TU RECIENTE NOCHE CONMIGO
“Primero perdonáme lo del título, no quería faltarte al respeto. Y antes que se me olvide, aprovecho estas línea de entrada para quitarle la fama a los Pitbulls de ser asesinos en serie, mujer. Pasé al lado de tu perra negra con nombre de diosa griega, y no solo no me ladró sino que me lamió la mano. Ya sé, la misma mano a como dijo García Márquez, con que me limpiaba el culo es la misma mano con que escribo esos versos. Pasé y vi tus gatos durmiendo plácidamente, qué envidia que no padecen de insomnio, tienen sus cuentas claras, duermen bien, no como vos y yo, que tenemos asuntos pendientes aunque sea con nuestro propio sentido de justicia o injusticia, a como lo querrás poner. Pero he pasado una noche con vos, no como ordinariamente lo haría un hombre y una mujer, pero fui el negro angel de la guardia de tu sueño y en el trancurso de unas horas me transformé en algo que ahora no oso darle nombre.
“Es curioso que cuando vas allá por la ciudad Metropolitana, donde siempre te espero acompañado de un león porque sé cuánto te gustan, nunca suspirás ni llorás. Hacés irreverencias, te subís a los leones del atrio de la catedral y una vez un policía te amenazó con llevarte presa si no te apeabas de ahí y vos sonreíste, por fin un polizonte-un cop como le dirías en gringo-que supiera lo que valía el patrimonio nacional. Ahí fue donde me dejaste el hálito mortífero a tu sudor de hembra, y aunque aún no sabías mucho sobre mí más que lo que hacías trinar a tu padre, ya estaba sellado nuestro destino juntos.
“Pero volvamos a tu casa. Entro de puntillas, quedo admirando tu biblioteca, quisiera pasar un buen rato echado en el piso que tu doméstica nunca limpia bien porque más sirve para otras cosas. Deseo leer algunas cosas que como fueron publicadas después de mi tiempo, no las he leído.
“Me miro en el espejo del gabinete de tu baño, y sí ahí estoy, con el bigote atusado de mi juventud, la cara aún angosta y no como león enojado en mi madurez, sin las enormes entradas en la frente, a como vos siempre te ha gustado recordarme y no como un señorón chaparro pero enfermo. Nunca le creas a quienes te dicen que los fantasmas y los vampiros no se miran en los cristales, es una de las grandes mentirotas del género de terror, y como Hollywood es bruto, lo ha recogido en miles de películas que no valen un centavo partido a la mitad. Vos misma has usado el recurso en tus relatos y te ha funcionado. No lo usés más conmigo, te lo ruego, ya probé que no funciona en la realidad. Porque yo me vi en toda mi palidez de mestizo, con la tez cetrina que tenemos los auténticos, ese tono del que nunca llegas a avergonzarte por completo porque es el mismo que tenía tu ancestro el bravo Diriangén.
“Invado tu privacidad, y entro a tu alcoba. Dormís envuelta en un chal estilo judío. Con el culo para arriba, de costado, en posición fetal. Saco el foco infrarrojo y lo paseo a lo largo de tu humanidad. La vista es tan curiosa, tan bandida tan atrevida, hurga peor que la mano del mujeriego. Se me había olvidado que era una cosa verte en una de tus páginas web en tantas fotos que el gatillo de tu narcisismo te ha hecho dispararte, que verte en vivo en tu pavoroso esplendor de matrona en un veranillo de San Juan.Por un momento se me queda congelado el corazón. Tienen razón los mejicanos, no es lo mismo verla pasar que platicar con ella. Tu realidad concreta nunca para de asombrarme. El rostro de los afiches, el de los calendarios, el de la publicidad, ahí está.
No me percataba que te habías cortado el pelo un poco. Típico en la cuarentena de edad, por ahí les agarra a muchas señoras.
“A tu lado duerme tu esposo. Ronca. Me arrodillo a tu lado sobre el piso, para sentir la respiración. Por qué no nacimos en la misma época? Tengo que hacerte una especie de reverencia, como si fueras la virgen negra de Praga o alguna de esas santas en las que no creíste nunca porque para colmo murieron vírgenes. Pero casualmente porque no nacimos en la misma época es que estoy aquí. Tengo que ponerle fin al desasosiego, sentirme completo y eso significa que debo prescindir de sentimentalismos baratos, y proceder. No debo olvidar para qué vine, la piedad no puede tomarme del cuello y sacarme lágrimas por los poros. No pueden sudar mis ojos. La mano me tiembla, cosa que no me sucedió ni cuando estuve borracho tantas veces. Un rocío tenue pero tierno me cubre los pies, me sube por los muslos y se me anida en el cuerpo.
“No puedo. No puedo, me digo, mientras la mano izquierda busca en el bolsillo del pantalón la navajita turca con la que pienso recuperar lo mío. Pero el extraño olor a incienso, almizcle y canela que emana de tu persona no me deja llevar a cabo lo que me he propuesto. Alargo una mano y entre fervor casi religioso y temor, paso la mano por tus cabellos.
“No puedo perforar tu sien. Esas pocas hebras de plata me detienen y no sé por qué. Son pocas pero surten efecto. Rayería chinandegana por Punta Cosiguina, solo que en la oscurana perpetua, la tiniebla rojiza de seda de tus cabellos. Ni con daga ni con bala de plata podría tampoco… y algo me hace pensar que necesitaría una bala de plata. O la espada Excalibur de la leyenda o la de Ayub que cargaba el sultán otomano apenas ungido y bailado por los derviches Mevlevi. Mujer, de alguna manera cuando morí mi cuñado se quedó con mi encéfalo y de alguna forma lo sigo buscando en el éter de la nada, entre las cortinas de las dimensiones que nosotros mismos nunca definimos. La pista me la dio el león aquel sobre el cual te sentaste en 1986 y el cual quedó impregnando del almizcle de tu sombra. La piedra tibia del león me dijo que fuera tras de vos pero ya te habías largado. Me quedé transparente y atónito, ahíto de risa esperándote en el atrio de la catedral, y no regresaste. Tenía que darte unas líneas que diría de vos un poeta asiático en cuanto a la pregunta de si escogiera entre vos y mi vida, yo te contestaría que mi vida. Vos arrecha, darías vuelta en redondo, soberbia, sin saber en tu majestad absoluta que mi vida sos vos.
“Andas puesto mi cerebro, te hallé. Cómo lo conseguiste quizás ni culpa tengás. Nada que ver, pero por una extraña conjunción de circunstancias, el alineamiento de Plutón el planeta exiliado con el sol del ego, apareció en tu cabeza. Leíste a la misma edad que yo. Tu alcohol no fue de maíz ni malta, sino de libros y música. Has sido yo envuelto en la carne celeste de mujer a la que yo canté, por eso te explicás que yo tengo todo el derecho de afirmar con derecho que la vida para mí sos vos. Quizás al llevarme la batería de tu intelecto con todo eso que te hace única, será la única forma de llevarme entera conmigo, que pasés a este estado nosferatu en que vivo yo incompleto, ahogado en mis propias ansiedades y carcajadas, observando impotente desde aquí cómo hacen negocio con mi nombre, cómo le pusieron mi firma a una rotonda en la cual invirtieron poco en una fuente y robaron tanto los funcionarios. Cómo manifestarme desde esta relativa inexistencia de la inmortalidad que no quiero que metan papanatas y carroñeros que dicen ser artistas en el templo mayor del arte que lleva mi nombre, ni que lo dirijan oportunistas insolentes y soeces que solo sirven para agredir pentagramas o libretos, cómo pedirle a los promotores falsos de la cultura que pasean un sombrerito por las puercas transnacionales del dolor para que del dinero que obtengan en nombre mío ellos y ellas vivan vida de sultanes? Vos misma has protestado desde tus escritos, me has defendido a capa y espada, no eras dariana y me hiciste un websitio junto con otro que jamás había detenidamente leído mi obra pero que acabó muriéndose enamorado de mi pluma. Y ahora me siento mal que vengo a pagarte toda la admiración, líneas y esfuerzos que me has dado, de esta forma, buscando cómo abrirte la mollera para llevarme aún palpitante, sangrante pero vivo, el cerebro que me habían extraviado. “Susto que sería de tu esposo al rayar el alba y encontrarte lívida, con expresión de paz como si apenas durmieras, pero con la cabeza hueca ,esta vez en realidad y no figurativamente a como le gustan a muchos machos insulsos que sean sus mujercillas.
“Alzo el codo para asestar el golpe y una laxitud extraña de los músculos me detiene.
Es el mismo cerebro que ha hecho tantos cuentos, algunos de ellos han extraído lágrimas y envidias. Yo no los hice, no sos mi continuación. Nunca has podido hacer un solo poema, y ni falta que te haga. En cambio yo nunca he hecho música y vos si. No produje una hija como la tuya. Podrían mis genes cansados haber dejado algo así?
“No tengo derecho, aunque las ganas me coman. Mis neuronas ya no son las mismas en tu organismo. Qué tanto derecho tengo? Imagino mis dedos por fin entrando al santuario de tu pensamiento, violándolo como hicieron los sucios políticos a la sinagoga de la comunidad judía nicaragüense, los malditos rompiendo el Torah y quebrando el menora, desecrando para siempre el edificio. Pisadas fuertes o suaves, siempre dejan huella de amargura, dejando tu sangre sobre tu almohada de Pikachu, qué haría? Me retraigo y en eso vos te despertás y me mirás , con esos ojos cuyo color nunca pude definir y para el cual el castellano precisa inventar el más poético de los adjetivos. No puedo soportar que me mirés con miedo, con odio, con el instinto de conservación en emergencia roja mayor, sintiendo yo el aroma fatal e intoxicante de tu adrenalina en alerta de combate. Me siento como si me han pillado desnudo corriendo por los Campos Elíseos.
“No encuentro qué hacer, y me meto en el closet donde tenés unos vestidos típicos.
“Gritas, te agarrás la cabeza a dos manos. Ha sido el más salvaje intento de robo. Y por una persona a quien has amado en tonos azures y gentiles. Quiero que me perdonés. Me quedaré desde el crepúsculo hasta que raye el alba en tu closet todos los días de tu vida, esperando cotidianamente que salgas fresca del baño, envuelta en una toalla, a buscar lo que te pondrás y desde el rincón más suave de tu ropa, podré atisbarte como gato salaz y mimoso, con ganas de extender mi mano y rozar tu pie, sonreírle a las dunas de tus nalgas, guiñarle un ojo oscuro a tus cejas escasas y pedirte que me perdonés por la noche aquella que pasé con vos con las peores intenciones. Una noche que al fin y al cabo solo sirvió para recordarme que la propiedad intelectual es para ser respetada, aunque en nuestra tierra sean pocos los que entiendan esto a cabalidad. Echa a volar al cuervo del pánico que sentiste, secá el sudor, borrá el miedo del interior azulado de tus ojeras semitas.
“No volveré jamás a intentar llevarme tu cerebro, sea que crea que es el mío que lo negociaron o el tuyo que traes de paquete. Solo te pediré que sigás produciendo sin que nadie te ponga bozal. Los creadores tenemos cuerpos casados, pero nuestra inspiración no se sujeta a un contrato ni acta de propiedad. Todo lo que produzcás es tuyo, sale del pueblo que sos para el pueblo que lo recordará, porque solo la plebe es ignorante, y la mayor parte de las veces viste de saco y corbata. Quiero que me sigás amando a como siempre lo has hecho desde que te comisionaron mi websitio, porque aunque nos conocimos tarde, peor hubiera sido que nunca nos diéramos la mano a través del tiempo. Y cuando creás que este poeta tuyo esté un poco nostálgico de todo, llevate contentos esos ojos de tolvanera y date una vuelta allá por mi león, en León, donde siempre sabés que te estaré esperando..”
Félix Rubén García Sarmiento(Rubén Darío)
A través de mí.
28 de enero de 2009
“Primero perdonáme lo del título, no quería faltarte al respeto. Y antes que se me olvide, aprovecho estas línea de entrada para quitarle la fama a los Pitbulls de ser asesinos en serie, mujer. Pasé al lado de tu perra negra con nombre de diosa griega, y no solo no me ladró sino que me lamió la mano. Ya sé, la misma mano a como dijo García Márquez, con que me limpiaba el culo es la misma mano con que escribo esos versos. Pasé y vi tus gatos durmiendo plácidamente, qué envidia que no padecen de insomnio, tienen sus cuentas claras, duermen bien, no como vos y yo, que tenemos asuntos pendientes aunque sea con nuestro propio sentido de justicia o injusticia, a como lo querrás poner. Pero he pasado una noche con vos, no como ordinariamente lo haría un hombre y una mujer, pero fui el negro angel de la guardia de tu sueño y en el trancurso de unas horas me transformé en algo que ahora no oso darle nombre.
“Es curioso que cuando vas allá por la ciudad Metropolitana, donde siempre te espero acompañado de un león porque sé cuánto te gustan, nunca suspirás ni llorás. Hacés irreverencias, te subís a los leones del atrio de la catedral y una vez un policía te amenazó con llevarte presa si no te apeabas de ahí y vos sonreíste, por fin un polizonte-un cop como le dirías en gringo-que supiera lo que valía el patrimonio nacional. Ahí fue donde me dejaste el hálito mortífero a tu sudor de hembra, y aunque aún no sabías mucho sobre mí más que lo que hacías trinar a tu padre, ya estaba sellado nuestro destino juntos.
“Pero volvamos a tu casa. Entro de puntillas, quedo admirando tu biblioteca, quisiera pasar un buen rato echado en el piso que tu doméstica nunca limpia bien porque más sirve para otras cosas. Deseo leer algunas cosas que como fueron publicadas después de mi tiempo, no las he leído.
“Me miro en el espejo del gabinete de tu baño, y sí ahí estoy, con el bigote atusado de mi juventud, la cara aún angosta y no como león enojado en mi madurez, sin las enormes entradas en la frente, a como vos siempre te ha gustado recordarme y no como un señorón chaparro pero enfermo. Nunca le creas a quienes te dicen que los fantasmas y los vampiros no se miran en los cristales, es una de las grandes mentirotas del género de terror, y como Hollywood es bruto, lo ha recogido en miles de películas que no valen un centavo partido a la mitad. Vos misma has usado el recurso en tus relatos y te ha funcionado. No lo usés más conmigo, te lo ruego, ya probé que no funciona en la realidad. Porque yo me vi en toda mi palidez de mestizo, con la tez cetrina que tenemos los auténticos, ese tono del que nunca llegas a avergonzarte por completo porque es el mismo que tenía tu ancestro el bravo Diriangén.
“Invado tu privacidad, y entro a tu alcoba. Dormís envuelta en un chal estilo judío. Con el culo para arriba, de costado, en posición fetal. Saco el foco infrarrojo y lo paseo a lo largo de tu humanidad. La vista es tan curiosa, tan bandida tan atrevida, hurga peor que la mano del mujeriego. Se me había olvidado que era una cosa verte en una de tus páginas web en tantas fotos que el gatillo de tu narcisismo te ha hecho dispararte, que verte en vivo en tu pavoroso esplendor de matrona en un veranillo de San Juan.Por un momento se me queda congelado el corazón. Tienen razón los mejicanos, no es lo mismo verla pasar que platicar con ella. Tu realidad concreta nunca para de asombrarme. El rostro de los afiches, el de los calendarios, el de la publicidad, ahí está.
No me percataba que te habías cortado el pelo un poco. Típico en la cuarentena de edad, por ahí les agarra a muchas señoras.
“A tu lado duerme tu esposo. Ronca. Me arrodillo a tu lado sobre el piso, para sentir la respiración. Por qué no nacimos en la misma época? Tengo que hacerte una especie de reverencia, como si fueras la virgen negra de Praga o alguna de esas santas en las que no creíste nunca porque para colmo murieron vírgenes. Pero casualmente porque no nacimos en la misma época es que estoy aquí. Tengo que ponerle fin al desasosiego, sentirme completo y eso significa que debo prescindir de sentimentalismos baratos, y proceder. No debo olvidar para qué vine, la piedad no puede tomarme del cuello y sacarme lágrimas por los poros. No pueden sudar mis ojos. La mano me tiembla, cosa que no me sucedió ni cuando estuve borracho tantas veces. Un rocío tenue pero tierno me cubre los pies, me sube por los muslos y se me anida en el cuerpo.
“No puedo. No puedo, me digo, mientras la mano izquierda busca en el bolsillo del pantalón la navajita turca con la que pienso recuperar lo mío. Pero el extraño olor a incienso, almizcle y canela que emana de tu persona no me deja llevar a cabo lo que me he propuesto. Alargo una mano y entre fervor casi religioso y temor, paso la mano por tus cabellos.
“No puedo perforar tu sien. Esas pocas hebras de plata me detienen y no sé por qué. Son pocas pero surten efecto. Rayería chinandegana por Punta Cosiguina, solo que en la oscurana perpetua, la tiniebla rojiza de seda de tus cabellos. Ni con daga ni con bala de plata podría tampoco… y algo me hace pensar que necesitaría una bala de plata. O la espada Excalibur de la leyenda o la de Ayub que cargaba el sultán otomano apenas ungido y bailado por los derviches Mevlevi. Mujer, de alguna manera cuando morí mi cuñado se quedó con mi encéfalo y de alguna forma lo sigo buscando en el éter de la nada, entre las cortinas de las dimensiones que nosotros mismos nunca definimos. La pista me la dio el león aquel sobre el cual te sentaste en 1986 y el cual quedó impregnando del almizcle de tu sombra. La piedra tibia del león me dijo que fuera tras de vos pero ya te habías largado. Me quedé transparente y atónito, ahíto de risa esperándote en el atrio de la catedral, y no regresaste. Tenía que darte unas líneas que diría de vos un poeta asiático en cuanto a la pregunta de si escogiera entre vos y mi vida, yo te contestaría que mi vida. Vos arrecha, darías vuelta en redondo, soberbia, sin saber en tu majestad absoluta que mi vida sos vos.
“Andas puesto mi cerebro, te hallé. Cómo lo conseguiste quizás ni culpa tengás. Nada que ver, pero por una extraña conjunción de circunstancias, el alineamiento de Plutón el planeta exiliado con el sol del ego, apareció en tu cabeza. Leíste a la misma edad que yo. Tu alcohol no fue de maíz ni malta, sino de libros y música. Has sido yo envuelto en la carne celeste de mujer a la que yo canté, por eso te explicás que yo tengo todo el derecho de afirmar con derecho que la vida para mí sos vos. Quizás al llevarme la batería de tu intelecto con todo eso que te hace única, será la única forma de llevarme entera conmigo, que pasés a este estado nosferatu en que vivo yo incompleto, ahogado en mis propias ansiedades y carcajadas, observando impotente desde aquí cómo hacen negocio con mi nombre, cómo le pusieron mi firma a una rotonda en la cual invirtieron poco en una fuente y robaron tanto los funcionarios. Cómo manifestarme desde esta relativa inexistencia de la inmortalidad que no quiero que metan papanatas y carroñeros que dicen ser artistas en el templo mayor del arte que lleva mi nombre, ni que lo dirijan oportunistas insolentes y soeces que solo sirven para agredir pentagramas o libretos, cómo pedirle a los promotores falsos de la cultura que pasean un sombrerito por las puercas transnacionales del dolor para que del dinero que obtengan en nombre mío ellos y ellas vivan vida de sultanes? Vos misma has protestado desde tus escritos, me has defendido a capa y espada, no eras dariana y me hiciste un websitio junto con otro que jamás había detenidamente leído mi obra pero que acabó muriéndose enamorado de mi pluma. Y ahora me siento mal que vengo a pagarte toda la admiración, líneas y esfuerzos que me has dado, de esta forma, buscando cómo abrirte la mollera para llevarme aún palpitante, sangrante pero vivo, el cerebro que me habían extraviado. “Susto que sería de tu esposo al rayar el alba y encontrarte lívida, con expresión de paz como si apenas durmieras, pero con la cabeza hueca ,esta vez en realidad y no figurativamente a como le gustan a muchos machos insulsos que sean sus mujercillas.
“Alzo el codo para asestar el golpe y una laxitud extraña de los músculos me detiene.
Es el mismo cerebro que ha hecho tantos cuentos, algunos de ellos han extraído lágrimas y envidias. Yo no los hice, no sos mi continuación. Nunca has podido hacer un solo poema, y ni falta que te haga. En cambio yo nunca he hecho música y vos si. No produje una hija como la tuya. Podrían mis genes cansados haber dejado algo así?
“No tengo derecho, aunque las ganas me coman. Mis neuronas ya no son las mismas en tu organismo. Qué tanto derecho tengo? Imagino mis dedos por fin entrando al santuario de tu pensamiento, violándolo como hicieron los sucios políticos a la sinagoga de la comunidad judía nicaragüense, los malditos rompiendo el Torah y quebrando el menora, desecrando para siempre el edificio. Pisadas fuertes o suaves, siempre dejan huella de amargura, dejando tu sangre sobre tu almohada de Pikachu, qué haría? Me retraigo y en eso vos te despertás y me mirás , con esos ojos cuyo color nunca pude definir y para el cual el castellano precisa inventar el más poético de los adjetivos. No puedo soportar que me mirés con miedo, con odio, con el instinto de conservación en emergencia roja mayor, sintiendo yo el aroma fatal e intoxicante de tu adrenalina en alerta de combate. Me siento como si me han pillado desnudo corriendo por los Campos Elíseos.
“No encuentro qué hacer, y me meto en el closet donde tenés unos vestidos típicos.
“Gritas, te agarrás la cabeza a dos manos. Ha sido el más salvaje intento de robo. Y por una persona a quien has amado en tonos azures y gentiles. Quiero que me perdonés. Me quedaré desde el crepúsculo hasta que raye el alba en tu closet todos los días de tu vida, esperando cotidianamente que salgas fresca del baño, envuelta en una toalla, a buscar lo que te pondrás y desde el rincón más suave de tu ropa, podré atisbarte como gato salaz y mimoso, con ganas de extender mi mano y rozar tu pie, sonreírle a las dunas de tus nalgas, guiñarle un ojo oscuro a tus cejas escasas y pedirte que me perdonés por la noche aquella que pasé con vos con las peores intenciones. Una noche que al fin y al cabo solo sirvió para recordarme que la propiedad intelectual es para ser respetada, aunque en nuestra tierra sean pocos los que entiendan esto a cabalidad. Echa a volar al cuervo del pánico que sentiste, secá el sudor, borrá el miedo del interior azulado de tus ojeras semitas.
“No volveré jamás a intentar llevarme tu cerebro, sea que crea que es el mío que lo negociaron o el tuyo que traes de paquete. Solo te pediré que sigás produciendo sin que nadie te ponga bozal. Los creadores tenemos cuerpos casados, pero nuestra inspiración no se sujeta a un contrato ni acta de propiedad. Todo lo que produzcás es tuyo, sale del pueblo que sos para el pueblo que lo recordará, porque solo la plebe es ignorante, y la mayor parte de las veces viste de saco y corbata. Quiero que me sigás amando a como siempre lo has hecho desde que te comisionaron mi websitio, porque aunque nos conocimos tarde, peor hubiera sido que nunca nos diéramos la mano a través del tiempo. Y cuando creás que este poeta tuyo esté un poco nostálgico de todo, llevate contentos esos ojos de tolvanera y date una vuelta allá por mi león, en León, donde siempre sabés que te estaré esperando..”
Félix Rubén García Sarmiento(Rubén Darío)
A través de mí.
28 de enero de 2009