron hallados, mataban un puñado de perros y los echaban en el tambor de aluminio y eso era lo que entregaban a la familia del finado, so orden de no abrir el ataúd porque era contra la ley. Ley. Cuál ley? Nunca había Amansen Torrijos Galliard olvidado el caso de un familiar, que lo dieron por muerto, llevaron uno de esos tambores de lata a sus padres, y un mes más luego el supuesto finado había aparecido en la granja, un poco amarillento, pero vivito y coleando y casi había matado del susto a su madre, quien padecía del corazón. Había sido tamaño escándalo cuando el airado padre del chavalo fue a abrir la lata que supuestamente contenía el cuerpo de su hijo y se encontró con los despojos de varios perros. Un vecino le dijo que habían sido finos con él, pues a él le habían entregado una lata similar, solo que con piedras y media mata de chaguite.
Y ahora que voy a encontrarlo, cómo está el coronel? Será como la versión fílmica de la novela de Stephen King Pet Sematary, Cementerio de Mascotas, que el zombie resucitado Jimmy Baterman salía todo zurcido y tieso? Le dieron puntos de flama en el pescuezo para garantizarle que la cabeza no se le caiga? Le pegaron de nuevo el brazo perdido? Tiene hematomas? Está desnudo? Cómo se atavía alguien quien manda mensajes por internet tras su muerte? Hay acaso un código de vestuario si hay un más allá? Entiéndanme, si acaso existen, dioses, tengo derecho a hacer todas estas preguntas! Mi vida está patas arribas por un sujeto a quien ni le di la mano en saludo, ni mucho más ni mucho menos ,solo eso me faltaba.
La escritora baja del Volkswagen en el zoológico, y el cielo está de un gris azulado furioso. Mira su relojito de pulsera y faltan 10 minutos para la hora señalada. Paga su entrada y pasa por las jaulas de los distintos animales, aquí unos cusucos, allá dos cúcalas enamoradas, el león durmiendo despatarrado. Qué vida! Saber que solo saldrás de aquí cuando te vayan a enterrar? O los botan? Muchos dueños de mascotas son tan descorazonados que los botan una vez que mueren, no les dan sepultura. Vivir preso, toda la vida, nacer en cautiverio para vivir y morir así. La muerte sería la libertadora de esas criaturas. Y peor, sin condiciones, sin comida suficiente. Una pantera negra solitaria en su jaula sigue con sus ojos de miel a la escritora. Cuando ella le devuelve la mirada arquea el lomo como gato casero asustado. La adrenalina es el olor del miedo. Los dos jaguares en la jaula contigua se contagian del olor, seguidos por tres gatos ostoche y hasta el león que estaba adormilado, cada uno agitándose en su respectiva jaula. Saben que están ante una fuerza inusitada de la naturaleza, una mujer menstruando que va a la cita con un muerto. No es para menos. Los monos tití se agitan, 6 colas danzan frenéticamente en el aire, los rostros usualmente amables pelando los dientecitos furiosos. Los dos monos congos comienzan a resoplar, y las 6 serpientes en una jaula que contiene unas piedras comienzan a sisear. Los 7 gansos, entre africanos de pico negro, chinos que son blancos como cisnes, y un regordete francesito de pico rosado, graznan agitados y abren las alas. Porque allá está, una sombra bajo un palo de mango. Una sombra triste, de camuflaje, que huele a flores secas y debajo de esa fragancia, yace un tufo cobrizo a sangre seca. Ella se aproxima lentamente. Bajo el arbol de mango hay unas piedras grandes, y sobre una de ellas él está sentado.
El hombre le agradece que haya venido, pero no tiene voz. Es como si sus palabras fueran espetadas en un generador de caracteres directamente conectado en éter fino con el cerebro de Amundsen Torrijos Galliard. No puede grabarlo en el mp3 que anda. Pero oye y siente todo lo que dice. Y está acongojado. Le pide disculpas por el plantón en el club de la Fuerza Aerea y le dice que es tan triste estar en la nada, porque a pesar que él hablaba de dioses y vírgenes y toda la monserga religiosa, a como se puso de moda en el término actual de gobierno, era pura mentira, que él también subió y subió y el trono estaba vacío, no hubo nadie allá arriba, que todos los que ya habían fallecido estaban ahí flotando anárquicamente, faltando los pedazos de cuerpo que poco a poco iban recuperando, matando los gusanos de la desesperanza, ahuyentando a los buitres que piden sus hígados, sin nadie que les garantizara a nadie el regresar a la tierra reencarnados, o que se fueran al infierno, y había un túnel largo que era el de los arrepentimientos, y por ahí él pasaba a cada rato, golpeándose la cabeza por haber sido como fue y sin poder remediar nada, ni los desmanes, ni las infidelidades, ni los golpes contra su mujer e hijos, ni los atropellos contra sus subalternos, ni las mentiras, ni la arrogancia a prueba de todo que lo había hecho tan grato para los superiores pero tan odioso para los que tomaban sus órdenes, ni las perversiones ejecutadas en los cuerpos de las mujeres que sucumbían por todos los motivos menos por el del amor. Lágrimas como de cristal líquido rosado salen de sus ojos zarcos, y el hombre le pide que no lo detenga. Todas las bestias se han aquietado en sus jaulas, y un líquido como ámbar fluido y aromático mana de sus ojos, mirando fijamente al muerto en su uniforme y a la mujer que no atina qué decir.
El militar sigue enumerando sus penas, sus quejas frágiles, sus arrepentimientos galopantes, sus malos recuerdos, sus traumas, abriendo su mente y memoria como si fuera un cofre repleto de serpientes de oro. Amundsen Torrijos Galliard recuerda ls sensación de frustración e impotencia que sintió al estar esperando en balde aquella tarde de diciembre. Le manifiesta que si hay infierno para los descorteses, quizás él se lo ganó. Una tibia neblina comienza a envolver los pies del militar. El le menciona que le queda poco tiempo y que desea que lo mande a las nebulosas del olvido, donde dicen que se cortan las azucenas de la paz y las rosas sin espina de la tranquilidad. Ella le afirma que hará lo necesario para ponerle a descansar, ya que su propio sosiego ya va a depender de él. Le reclama que le ha hecho la vida imposible y que no quiere más mensajes.
El sonríe con tristeza y es ahí donde la mujer comprende por qué, sin señuelo de dinero o buen trato o regalos, algunas féminas cayeron. La sonrisa transforma el rostro enjuto y feo en la fachada de un angel alegre. Le solicitó dos cosas: que esta vez ella lo borre de los contactos-algo que nunca hizo en realidad ella, solo esperó que él lo hiciera- y además clausure sus páginas en los servicios sociales como Tagged y Fanbox, y que le haga un cuento.
Amundsen Torrijos Galliard solo atinó a recordar más luego que la niebla iba disolviendo el cuerpo del hombre. Nada más.
La escritora fue encontrada por los trabajadores del zoológico sin sentido junto a la jaula del león haragán, con una cámara en mano y bastantes fotos tomadas de los animales. Un hilito de sangre brotaba de su boca, y el médico dijo que se había lastimado al caer al piso. Fue observada por unas horas en el hospital y dada de alta cuando el marido la llegó a sacar. Luego descargó las fotos de la cámara digital y en efecto encontró algo más que las fotos de los animales. En tres de ellas, el obturador había capturado un árbol de mango envuelto en niebla, con una silueta oscura y enjuta en el fondo. Pero la mujer no tuvo tiempo para cavilar sobre lo encontrado.
Destruyó las dos páginas de perfil del aviador muerto con la contra señas que recordó haber recibido de él en su extraño pero comprensible lenguaje, y lo borró de los contactos suyos.
Lo del cuento fue cumplido también y hélo aquí.
6 de mayo de 2009
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