EDUARDO VIII: UN TRONO POR AMOR
Cecilia Ruiz de Ríos
Quizás el rey más controversial de la historia moderna sea Eduardo VIII de Inglaterra, ya que en un arranque de pasión ciega echó por la borda trono, prestigio y futuro par seguir a una divorciada norteamericana. Eduardo protagonizó unos de las escándalos más bochornosos de la corona británica, y eso que a través de los siglos las ingleses han probado que sus monarcas poco han tenido de flemáticos.
Eduardo vino al mundo un 23 de junio de 1894 coma primogénito del hogar formado por el rey Jorge V de Inglaterra y su esposa Mary. Ni su papá le ponía buena cara al muchacho, ni su madre gustaba que Eduardo de chiquito le escalara par las faldas para ser chineado par ella. Desde bebé, lo fueron preparando para que fuera todo un rey, con cargas académicas pesadas y mucha disciplina. Nunca fue muy buen alumno, pera concluyó los estudios a como pudo.
Cuando estalló la Primera Guerra Mundial, el joven Eduardo pidió que le enviaran en misión militar, pero su calidad de personaje regio no le permitió saborear combates, algo le causó tremenda frustración. Al final de la guerra, Eduardo quiso viajar par doquier como embajador extraoficial, y fue ahí donde se desenvolvió exhibiendo modales muy poco protocolarios, abundante encanto y un sentido desbordante del buen humor.Siendo uno de los Príncipes de Gales (titulo asignado al heredero al trono inglés desde que el villano Eduardo I Pataslargas convirtió a su heredero Eduardo II en el primer príncipe de Gales a fines del siglo XIII) más populares, su simpatía personal y gran picardía le convirtió en el soltero más codiciado del mundo y las mujeres lo seguían continuamente.
A sus 21 años, Eduardo conoce a la casada Lady Coke, y aunque Ia señora le Ilevaba 12 años, el príncipe se enamoró locamente de ella y mantuvieron relaciones no tan secretas durante 3 años. Cuando Eduardo andaba viajando par el extranjero, le enviaba floridas y perfumadas cartas por docenas, y cuando estaba el príncipe en Londres, Lady Coke estaba a su lado todo el tiempo.
Sin embargo, esta linajuda señora prefirió conservar su matrimonio relativamente intacto, dada que era conocido que Eduardo era un picaflor que podía desvanecerse en cualquier momento. Otro gran desmán del rey, fue Frieda Ward, una mujer que estaba casada con un miembro del parlamento británico. El encuentra se dio como en las cintas de guerra, en 1918, cuando un ataque aéreo enemigo obligó a Eduardo y a la desconocida Frieda a refugiarse en un polvoso sótano. Mientras pasaba el peligro, Eduardo lució sus dotes de piropeador incontenible, estableciendo conversación tan fascinante con la mujer que cuando salieron del sótano hablaban entre si como viejos amigos. Esta relación iniciada de forma tan curiosa habría de durar 16 años, y Eduardo nuevamente perdería la cabeza por una mujer casada. Eduardo solía llamarla por teléfono todos los días muy temprano, y estando en Londres tomaba té con ella a las 5 de la tarde, o un café au-Iait (café con leche) que acababa siendo un café -au-lit (café en el lecho).
Las relaciones entre Frieda y Eduardo fueron tan estables que ella ni se molestó cuando él tuvo un devaneo con Lady Thelma Furness, apodada “ToddIes”. Esta mujer de 24 años era la hermana gemela de la rica heredera Gloria Vanderbilt. Thelma estaba casada con el armador inglés Lord Marmaduke Furness, y se trataba de una fulgurante mujer atrapada en un matrimonio de conveniencia.
Eduardo abandonaría tanto a Frieda como a Lady Furness cuando se topó con una norteamericana llamada Wallis Simpson. Wallis entró en la agitada vida de Eduardo cuando en 1931 Lady Furness se la presentó y nunca dejó de albergar remotas esperanzas que Eduardo se casara con ella, y en la misma noche que ella le presentó a Wallis, TELAM cometió el error de quererle dar celos al príncipe coqueteando abiertamente con el playboy ismaelita Alí Khan. Wallis, divorciada del primer consorte y en ese momento aún casada con su segundo esposo, decidió atrapar a Eduardo. Wallis pronto obtuvo el divorcio de su segundo cónyuge para estar disponible y poder pescar al soltero más codiciado del mundo.
Al morir Jorge V, Eduardo había pasado a ser rey, y aunque charchaleaba de pasión por su Wallis, el asunto del matrimonio no era solo cosa de buscar las documentos y amarrar el lazo. Dada que ya existía el acta mediante la cual los miembros de la familia real no pueden casarse sin el consentimiento de familia y el parlamento, la cosa se ponía color de hormiga. Salieron a relucir los más lúbricos detalles del pasado de Wallis Simpson. El hecho de ser dos veces divorciada sabía muy mal y el parlamento no quería ver a “esa aventurera’ convertida en reina.
Eduardo tuvo que elegir entre su trono y lo que él consideraba el amor, y en un emotivo discurso trasmitido para la BBC, el rey que era Eduardo dejaba el taburete real a un hermano menor. Seis meses después de la abdicación, Wallis y Eduardo se casaron y pasaron a ser los Duques de Windsor. La familia real se negaba a recibir a Wallis, y el ingreso de Eduardo se vio en peligro cuando quisieron recortarle su presupuesto. Wallis y Eduardo se fueron a vivir a Paris al exilio dorado, y luego dieron mucho en que hablar por sus amistades, entre ellas el asqueroso Adolf Hitler.
Fue tanta la simpatía que Wallis y su esposo manifestaron por el Führer que hasta se rumoró que Eduardo hizo buenas migas con dicho chacal con la esperanza de verse restaurado al trono inglés si los Aliados perdían la II Guerra Mundial.
Wallis, sin ser ni bella ni particularmente amable, logró dominar con puño de hierro a Eduardo. Como amante ya había logrado que Eduardo abandonara tanto a Frieda coma a Lady Furness. Ya de esposo, pasó a ser el más enamorado y galante de los caballeros. Eduardo a diario depositaba una rosa roja sobre la almohada de su mujer, pero en numerosas ocasiones ella lo regañaba y lo mandaba a dormir al sofá tras arañarlo violentamente. Siempre malcriada e insatisfecha, le montaba cantaletas de varias horas de duración. No tuvieron hijos, pero Eduardo permaneció fielmente atado a su “manzanita de la discordia” tal como si los hubieran tenido.
En 1970, cuando Eduardo fue invitado a la Casa Blanca a cenar con Richard Nixon, el ex monarca le dijo al entonces presidente, “Tuvo la inmensa suerte que una buena chica norteamericana accediera a casarse conmigo y desde entonces llevamos 30 años de dicha”. Un 28 de mayo de 1972, Eduardo murió a consecuencia de un galopante cáncer de la garganta que él mismo se causó a través de años consecutivos de incansable fumado. Murió en brazos de WalIis, quien se quedó sola y acompañada par sus malcriados perros con los cuales compartía el mismo carácter.
Cecilia Ruiz de Ríos
Quizás el rey más controversial de la historia moderna sea Eduardo VIII de Inglaterra, ya que en un arranque de pasión ciega echó por la borda trono, prestigio y futuro par seguir a una divorciada norteamericana. Eduardo protagonizó unos de las escándalos más bochornosos de la corona británica, y eso que a través de los siglos las ingleses han probado que sus monarcas poco han tenido de flemáticos.
Eduardo vino al mundo un 23 de junio de 1894 coma primogénito del hogar formado por el rey Jorge V de Inglaterra y su esposa Mary. Ni su papá le ponía buena cara al muchacho, ni su madre gustaba que Eduardo de chiquito le escalara par las faldas para ser chineado par ella. Desde bebé, lo fueron preparando para que fuera todo un rey, con cargas académicas pesadas y mucha disciplina. Nunca fue muy buen alumno, pera concluyó los estudios a como pudo.
Cuando estalló la Primera Guerra Mundial, el joven Eduardo pidió que le enviaran en misión militar, pero su calidad de personaje regio no le permitió saborear combates, algo le causó tremenda frustración. Al final de la guerra, Eduardo quiso viajar par doquier como embajador extraoficial, y fue ahí donde se desenvolvió exhibiendo modales muy poco protocolarios, abundante encanto y un sentido desbordante del buen humor.Siendo uno de los Príncipes de Gales (titulo asignado al heredero al trono inglés desde que el villano Eduardo I Pataslargas convirtió a su heredero Eduardo II en el primer príncipe de Gales a fines del siglo XIII) más populares, su simpatía personal y gran picardía le convirtió en el soltero más codiciado del mundo y las mujeres lo seguían continuamente.
A sus 21 años, Eduardo conoce a la casada Lady Coke, y aunque Ia señora le Ilevaba 12 años, el príncipe se enamoró locamente de ella y mantuvieron relaciones no tan secretas durante 3 años. Cuando Eduardo andaba viajando par el extranjero, le enviaba floridas y perfumadas cartas por docenas, y cuando estaba el príncipe en Londres, Lady Coke estaba a su lado todo el tiempo.
Sin embargo, esta linajuda señora prefirió conservar su matrimonio relativamente intacto, dada que era conocido que Eduardo era un picaflor que podía desvanecerse en cualquier momento. Otro gran desmán del rey, fue Frieda Ward, una mujer que estaba casada con un miembro del parlamento británico. El encuentra se dio como en las cintas de guerra, en 1918, cuando un ataque aéreo enemigo obligó a Eduardo y a la desconocida Frieda a refugiarse en un polvoso sótano. Mientras pasaba el peligro, Eduardo lució sus dotes de piropeador incontenible, estableciendo conversación tan fascinante con la mujer que cuando salieron del sótano hablaban entre si como viejos amigos. Esta relación iniciada de forma tan curiosa habría de durar 16 años, y Eduardo nuevamente perdería la cabeza por una mujer casada. Eduardo solía llamarla por teléfono todos los días muy temprano, y estando en Londres tomaba té con ella a las 5 de la tarde, o un café au-Iait (café con leche) que acababa siendo un café -au-lit (café en el lecho).
Las relaciones entre Frieda y Eduardo fueron tan estables que ella ni se molestó cuando él tuvo un devaneo con Lady Thelma Furness, apodada “ToddIes”. Esta mujer de 24 años era la hermana gemela de la rica heredera Gloria Vanderbilt. Thelma estaba casada con el armador inglés Lord Marmaduke Furness, y se trataba de una fulgurante mujer atrapada en un matrimonio de conveniencia.
Eduardo abandonaría tanto a Frieda como a Lady Furness cuando se topó con una norteamericana llamada Wallis Simpson. Wallis entró en la agitada vida de Eduardo cuando en 1931 Lady Furness se la presentó y nunca dejó de albergar remotas esperanzas que Eduardo se casara con ella, y en la misma noche que ella le presentó a Wallis, TELAM cometió el error de quererle dar celos al príncipe coqueteando abiertamente con el playboy ismaelita Alí Khan. Wallis, divorciada del primer consorte y en ese momento aún casada con su segundo esposo, decidió atrapar a Eduardo. Wallis pronto obtuvo el divorcio de su segundo cónyuge para estar disponible y poder pescar al soltero más codiciado del mundo.
Al morir Jorge V, Eduardo había pasado a ser rey, y aunque charchaleaba de pasión por su Wallis, el asunto del matrimonio no era solo cosa de buscar las documentos y amarrar el lazo. Dada que ya existía el acta mediante la cual los miembros de la familia real no pueden casarse sin el consentimiento de familia y el parlamento, la cosa se ponía color de hormiga. Salieron a relucir los más lúbricos detalles del pasado de Wallis Simpson. El hecho de ser dos veces divorciada sabía muy mal y el parlamento no quería ver a “esa aventurera’ convertida en reina.
Eduardo tuvo que elegir entre su trono y lo que él consideraba el amor, y en un emotivo discurso trasmitido para la BBC, el rey que era Eduardo dejaba el taburete real a un hermano menor. Seis meses después de la abdicación, Wallis y Eduardo se casaron y pasaron a ser los Duques de Windsor. La familia real se negaba a recibir a Wallis, y el ingreso de Eduardo se vio en peligro cuando quisieron recortarle su presupuesto. Wallis y Eduardo se fueron a vivir a Paris al exilio dorado, y luego dieron mucho en que hablar por sus amistades, entre ellas el asqueroso Adolf Hitler.
Fue tanta la simpatía que Wallis y su esposo manifestaron por el Führer que hasta se rumoró que Eduardo hizo buenas migas con dicho chacal con la esperanza de verse restaurado al trono inglés si los Aliados perdían la II Guerra Mundial.
Wallis, sin ser ni bella ni particularmente amable, logró dominar con puño de hierro a Eduardo. Como amante ya había logrado que Eduardo abandonara tanto a Frieda coma a Lady Furness. Ya de esposo, pasó a ser el más enamorado y galante de los caballeros. Eduardo a diario depositaba una rosa roja sobre la almohada de su mujer, pero en numerosas ocasiones ella lo regañaba y lo mandaba a dormir al sofá tras arañarlo violentamente. Siempre malcriada e insatisfecha, le montaba cantaletas de varias horas de duración. No tuvieron hijos, pero Eduardo permaneció fielmente atado a su “manzanita de la discordia” tal como si los hubieran tenido.
En 1970, cuando Eduardo fue invitado a la Casa Blanca a cenar con Richard Nixon, el ex monarca le dijo al entonces presidente, “Tuvo la inmensa suerte que una buena chica norteamericana accediera a casarse conmigo y desde entonces llevamos 30 años de dicha”. Un 28 de mayo de 1972, Eduardo murió a consecuencia de un galopante cáncer de la garganta que él mismo se causó a través de años consecutivos de incansable fumado. Murió en brazos de WalIis, quien se quedó sola y acompañada par sus malcriados perros con los cuales compartía el mismo carácter.
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