SABIO, JUSTO, INCOMPARABLE: MARCO AURELIO
Cecilia Ruiz de Ríos
“Este libro te vendrá de perlas” me dijo con una gran sonrisa mi
profesor de inglés James Martin en uno de los pocos momentos felices de mi atribulada secundaria. Era “Las Meditaciones” del gran filósofo estoico y emperador romano Marco Aurelio. Apenas abrí el libro, fue amor al primer mordisco. Luego, cuando fui a Roma, pasé un rato platicando con su estatua aunque me vieran como loca.
Marco Aurelio Verus era español, nacido un 26 de abril de 121 de la era cristiana en una distinguida familia. Su papi fue Annio Vero y su madre Domicia Lucilla. Su abuelo había tenido una notable carrera política durante el reinado de otro notable español, el barbudo emperador Adriano. Marco desde niño lució muy bien, con rizos castaños claros y unos ojos de mirada dulce. Adriano, quien sabia detectar talento donde era posible, se vio muy impresionado por el nieto de su servidor y lo observó desde chico con vistas a hacerle su sucesor, pues ya es harto sabido que Adriano a pesar de tener por esposa a Sabina, no iba a dejar descendencia. Aunque Antonino sería el sucesor de Adriano, adoptaría a Marco Aurelio por disposición del mismo Adriano. Marco Aurelio se entrenó para ser emperador bajo la larga y pacifica administración de Antonino, quien no tenía ímpetus guerreristas. Marco, quien desde niño fue adicto a la lectura y amaba la música y los animales por encima de todas las cosas, fue ascendiendo gradualmente como heredero.
Entre 140 y 145 fue cónsul, teniendo acceso a codearse con intelectuales de Ia talla de Fronto, famoso por su retórica, y el filósofo estoico Epícteto, quien habría de influir en su tendencia dentro del campo de Ia filosofía. Marco se vio por fin emperador a los 40 años, un 7 de marzo de 161 cuando Antonino murió. Al no haber oposición alguna, Marco eligió a su propio hermano como coemperador. El clavo era que su hermano Lucio no tenía mucha andadura militar
cuando en 161 se vio el conflicto con Partia.
Mandó a su hermano con los mejores generales, y desde 162 la fortuna le sonrió a Roma, pues varias ciudades partas como Seleucia y Ctesiphon fueron destruidas. En 166 Partia capituló y un delegado romano se sentó en el trono armenio. Las huestes triunfantes al entrar en Roma no solo traían botín y gloria, sino que entre los soldados venía la peste. Se cree que fue una especie de viruela que arrasó con buena parte de la población romana. Tras la guerra de Partia, Marco Aurelio optó por fijarse en el norte, lanzando una campaña contra las tribus germánicas. Lucio Vero moriría en campaña, dejando a Marco solo en el trono.
A inicios de 169, los Marcommani y Quadis habían cruzado el Danubio, entrando a territorio italiano. Al irse a encontrar a los invasores, Marco estaba destinado a perder a su amado hermano. Marco al fin logró vencer a los germanos, pero Marco regresó a Roma cargando el cuerpo de Lucio. Enterró a su hermano con plenos honores. Las Guerras Marcománicas habrían de ser caras y sangrientas, pero al final Marco logró ir progresando lentamente. Marco se llevó buen susto cuando Avidio Cassius, uno de sus mejores generales, se quiso hacer emperador de Roma desde su gobierno en Siria. Cuando Marco llegó a enfrentar la conjura, ya Avidio había sido asesinado. Marco regresó aprisa a Roma. Al no tener a su hermano, Marco llevó a su perverso hijo Cómmodo para que aprendiera a guerrear. Marco estaba destinado a morirse el 17 de marzo de 180 durante el conflicto bélico, dejando como heredero al corrupto Cómmodo. Se especuló sobre un envenenamiento por parte de Cómmodo-versión integrada en la deformante cinta Gladiador-pero se sabe que Marco era diabético y murió de un bajón de azúcar.
La vida familiar del pobre Marco fue un desastre. Casado con Faustina, la bella pero casquivana hija del emperador Antonino, esta mujer era 8 años menor que el y poseía una de las líbidos más alborotadas de la historia. Los casaron en 145, y estaban destinados a tener 13 hijos juntos. La mayor parte de estos chavalos murieron en la niñez, y la paternidad de Cómmodo es una de las grandes interrogantes de la historia. Faustina al parecer pasó una noche de copas muy alegre con un gladiador mientras Marco estaba firmando papeles, y aunque Marco nunca supo a ciencia cierta de quién era Cómmodo, lo amó tiernamente desde que nació, como si fuera suyo. Faustina coronó la testa de Marco con más cuernos que un venado adulto, y entre sus amantes estuvo Avidio Cassius, el general que le quiso quitar el trono a Marco. Se cree que fue por ambición de Faustina que Cassius se lanzó a tan descabellado atrevimiento. A pesar de ser gastona e infiel, Marco adoraba a su mujer llorándola copiosamente cuando murió en 175 a consecuencia de un accidente. Marco la deificó y llamó a la ciudad de Cappadocia como Faustinópolis. Tras la muerte de este viudo inconsolable, las cenizas de Marco fueron internadas en el mausoleo de Adriano.
La historia lo recuerda como un buen monarca, accesible y justo. Respetuoso de la vida ajena y de buen corazón, prohibió las justas sangrientas de gladiadores que tanto deleitaban a la plebe. Vegetariano debido a su amor por las criaturas, fue un gobernante ecológico que no le gustaba que desperdiciaran los recursos naturales. Sus “Meditaciones” de tendencia estoica lo confirman como un genuino filósofo de gran monto, y aunque ha sido acusado de usar opio, nunca se ha podido confirmar dicha especie. Sentía debilidad por todo tipo de felinos, y tuvo como mascotas a dos panteras que le trajeran del África, y su pasión por Luna, una mechuda gata, fue legendaria. Tras su muerte, su hijo Cómmodo desbarató todo lo que su sacrificado padre hizo, pasando a ser uno de los aberrados más despreciables de la historia, confirmando el refrán de “una rosa, una espina.”
Cecilia Ruiz de Ríos
“Este libro te vendrá de perlas” me dijo con una gran sonrisa mi
profesor de inglés James Martin en uno de los pocos momentos felices de mi atribulada secundaria. Era “Las Meditaciones” del gran filósofo estoico y emperador romano Marco Aurelio. Apenas abrí el libro, fue amor al primer mordisco. Luego, cuando fui a Roma, pasé un rato platicando con su estatua aunque me vieran como loca.
Marco Aurelio Verus era español, nacido un 26 de abril de 121 de la era cristiana en una distinguida familia. Su papi fue Annio Vero y su madre Domicia Lucilla. Su abuelo había tenido una notable carrera política durante el reinado de otro notable español, el barbudo emperador Adriano. Marco desde niño lució muy bien, con rizos castaños claros y unos ojos de mirada dulce. Adriano, quien sabia detectar talento donde era posible, se vio muy impresionado por el nieto de su servidor y lo observó desde chico con vistas a hacerle su sucesor, pues ya es harto sabido que Adriano a pesar de tener por esposa a Sabina, no iba a dejar descendencia. Aunque Antonino sería el sucesor de Adriano, adoptaría a Marco Aurelio por disposición del mismo Adriano. Marco Aurelio se entrenó para ser emperador bajo la larga y pacifica administración de Antonino, quien no tenía ímpetus guerreristas. Marco, quien desde niño fue adicto a la lectura y amaba la música y los animales por encima de todas las cosas, fue ascendiendo gradualmente como heredero.
Entre 140 y 145 fue cónsul, teniendo acceso a codearse con intelectuales de Ia talla de Fronto, famoso por su retórica, y el filósofo estoico Epícteto, quien habría de influir en su tendencia dentro del campo de Ia filosofía. Marco se vio por fin emperador a los 40 años, un 7 de marzo de 161 cuando Antonino murió. Al no haber oposición alguna, Marco eligió a su propio hermano como coemperador. El clavo era que su hermano Lucio no tenía mucha andadura militar
cuando en 161 se vio el conflicto con Partia.
Mandó a su hermano con los mejores generales, y desde 162 la fortuna le sonrió a Roma, pues varias ciudades partas como Seleucia y Ctesiphon fueron destruidas. En 166 Partia capituló y un delegado romano se sentó en el trono armenio. Las huestes triunfantes al entrar en Roma no solo traían botín y gloria, sino que entre los soldados venía la peste. Se cree que fue una especie de viruela que arrasó con buena parte de la población romana. Tras la guerra de Partia, Marco Aurelio optó por fijarse en el norte, lanzando una campaña contra las tribus germánicas. Lucio Vero moriría en campaña, dejando a Marco solo en el trono.
A inicios de 169, los Marcommani y Quadis habían cruzado el Danubio, entrando a territorio italiano. Al irse a encontrar a los invasores, Marco estaba destinado a perder a su amado hermano. Marco al fin logró vencer a los germanos, pero Marco regresó a Roma cargando el cuerpo de Lucio. Enterró a su hermano con plenos honores. Las Guerras Marcománicas habrían de ser caras y sangrientas, pero al final Marco logró ir progresando lentamente. Marco se llevó buen susto cuando Avidio Cassius, uno de sus mejores generales, se quiso hacer emperador de Roma desde su gobierno en Siria. Cuando Marco llegó a enfrentar la conjura, ya Avidio había sido asesinado. Marco regresó aprisa a Roma. Al no tener a su hermano, Marco llevó a su perverso hijo Cómmodo para que aprendiera a guerrear. Marco estaba destinado a morirse el 17 de marzo de 180 durante el conflicto bélico, dejando como heredero al corrupto Cómmodo. Se especuló sobre un envenenamiento por parte de Cómmodo-versión integrada en la deformante cinta Gladiador-pero se sabe que Marco era diabético y murió de un bajón de azúcar.
La vida familiar del pobre Marco fue un desastre. Casado con Faustina, la bella pero casquivana hija del emperador Antonino, esta mujer era 8 años menor que el y poseía una de las líbidos más alborotadas de la historia. Los casaron en 145, y estaban destinados a tener 13 hijos juntos. La mayor parte de estos chavalos murieron en la niñez, y la paternidad de Cómmodo es una de las grandes interrogantes de la historia. Faustina al parecer pasó una noche de copas muy alegre con un gladiador mientras Marco estaba firmando papeles, y aunque Marco nunca supo a ciencia cierta de quién era Cómmodo, lo amó tiernamente desde que nació, como si fuera suyo. Faustina coronó la testa de Marco con más cuernos que un venado adulto, y entre sus amantes estuvo Avidio Cassius, el general que le quiso quitar el trono a Marco. Se cree que fue por ambición de Faustina que Cassius se lanzó a tan descabellado atrevimiento. A pesar de ser gastona e infiel, Marco adoraba a su mujer llorándola copiosamente cuando murió en 175 a consecuencia de un accidente. Marco la deificó y llamó a la ciudad de Cappadocia como Faustinópolis. Tras la muerte de este viudo inconsolable, las cenizas de Marco fueron internadas en el mausoleo de Adriano.
La historia lo recuerda como un buen monarca, accesible y justo. Respetuoso de la vida ajena y de buen corazón, prohibió las justas sangrientas de gladiadores que tanto deleitaban a la plebe. Vegetariano debido a su amor por las criaturas, fue un gobernante ecológico que no le gustaba que desperdiciaran los recursos naturales. Sus “Meditaciones” de tendencia estoica lo confirman como un genuino filósofo de gran monto, y aunque ha sido acusado de usar opio, nunca se ha podido confirmar dicha especie. Sentía debilidad por todo tipo de felinos, y tuvo como mascotas a dos panteras que le trajeran del África, y su pasión por Luna, una mechuda gata, fue legendaria. Tras su muerte, su hijo Cómmodo desbarató todo lo que su sacrificado padre hizo, pasando a ser uno de los aberrados más despreciables de la historia, confirmando el refrán de “una rosa, una espina.”
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