QUE SIEMPRE QUE TU LLORAS(LICENCIAS DE ESCRITOR)
“Que siempre que tú lloras, lo siento yo en el alma.” De Carta de El Soldado Desconocido, Salomón de la Selva
DICHOSO el árbol, que es apenas sensitivo,
y más la piedra dura porque ésa ya no siente,
pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo
ni mayor pesadumbre que la vida consciente Lo Fatal, Rubén Darío
“Al estar ahí, desvalida y fuerte a la vez, boca abajo, con anestesia local donando la savia roja de vida para que tu pariente leucémico Lorenzo pudiera seguir viviendo gracias a tu médula, no tuviste ni un asomo de idea de cómo ibas a descubrir los extraños nexos que tienen los seres vivientes. Y ni qué hablar de los nexos entre el que quedó llorando a escondidas y el que se fue con un racimo de lluvia otoñal.
“Las generosas lunas ámbar de tus nalgas expuestas, el frío del metal sobre el cual te habían puesto como un trozo exquisito de filete para ser consumido, yo sé que vos no pensabas en nada más que en ser útil. Siempre fuiste así, Gibraltar Delalande, aún cuando llegaste a mí en aquel fatídico año 2001, con el ego más lleno de espinas que un erizo y un costal de confusiones más repleto que todos los monos traviesos que viven en el peñón mediterráneo cuyo nombre te fue dado por el loco genio que fue tu papá. Tu majestad de infalible había sido lesionada, no era para tanto, pero te lo tomaste muy a pecho cuando en ese año llegaste con la autoestima abollada, a trabajar conmigo, y eso te hizo aún más perfeccionista. Estabas dispuesta a crear las obras más completas e impecables y yo, como gerente de la empresa donde se iban a hacer tus cybersitios, supe aprovechar al máximo tu impulso. Ibas a demostrarle a todos que estabas hecha del más fino acero creativo, y yo que ya había coleccionado tu obra impresa, me reía del gusto porque sabía el calibre que portabas y no se me pasaba por la cabeza que nadie, tuviera pelo azabache o no, pudiera dudar de la espesa calidad que tenías y no solo a nivel intelectual. Solo me limité a zurcirte el ego, plancharte la verruga del despecho y pensar que la vida era irónica, brindando dientes a quienes a veces preferían ayunar, o comer carroña. De primas a primeras, creo que entendiste la risa que me causaba aquellos que no merecían tener buena suerte.
“ Andabas en ese veranillo hipnótico e irresistible que es una hembra bien sazonada a punto entrando a la deliciosa cuarentena, y desde hace rato tenías esa humildad militante de querer servir a los demás. Impresionante, me dije mientras te aprovechaba al máximo ese brioso caudal de ideas, imágenes, textos, y sabiduría que traías con vos como una orgullosa prometida con la dote más prodigiosa. Por eso ahora, 8 años más tarde y en un octubre de gotas grises, no me sorprendería jamás encontrarte ahí en el hospital militar, ofreciendo tu médula ósea para salvar la vida de tu tío quien fue un segundo padre para vos mientras te doctorabas en Europa, sin miedo a sentir molestias ni pavor ante el nexo que estabas formando. Dejabas todo para servir con lo más caro, tu propia salud invencible, extrañando al alumnado para quien eras Inti el Dios Sol Inca, el chance de ganar más dinero con traducciones libres, y ahí estabas. Aprendiste de la lección que yo te enseñé, aunque fuera tarde cuando a mí personalmente ya no me servía, y habías sacado tiempo de donde no había para dar por los demás. Un brote como de deliciosa pitahaya salía de la parte gruesa de tus huesos ilíacos, la savia colorada para alargarle la vida al adorado viejo Lorenzo cuando le trasplantaran tu médula incongruentemente juvenil extraída de tu organismo de cincuentona. Hubo dolor? Nadie se dio cuenta. Yo gravitaba viéndote, con ganas de tomarte la mano, de decirte algo reconfortante, preso en esta inercia que me aqueja y que es lo más indescriptible. Ni te pregunto si lo hubieras hecho por mí porque sé la respuesta contundentemente afirmativa. Y ahora, sabiendo cómo fueron las cosas después que vos y Lorenzo quedasen ligados el uno al otro por los laberintos de la química corporal, me pregunto si un nexo así no hubiera sido la esclavitud más exquisita, estar perennemente ligado con vos sin que hubiera poder natural o sobrenatural que me apartara de vos.
“No voy a negar que siempre he estado pendiente de vos. A como fui el mismo que llenó el piso superior de la empresa, el rinconcito donde vos trabajabas, con un caudal de flores el día de tu cumpleaños-recordás que no te habías dado cuenta qué día era y preguntaste quién se había muerto pues parecía funeral de mafioso todo ese alud de flores?- en realidad nunca me he podido ir de vos. He hecho de todo por vos, arriesgando hacer el ridículo incluso… desde ordenar tantas flores para no fallar pues aún no me habías platicado de tu predilección por los girasoles, hasta lanzarte ese vaso de vidrio con agua cuando diste la espalda allá en el hospital, dejándome a mí tirado en el lecho de enfermo porque tenías que cumplir con tu horario de maestra. En mi larga carrera de manipulador de sensaciones, de amo de los sentimientos ajenos, de soldador de voluntades y de prestidigitador de las coincidencias, confirmé que todo Napoleón tiene su Waterloo y vos fuiste el mío. Entendés por qué nunca podré soltarte, pese a lo que se diga o lo que se crea o se afirme que no existe? Soy la sombra de tu hombro izquierdo, la presencia que ningún espejo cuerdo registra, pero eso no me borra. Vi cuando la savia útil que donaste fue inyectada a tu afligido pariente, y casi a ojos vistas comenzó a perder ese aspecto santamente demacrado que tienen los leucémicos. Sería que él también quedaba conectado a tu vitalidad..?De eso no habría ni la menor duda, a como confirmaste después de todo, una vez que él hubiese tomado su avión de vuelta para Ruán, llevando tu impulso en su organismo, el hálito a incienso y jazmines que deja marcado a quien se te aproxime, y luego que él te hubiese llamado para decirte que tranquila, que tu Lorenzo estaba bien y en casa, atendido por su esposa y gatos y se sentía como nuevo. Regresaste al aula de clase consciente de cuánto habías extrañado a tus alumnos, de lo mucho que significaba estar en buena salud, aunque el ligero cansancio te recordaba, a como te había advertido el médico que atendió a tu tío Lorenzo, que habías regalado vida y que tomaría un poco de tiempo para volver a ser la hiperkinética gallinita de guinea que siempre has sido desde el vientre materno.
“Será verdad que la mariposa jamás olvida que fue gusano? Te pasó a vos o fue parte de esa nueva vitalidad que recuperaste tras haber donado médula ósea? Quiero pensar, me conviene más, me da más paz creer que fue un sentido quizás un poco equivocado de venganza lo que te llevó a confirmar las consecuencias de haber dado más allá de la vida. Era demostrar que Gibraltar Delalande siempre se salía con la suya aunque fuera tarde, como decía el genial Mario Puzo, “la venganza es el manjar de los dioses y mientras más fría se come más sabrosa es.”? La curiosidad científica que siempre se ha cebado en vos iba a quedar peor después de todo. No te detuvo estar con los ojos cansados de una enorme traducción de tantas páginas, ni tener 30 exámenes que corregir esperando en casa y allá fuiste, después de lo que Kelvin creyó sería el punto final de una orquestación perfecta de convencimiento, apelando a tu sentido del honor cuando quizás eso era lo que ibas a perder por breves instantes, recordándote tu palabra férrea, tu compromiso con lo justo. Kelvin Vazquez consideraba haberte merecido por su tesón, labia, constancia y no hay nada como la frase de un favor gratis y todo en la vida tiene una etiquetita de precio y quien debe la paga. Ciudadana, jugále limpio a Nicaragua hacía campaña la dirección general de ingresos y si todos pagan pagan todos menos y allá fuiste, señora de la corona del deber cumplido, patriota excelsa, a pagar una deuda contraída sepa Judas en qué momento de ese accidente constante que es el estar vivo, y en lo oscuro te preguntaste si de veras andabas tan a ciegas cuando en las lides del amor así como en las de la guerra todo aguanta la luz aunque sea del vulgar bombillo de Edison por no decir la del sol entrando subrepticiamente por el derruido tragaluz de la estancia. La oscurana apenas se disipaba luego, pero te preguntabas si era miedo de Kelvin Vázquez si descubría alguna huella física de tu reciente donación de médula, se hubiera muerto de un susto ver los moretes que te quedaron y que ya estaban desvanecidos para dejar solo un trasero redondo como las dunas del Sahara árabe?
“ Fuiste lo suficientemente honesta con vos misma para preguntarte, una vez que las fronteras regresaron a sus sitios y los ríos a sus desembocaduras si de veras eso era todo, una combinación de física, mecánica, y conjunciones con transiciones para disimular el desencanto, el olor a mustio, el sentido de no haber llevado a casa la mejor oferta del mercado. Ay jodido, Gibraltar Delalande, preguntándose por qué el mejicano Emmanuel lo había puesto tan concreto en dos de sus canciones, fraseando que largo fin de semana que vivimos todo en un instante y faltaban otros tres, o peor aún, “cuando no es contigo, me arrepiento malgastar así el amor.” Quién era el contigo que no conociste, o me pregunto con sonrisa maliciosa si yo pude haber sido el contigo si no me hubieran arrebatado de tu lado cuando faltaba poco para Halloween en aquel fatídico 2001 a casi dos meses del bombazo de las Torres Gemelas en Nueva York? Tenías ganas de reconocer el error, porque comerse un chocolate y no sentirle el gusto es un error, un pecado, una equivocación garrafal, y todo vuelo de las hormonas había quedado arrestado por la patrulla del sigilo, león visto por el cazador furtivo contra les leyes de Kenya pero león huidizo que salvó la melena. Los gringos fueron más precisos, cheles bandidos, con su frase de cajón wham ¡bam ¡thank you ma´am! A lo que los colombianos contestarían con el consabido éxito vallenato del Polvorete en la voz de Lisandro Meza.
“Quizás fue por eso que te escapaste de mear de la risa en tus pantalones cuando el Tío Lorenzo llamase para preguntarte si estabas bien, si jamás tuviste un soponcio después de donarle médula a él, si te habías llevado un susto o disgusto o algo porque él estaba como escribía Salomón de la Selva en su libro de poemas El Soldado Desconocido, “porque siempre que tú lloras lo siento yo en el alma.” A cuenta de qué venía el viejo Lorenzo describiendo la desesperada sensación de ahogo, la caída vertiginosa de la guillotina de sus sensaciones, el sentido de estar viendo un acantilado cuando eran las doce de la medianoche en Europa y en Nicaragua eran las cinco de la tarde y el sol salía raudo bajo una llovizna pertinaz hacia su cita de amor con la noche? Es omitir mentir? Le mentiste por primera veza tu tío Lorenzo, Gibraltar Delalande, y te supo tan a demonios que no te lo has perdonado a vos misma. Prueba de eso es que estás escribiendo estas líneas mientras el suave hervor de unos frijoles yace en tu cocina, y tenés miles de cosas más importantes que lanzar tus canas a la impresión por un puñado de dólares aunque este cuento ya te lo compraron de antemano para un revista literaria. Tu viejo pariente, tu bello Lorenzo, el padre substituto que te cuidó como propia, que hasta decía que hubiese querido ser mujer para haberte llevado en su vientre, se había percatado de tu desasosiego, de los nudos que produce el ahogo, de una ansiedad furtiva a prueba de confesiones y reconocimientos.
“Era tu médula ósea ya navegando en su organismo que se rebelaba, se emocionaba, que protestaba? Siempre que tú lloras lo siento yo en el alma, había escrito el poeta que está enterrado a la par de tu adorado Rubén Darío allá en León, y aunque jamás se te ocurriría llorar a vos por algo tan trivial en lo que tu esencia no participó, Lorenzo Delalande lo sintió y no supo explicarlo. Qué nexos se forman con la ciencia moderna, ahora esa es mi pregunta. Está el alma en los tejidos, en la sangre, en todas esas cosas perecederas que los gusanos se comen cuando bajamos a la tumba? Vos no creés en el alma, sin embargo. Sos atea, y me lo dijiste una vez que te llamé vida de mi alma, en aquel instante cuando estábamos pegando las fotos del rey Eduardo VII de Inglaterra y el zar Nicolás II de Rusia. Pero hay algo en vos que quiso volar y no alzó vuelo completo esa tarde mientras la lluvia amenazaba desde los rincones de un tono gris cielo que aún carece de nombre. Y tu tío, miles de millas de distancia y con 7 horas de diferencia, roncando suavemente al lado de su gata predilecta arriba de su sábana de seda, lo supo y le estropeó el sueño. Quedó desarbolado, afligido en lo contento, contento en lo desolado, y echándote de menos como cuando regresaste a Nicaragua tras culminar tus estudios. Vos por tu parte tuviste el alcance, abusando de los residuos de una confianza mucilaginosa y descartando los bordes de una indiferencia cada vez más galopante, de hacerle el comentario a Kelvin Vázquez, quien de seguro para tener un prendedor más sobre su ego viril, te sugirió que echaras a andar la idea en este relato.
“Y eso me activó. Hasta ese momento yo estaba pasivo en el éter invisible y me sentí ultrajado. De cuántas pocas cosas nos percatamos en vida, y luego tenemos todo la inmortal eternidad caduca para reflexionar y mordisquearnos la nada con saña. Cuando nos damos cuenta de tener las joyas de la corona, nos evita algo que las llevemos a una casa de empeño? Puede un topacio de Turquía, o un zafiro birmano, compararse con las chaquiras y lentejuelas putescas de un traje barato? Ojo, milady Gibraltar, hay quienes aún podrían persignarse ante un horno de perrerreques creyendo que es la catedral de Granada. O meterle un bodoque con poco queso al altar mayor de la Catedral de San patricio en Nueva York esperando que brote una redonda pizza… Confío que tengás el suficiente alcance para distinguir el sebo de la manteca. Creo que estoy siendo precavido más allá de la cautela, porque estás cojeando del mismo pie que me llevaste herido en 2001, pero esta vez ya no hay callos ni señas ni dolores con la lluvia. Yo te enseñé que el tiempo cura todas las heridas, aunque ahora necesito una dosis de ese mismo medicamente yo mismo, porque héme aquí, 8 años desde entonces, padeciendo por casi lo mismo más allá de las definiciones y los calendarios.
“Será que no hay peor dolor que el que se siente al estar vivo y no poder sentir aflicción, o molestias o punzadas del sufrimiento..?Estamos a como dijo Darío en Lo Fatal que dichoso el árbol que es apenas sensitivo? Estás vacunada de espanto, curada en salud, al margen del llanto? Atisbás con curiosidad pero con nada más a las pisadas del olvido que amenazan con hacerse más visibles, escuchás con un encogimiento de hombros la voz que se aleja, el frío tras la pupila negra porque las tuyas son color de tigüilote y nunca delatan nada, y te decís en buen nicaragüense que te vale verga y después de todo te das cuenta que es verdad, que la reina francesa Margot de Valois dijo algo veraz al sugerir que una tentación se acaba cuanto caés en ella. Es sosegada tu voz cuando le preguntás al médico sobre los límites de las posibilidades, si es real que alguien a miles de kilómetros de distancia sienta lo que te pasa a vos solo porque él ahora lleva una parte de tu cuerpo en su organismo a través de injerto de médula y están indivisiblemente unidos, y el galeno te mira con una rara mezcla de envidia y lástima porque vos tenés algo con que todo mundo sueña, quiere romantizar que ahora Lorenzo y vos son dos cuerpos unidos por una sola alma(así le llaman ahora a la médula ósea?) Tenés un nexo que no lo pudiste forjar ni en la cama ni en el trabajo con nadie, un cordón umbilical de tus poros hacia otra piel, una tarde de lluvia no te ató para nada, estás plácidamente libre para seguir adelante en la maniobra de la vida. Cuántas emboscadas, cuántas exploraciones, cuántas pruebas están por venir? Se percatará de todas ellas tu tío Lorenzo como en esta triste escaramuza en la cual el pájaro rojo de la conclusión lógica te dejó burlada? O lo burlaste vos a él porque vos no lo andabas buscando? Eso suena más como la realidad, habiéndote conocido tan bien tras tanta observación.
“Aquí he tenido el tiempo suficiente y más que suficiente para poderte observar a mi gusto y antojo, tiempo que antes casi no tenía ahora me sobra. Y mi estudio fascinante, desde aquella tarde lluviosa de julio del 2001 que el kismet te trajo a mí , express delivery a mi oficina, siempre has sido vos. Voy en pos de un doctorado honoris causa sobre vos, aunque algunas de las lecciones que el tiempo me enseña de tanto mirarte me duelan y sean más horribles que una lección de algebra fuese para vos en tu adolescencia principesca. Creo que en realidad los giros de la vida me garantizaron un lugar privilegiado en la galería de tus circunstancias, un sitio que quizás no hubiera obtenido si me hubiera quedado ahí mismo solo lanzándote vasos de vidrio porque no querías o no debías pasar más tiempo conmigo. Doy gracias a mis estrellas o mis pulgas el tener el privilegio de estar indisolublemente atado a tu indiscreta minifalda o tu virginal burka que tiene la divina concesión de rozar tu cara, aunque por andar de espión me lleve sopapos cuando menos lo espero. Y hasta me atrevo a dar un consejo, a opinar que ningún hombre genuinamente enamorado debería atisbar a la ventana de la esencia de la dama de sus suspiros, pero no me estoy quejando.
“Solo aguardo. Te veré cambiar de bufanda, o reírte a solas, y dar sin medida con ese corazón blanco y transparente que no conoce egoísmos, de genuina comunista a como ni Marx confesaría bajo tortura china haberte soñado. Las piedrecitas y guijarros menores del camino no harán mella en el andar tuyo, y mientras escribís esto afinás tu puntería de francotirador certero, siguiendo adelante como el escocés William Wallace quien decía que si caminamos hacia el sol las sombras quedan atrás. Es incluso un privilegio para cualquiera, llámese Kelvin o Marco Aurelio, el haber estado a la sombra de ese árbol raro que sos vos, o haber querido darte un poco de sombra en una tiniebla que no perdonaste. Mientras tanto, sigo aquí, calculando qué jugada maestra de ajedrez harás mientras no quiero ni parpadear, qué linimento de risas te untarás con ese humor inverosímil e irredento para que no te queden marcas ni quejas de los golpes que no quisiste dar por recibidos. Quiero cosechar el fruto de mis desvelos y observaciones cuando por fin ya vengás, sonriente y envuelta en tu túnica de pragmatismo y el pañolón de tu suave escepticismo, pues he estado al acecho desde esta nada y este todo que los vivos llaman muerte, y no me he perdido un solo segundo de tu camino cuyo bifurcación final te traiga directo hacia mí cuando exhales por última vez. Siempre, a como antes fui, tuyo.”Marco Aurelio Granados
a través de la pluma de Cecilia Levallois,8 de noviembre del 2009.
“Que siempre que tú lloras, lo siento yo en el alma.” De Carta de El Soldado Desconocido, Salomón de la Selva
DICHOSO el árbol, que es apenas sensitivo,
y más la piedra dura porque ésa ya no siente,
pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo
ni mayor pesadumbre que la vida consciente Lo Fatal, Rubén Darío
“Al estar ahí, desvalida y fuerte a la vez, boca abajo, con anestesia local donando la savia roja de vida para que tu pariente leucémico Lorenzo pudiera seguir viviendo gracias a tu médula, no tuviste ni un asomo de idea de cómo ibas a descubrir los extraños nexos que tienen los seres vivientes. Y ni qué hablar de los nexos entre el que quedó llorando a escondidas y el que se fue con un racimo de lluvia otoñal.
“Las generosas lunas ámbar de tus nalgas expuestas, el frío del metal sobre el cual te habían puesto como un trozo exquisito de filete para ser consumido, yo sé que vos no pensabas en nada más que en ser útil. Siempre fuiste así, Gibraltar Delalande, aún cuando llegaste a mí en aquel fatídico año 2001, con el ego más lleno de espinas que un erizo y un costal de confusiones más repleto que todos los monos traviesos que viven en el peñón mediterráneo cuyo nombre te fue dado por el loco genio que fue tu papá. Tu majestad de infalible había sido lesionada, no era para tanto, pero te lo tomaste muy a pecho cuando en ese año llegaste con la autoestima abollada, a trabajar conmigo, y eso te hizo aún más perfeccionista. Estabas dispuesta a crear las obras más completas e impecables y yo, como gerente de la empresa donde se iban a hacer tus cybersitios, supe aprovechar al máximo tu impulso. Ibas a demostrarle a todos que estabas hecha del más fino acero creativo, y yo que ya había coleccionado tu obra impresa, me reía del gusto porque sabía el calibre que portabas y no se me pasaba por la cabeza que nadie, tuviera pelo azabache o no, pudiera dudar de la espesa calidad que tenías y no solo a nivel intelectual. Solo me limité a zurcirte el ego, plancharte la verruga del despecho y pensar que la vida era irónica, brindando dientes a quienes a veces preferían ayunar, o comer carroña. De primas a primeras, creo que entendiste la risa que me causaba aquellos que no merecían tener buena suerte.
“ Andabas en ese veranillo hipnótico e irresistible que es una hembra bien sazonada a punto entrando a la deliciosa cuarentena, y desde hace rato tenías esa humildad militante de querer servir a los demás. Impresionante, me dije mientras te aprovechaba al máximo ese brioso caudal de ideas, imágenes, textos, y sabiduría que traías con vos como una orgullosa prometida con la dote más prodigiosa. Por eso ahora, 8 años más tarde y en un octubre de gotas grises, no me sorprendería jamás encontrarte ahí en el hospital militar, ofreciendo tu médula ósea para salvar la vida de tu tío quien fue un segundo padre para vos mientras te doctorabas en Europa, sin miedo a sentir molestias ni pavor ante el nexo que estabas formando. Dejabas todo para servir con lo más caro, tu propia salud invencible, extrañando al alumnado para quien eras Inti el Dios Sol Inca, el chance de ganar más dinero con traducciones libres, y ahí estabas. Aprendiste de la lección que yo te enseñé, aunque fuera tarde cuando a mí personalmente ya no me servía, y habías sacado tiempo de donde no había para dar por los demás. Un brote como de deliciosa pitahaya salía de la parte gruesa de tus huesos ilíacos, la savia colorada para alargarle la vida al adorado viejo Lorenzo cuando le trasplantaran tu médula incongruentemente juvenil extraída de tu organismo de cincuentona. Hubo dolor? Nadie se dio cuenta. Yo gravitaba viéndote, con ganas de tomarte la mano, de decirte algo reconfortante, preso en esta inercia que me aqueja y que es lo más indescriptible. Ni te pregunto si lo hubieras hecho por mí porque sé la respuesta contundentemente afirmativa. Y ahora, sabiendo cómo fueron las cosas después que vos y Lorenzo quedasen ligados el uno al otro por los laberintos de la química corporal, me pregunto si un nexo así no hubiera sido la esclavitud más exquisita, estar perennemente ligado con vos sin que hubiera poder natural o sobrenatural que me apartara de vos.
“No voy a negar que siempre he estado pendiente de vos. A como fui el mismo que llenó el piso superior de la empresa, el rinconcito donde vos trabajabas, con un caudal de flores el día de tu cumpleaños-recordás que no te habías dado cuenta qué día era y preguntaste quién se había muerto pues parecía funeral de mafioso todo ese alud de flores?- en realidad nunca me he podido ir de vos. He hecho de todo por vos, arriesgando hacer el ridículo incluso… desde ordenar tantas flores para no fallar pues aún no me habías platicado de tu predilección por los girasoles, hasta lanzarte ese vaso de vidrio con agua cuando diste la espalda allá en el hospital, dejándome a mí tirado en el lecho de enfermo porque tenías que cumplir con tu horario de maestra. En mi larga carrera de manipulador de sensaciones, de amo de los sentimientos ajenos, de soldador de voluntades y de prestidigitador de las coincidencias, confirmé que todo Napoleón tiene su Waterloo y vos fuiste el mío. Entendés por qué nunca podré soltarte, pese a lo que se diga o lo que se crea o se afirme que no existe? Soy la sombra de tu hombro izquierdo, la presencia que ningún espejo cuerdo registra, pero eso no me borra. Vi cuando la savia útil que donaste fue inyectada a tu afligido pariente, y casi a ojos vistas comenzó a perder ese aspecto santamente demacrado que tienen los leucémicos. Sería que él también quedaba conectado a tu vitalidad..?De eso no habría ni la menor duda, a como confirmaste después de todo, una vez que él hubiese tomado su avión de vuelta para Ruán, llevando tu impulso en su organismo, el hálito a incienso y jazmines que deja marcado a quien se te aproxime, y luego que él te hubiese llamado para decirte que tranquila, que tu Lorenzo estaba bien y en casa, atendido por su esposa y gatos y se sentía como nuevo. Regresaste al aula de clase consciente de cuánto habías extrañado a tus alumnos, de lo mucho que significaba estar en buena salud, aunque el ligero cansancio te recordaba, a como te había advertido el médico que atendió a tu tío Lorenzo, que habías regalado vida y que tomaría un poco de tiempo para volver a ser la hiperkinética gallinita de guinea que siempre has sido desde el vientre materno.
“Será verdad que la mariposa jamás olvida que fue gusano? Te pasó a vos o fue parte de esa nueva vitalidad que recuperaste tras haber donado médula ósea? Quiero pensar, me conviene más, me da más paz creer que fue un sentido quizás un poco equivocado de venganza lo que te llevó a confirmar las consecuencias de haber dado más allá de la vida. Era demostrar que Gibraltar Delalande siempre se salía con la suya aunque fuera tarde, como decía el genial Mario Puzo, “la venganza es el manjar de los dioses y mientras más fría se come más sabrosa es.”? La curiosidad científica que siempre se ha cebado en vos iba a quedar peor después de todo. No te detuvo estar con los ojos cansados de una enorme traducción de tantas páginas, ni tener 30 exámenes que corregir esperando en casa y allá fuiste, después de lo que Kelvin creyó sería el punto final de una orquestación perfecta de convencimiento, apelando a tu sentido del honor cuando quizás eso era lo que ibas a perder por breves instantes, recordándote tu palabra férrea, tu compromiso con lo justo. Kelvin Vazquez consideraba haberte merecido por su tesón, labia, constancia y no hay nada como la frase de un favor gratis y todo en la vida tiene una etiquetita de precio y quien debe la paga. Ciudadana, jugále limpio a Nicaragua hacía campaña la dirección general de ingresos y si todos pagan pagan todos menos y allá fuiste, señora de la corona del deber cumplido, patriota excelsa, a pagar una deuda contraída sepa Judas en qué momento de ese accidente constante que es el estar vivo, y en lo oscuro te preguntaste si de veras andabas tan a ciegas cuando en las lides del amor así como en las de la guerra todo aguanta la luz aunque sea del vulgar bombillo de Edison por no decir la del sol entrando subrepticiamente por el derruido tragaluz de la estancia. La oscurana apenas se disipaba luego, pero te preguntabas si era miedo de Kelvin Vázquez si descubría alguna huella física de tu reciente donación de médula, se hubiera muerto de un susto ver los moretes que te quedaron y que ya estaban desvanecidos para dejar solo un trasero redondo como las dunas del Sahara árabe?
“ Fuiste lo suficientemente honesta con vos misma para preguntarte, una vez que las fronteras regresaron a sus sitios y los ríos a sus desembocaduras si de veras eso era todo, una combinación de física, mecánica, y conjunciones con transiciones para disimular el desencanto, el olor a mustio, el sentido de no haber llevado a casa la mejor oferta del mercado. Ay jodido, Gibraltar Delalande, preguntándose por qué el mejicano Emmanuel lo había puesto tan concreto en dos de sus canciones, fraseando que largo fin de semana que vivimos todo en un instante y faltaban otros tres, o peor aún, “cuando no es contigo, me arrepiento malgastar así el amor.” Quién era el contigo que no conociste, o me pregunto con sonrisa maliciosa si yo pude haber sido el contigo si no me hubieran arrebatado de tu lado cuando faltaba poco para Halloween en aquel fatídico 2001 a casi dos meses del bombazo de las Torres Gemelas en Nueva York? Tenías ganas de reconocer el error, porque comerse un chocolate y no sentirle el gusto es un error, un pecado, una equivocación garrafal, y todo vuelo de las hormonas había quedado arrestado por la patrulla del sigilo, león visto por el cazador furtivo contra les leyes de Kenya pero león huidizo que salvó la melena. Los gringos fueron más precisos, cheles bandidos, con su frase de cajón wham ¡bam ¡thank you ma´am! A lo que los colombianos contestarían con el consabido éxito vallenato del Polvorete en la voz de Lisandro Meza.
“Quizás fue por eso que te escapaste de mear de la risa en tus pantalones cuando el Tío Lorenzo llamase para preguntarte si estabas bien, si jamás tuviste un soponcio después de donarle médula a él, si te habías llevado un susto o disgusto o algo porque él estaba como escribía Salomón de la Selva en su libro de poemas El Soldado Desconocido, “porque siempre que tú lloras lo siento yo en el alma.” A cuenta de qué venía el viejo Lorenzo describiendo la desesperada sensación de ahogo, la caída vertiginosa de la guillotina de sus sensaciones, el sentido de estar viendo un acantilado cuando eran las doce de la medianoche en Europa y en Nicaragua eran las cinco de la tarde y el sol salía raudo bajo una llovizna pertinaz hacia su cita de amor con la noche? Es omitir mentir? Le mentiste por primera veza tu tío Lorenzo, Gibraltar Delalande, y te supo tan a demonios que no te lo has perdonado a vos misma. Prueba de eso es que estás escribiendo estas líneas mientras el suave hervor de unos frijoles yace en tu cocina, y tenés miles de cosas más importantes que lanzar tus canas a la impresión por un puñado de dólares aunque este cuento ya te lo compraron de antemano para un revista literaria. Tu viejo pariente, tu bello Lorenzo, el padre substituto que te cuidó como propia, que hasta decía que hubiese querido ser mujer para haberte llevado en su vientre, se había percatado de tu desasosiego, de los nudos que produce el ahogo, de una ansiedad furtiva a prueba de confesiones y reconocimientos.
“Era tu médula ósea ya navegando en su organismo que se rebelaba, se emocionaba, que protestaba? Siempre que tú lloras lo siento yo en el alma, había escrito el poeta que está enterrado a la par de tu adorado Rubén Darío allá en León, y aunque jamás se te ocurriría llorar a vos por algo tan trivial en lo que tu esencia no participó, Lorenzo Delalande lo sintió y no supo explicarlo. Qué nexos se forman con la ciencia moderna, ahora esa es mi pregunta. Está el alma en los tejidos, en la sangre, en todas esas cosas perecederas que los gusanos se comen cuando bajamos a la tumba? Vos no creés en el alma, sin embargo. Sos atea, y me lo dijiste una vez que te llamé vida de mi alma, en aquel instante cuando estábamos pegando las fotos del rey Eduardo VII de Inglaterra y el zar Nicolás II de Rusia. Pero hay algo en vos que quiso volar y no alzó vuelo completo esa tarde mientras la lluvia amenazaba desde los rincones de un tono gris cielo que aún carece de nombre. Y tu tío, miles de millas de distancia y con 7 horas de diferencia, roncando suavemente al lado de su gata predilecta arriba de su sábana de seda, lo supo y le estropeó el sueño. Quedó desarbolado, afligido en lo contento, contento en lo desolado, y echándote de menos como cuando regresaste a Nicaragua tras culminar tus estudios. Vos por tu parte tuviste el alcance, abusando de los residuos de una confianza mucilaginosa y descartando los bordes de una indiferencia cada vez más galopante, de hacerle el comentario a Kelvin Vázquez, quien de seguro para tener un prendedor más sobre su ego viril, te sugirió que echaras a andar la idea en este relato.
“Y eso me activó. Hasta ese momento yo estaba pasivo en el éter invisible y me sentí ultrajado. De cuántas pocas cosas nos percatamos en vida, y luego tenemos todo la inmortal eternidad caduca para reflexionar y mordisquearnos la nada con saña. Cuando nos damos cuenta de tener las joyas de la corona, nos evita algo que las llevemos a una casa de empeño? Puede un topacio de Turquía, o un zafiro birmano, compararse con las chaquiras y lentejuelas putescas de un traje barato? Ojo, milady Gibraltar, hay quienes aún podrían persignarse ante un horno de perrerreques creyendo que es la catedral de Granada. O meterle un bodoque con poco queso al altar mayor de la Catedral de San patricio en Nueva York esperando que brote una redonda pizza… Confío que tengás el suficiente alcance para distinguir el sebo de la manteca. Creo que estoy siendo precavido más allá de la cautela, porque estás cojeando del mismo pie que me llevaste herido en 2001, pero esta vez ya no hay callos ni señas ni dolores con la lluvia. Yo te enseñé que el tiempo cura todas las heridas, aunque ahora necesito una dosis de ese mismo medicamente yo mismo, porque héme aquí, 8 años desde entonces, padeciendo por casi lo mismo más allá de las definiciones y los calendarios.
“Será que no hay peor dolor que el que se siente al estar vivo y no poder sentir aflicción, o molestias o punzadas del sufrimiento..?Estamos a como dijo Darío en Lo Fatal que dichoso el árbol que es apenas sensitivo? Estás vacunada de espanto, curada en salud, al margen del llanto? Atisbás con curiosidad pero con nada más a las pisadas del olvido que amenazan con hacerse más visibles, escuchás con un encogimiento de hombros la voz que se aleja, el frío tras la pupila negra porque las tuyas son color de tigüilote y nunca delatan nada, y te decís en buen nicaragüense que te vale verga y después de todo te das cuenta que es verdad, que la reina francesa Margot de Valois dijo algo veraz al sugerir que una tentación se acaba cuanto caés en ella. Es sosegada tu voz cuando le preguntás al médico sobre los límites de las posibilidades, si es real que alguien a miles de kilómetros de distancia sienta lo que te pasa a vos solo porque él ahora lleva una parte de tu cuerpo en su organismo a través de injerto de médula y están indivisiblemente unidos, y el galeno te mira con una rara mezcla de envidia y lástima porque vos tenés algo con que todo mundo sueña, quiere romantizar que ahora Lorenzo y vos son dos cuerpos unidos por una sola alma(así le llaman ahora a la médula ósea?) Tenés un nexo que no lo pudiste forjar ni en la cama ni en el trabajo con nadie, un cordón umbilical de tus poros hacia otra piel, una tarde de lluvia no te ató para nada, estás plácidamente libre para seguir adelante en la maniobra de la vida. Cuántas emboscadas, cuántas exploraciones, cuántas pruebas están por venir? Se percatará de todas ellas tu tío Lorenzo como en esta triste escaramuza en la cual el pájaro rojo de la conclusión lógica te dejó burlada? O lo burlaste vos a él porque vos no lo andabas buscando? Eso suena más como la realidad, habiéndote conocido tan bien tras tanta observación.
“Aquí he tenido el tiempo suficiente y más que suficiente para poderte observar a mi gusto y antojo, tiempo que antes casi no tenía ahora me sobra. Y mi estudio fascinante, desde aquella tarde lluviosa de julio del 2001 que el kismet te trajo a mí , express delivery a mi oficina, siempre has sido vos. Voy en pos de un doctorado honoris causa sobre vos, aunque algunas de las lecciones que el tiempo me enseña de tanto mirarte me duelan y sean más horribles que una lección de algebra fuese para vos en tu adolescencia principesca. Creo que en realidad los giros de la vida me garantizaron un lugar privilegiado en la galería de tus circunstancias, un sitio que quizás no hubiera obtenido si me hubiera quedado ahí mismo solo lanzándote vasos de vidrio porque no querías o no debías pasar más tiempo conmigo. Doy gracias a mis estrellas o mis pulgas el tener el privilegio de estar indisolublemente atado a tu indiscreta minifalda o tu virginal burka que tiene la divina concesión de rozar tu cara, aunque por andar de espión me lleve sopapos cuando menos lo espero. Y hasta me atrevo a dar un consejo, a opinar que ningún hombre genuinamente enamorado debería atisbar a la ventana de la esencia de la dama de sus suspiros, pero no me estoy quejando.
“Solo aguardo. Te veré cambiar de bufanda, o reírte a solas, y dar sin medida con ese corazón blanco y transparente que no conoce egoísmos, de genuina comunista a como ni Marx confesaría bajo tortura china haberte soñado. Las piedrecitas y guijarros menores del camino no harán mella en el andar tuyo, y mientras escribís esto afinás tu puntería de francotirador certero, siguiendo adelante como el escocés William Wallace quien decía que si caminamos hacia el sol las sombras quedan atrás. Es incluso un privilegio para cualquiera, llámese Kelvin o Marco Aurelio, el haber estado a la sombra de ese árbol raro que sos vos, o haber querido darte un poco de sombra en una tiniebla que no perdonaste. Mientras tanto, sigo aquí, calculando qué jugada maestra de ajedrez harás mientras no quiero ni parpadear, qué linimento de risas te untarás con ese humor inverosímil e irredento para que no te queden marcas ni quejas de los golpes que no quisiste dar por recibidos. Quiero cosechar el fruto de mis desvelos y observaciones cuando por fin ya vengás, sonriente y envuelta en tu túnica de pragmatismo y el pañolón de tu suave escepticismo, pues he estado al acecho desde esta nada y este todo que los vivos llaman muerte, y no me he perdido un solo segundo de tu camino cuyo bifurcación final te traiga directo hacia mí cuando exhales por última vez. Siempre, a como antes fui, tuyo.”Marco Aurelio Granados
a través de la pluma de Cecilia Levallois,8 de noviembre del 2009.
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